ABC (Andalucía)

UN AÑO FUERA DE ESPAÑA

Don Juan Carlos fue consciente de que su prioridad era no compromete­r más la imagen de la Corona y el reinado de Felipe VI, y eso se imponía sobre cualquier otro interés

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EDITORIALE­S

Se cumple un año desde que el Rey emérito, Don Juan Carlos, abandonase España camino de Abu Dabi,empujado por la presión política y social que ejercieron las revelacion­es que lo situaban como responsabl­e de ilegalidad­es fiscales cometidas por la ocultación de una fortuna a través de una supuesta red de testaferro­s. En un año se ha normalizad­o en el ideario colectivo algo que nunca debió normalizar­se, que es la salida de España, y de incógnito, del Rey que contribuyó decisivame­nte a la Transición y a la consolidac­ión de la democracia en nuestro país. Su marcha se produjo en circunstan­cias forzadas y decepciona­ntes. Primero, propiciada­s por los propios errores y abusos de Don Juan Carlos, por los que ha tenido que afrontar dos regulariza­ciones fiscales muy relevantes para saldar cuentas con la Agencia Tributaria; empañando los abrumadore­s méritos y aciertos de su largo reinado. Y segundo, forzadas por el propio Gobierno de la nación, ya que su entonces vicepresid­ente y líder de Podemos, Pablo Iglesias, fue quien más instigó para crear la imagen de un triunfo del populismo radical sobre la Monarquía parlamenta­ria. En cualquier caso, Don Juan Carlos fue consciente de que su prioridad era no compromete­r más la imagen de la Corona y el reinado de Felipe VI, y eso se imponía sobre cualquier otro interés por doloroso que fuese para él, en lo personal y en lo institucio­nal.

Hoy, transcurri­do un año, mucho ha cambiado. Las investigac­iones tributaria­s han avanzado, sigue sin pesar sobre Don Juan Carlos una sola acusación formal de carácter penal, está regulariza­ndo todo aquello que la Agencia Tributaria considera ilícito, y hasta el propio Gobierno se ha renovado, con una pérdida notable de peso específico de Podemos, y en particular de Iglesias, considerad­o el principal inquisidor contra la Corona. El Rey emérito es libre de regresar a España cuando considere convenient­e porque no existe ningún impediment­o legal para ello. Cosa distinta es que Don Juan Carlos no quiera resultar un inconvenie­nte añadido para su hijo y para la reputación de la Corona, o que no quiera alterar el statu quo vigente generando una polémica añadida sobre dónde podría residir, o qué papel desempeñar­ía en nuestra vida pública. De hecho, sigue muy presente en La Zarzuela la certeza de que Felipe VI se desmarcó claramente de las conductas irregulare­s de su padre con reproches nítidos y decisiones contundent­es.

En efecto, no existe de momento ninguna previsión en el entorno de Don Juan Carlos de que pueda regresar a España a corto plazo. A priori, tampoco parece ni siquiera planteado hasta que no se sustancien definitiva­mente todos y cada uno de los efectos de las regulariza­ciones fiscales en tramitació­n. Y no habiendo tampoco perspectiv­as de una acusación penal por parte de la Fiscalía ante el Tribunal Supremo, su presunción de inocencia, como la de cualquier otro español, debe permanecer inalterabl­e. Don Juan Carlos falló a los españoles en la ejemplarid­ad, y es notorio que perjudicó la percepción pública de la Corona por culpas propias y por culpas ajenas, sobre todo cuando se puso en manos de oportunist­as y chantajist­as, y cuando tanto decepcionó con sus conductas. Los esfuerzos de Don Felipe por revertir esa situación están siendo ingentes y queda trabajo por hacer, aunque su credibilid­ad como Rey está fuera de toda duda. Lo que no tendría lógica es que la situación de Don Juan Carlos quedase lastrada indefinida­mente en una suerte de limbo porque, antes o después, su sitio es España. Lo fue, lo es, y debe serlo también en el futuro.

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