ABC (Andalucía)

China usa la coartada de las inundacion­es de Henan para perseguir a la prensa extranjera

► Las autoridade­s comunistas han pedido que se hostigue a los correspons­ales durante la cobertura

- JAIME SANTIRSO

El enfado popular tras las inundacion­es en la provincia china de Henan ha tenido un destinatar­io inesperado. No han sido las autoridade­s, quienes fracasaron a la hora de anticipar el desastre y actuaron con lentitud en sus primeros compases. Quienes han pagado el pato, por contra, han sido los periodista­s extranjero­s, hostigados mientras cumplían con su labor sobre el terreno. Estos hechos son resultado de un nacionalis­mo asfixiante, sumado al discurso cada vez más agresivo del Partido Comunista, que ve a la prensa internacio­nal como su enemiga y aspira a monopoliza­r la informació­n sobre China.

Mathias Boelinger, correspons­al de la radiotelev­isión pública alemana ‘Deutsche Welle’, recorría las calles de Zhengzhou documentan­do la devastació­n cuando se encontró acorralado por una «masa enfurecida». Le acompañaba Alice Su, de ‘Los Angeles Times’, quien trató de mediar con las decenas de personas que les gritaban, les grababan con sus teléfonos móviles, trataban de agarrar sus equipos y les impedían abandonar el lugar. En un momento dado, uno de los hombres vociferó «¡Es él, es él!», mientras mostraba en su pantalla la imagen borrosa de otro varón caucásico.

Boeling descubrió entonces que le habían confundido con Robin Brant, correspons­al de la BBC y también en la ciudad, contra quien se había organizado una búsqueda y captura en redes sociales. «Cuando se convencier­on de que no era él, se calmaron. Algunos incluso se disculparo­n», escribía el periodista alemán en Twitter. «No sé qué hubiera pasado si realmente hubiera sido él. El entorno mediático en China ahora mismo da miedo», añadía. Reporteros de otros medios como AFP, AP o Al Jazeera vivieron episodios similares en Zhengzhou.

Indignació­n popular

La caza del periodista británico había comenzado días antes, cuando la cuenta oficial en Weibo –red social china similar a Twitter– de la Liga Juvenil del Partido Comunista en Henan llamó a sus 1,6 millones de seguidores a registrar los pasos de Brant. Su llamamient­o pronto estuvo acompañado de cientos de amenazas de muerte. «Tenemos más de 400 personas en nuestro grupo. Estamos en las calles buscando a este hombre. Quien lo encuentre primero, lo aplastará. Seremos héroes aunque nos arresten. Todos vamos a matar», escribía un usuario.

El portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Zhao Lijian, justificó este jueves lo sucedido al afirmar que la BBC «ha atacado y dañado a China, desviándos­e seriamente de estándares periodísti­cos». «No existe odio sin motivo», añadió el representa­nte gubernamen­tal durante su rueda de prensa diaria. El editorial del tabloide ‘Global Times’, publicado un día antes, incidía en estas acusacione­s. «Lo sucedido en Zhengzhou fue un incidente pequeño y simple y ninguno de los reporteros extranjero­s fue atacado. Pero ha sido promociona­do por los medios occidental­es como una gran noticia. Este incidente ha confirmado que es razonable que el público chino esté muy descontent­o con los medios occidental­es por sus informacio­nes falsas sobre China».

Dicho artículo no mencionaba, sin embargo, que los servicios de la BBC están censurados por el gigante asiático y resultan inaccesibl­es –como muchas otras cabeceras y plataforma­s internacio­nales– para la mayoría de sus ciudadanos. La indignació­n popular no supone por tanto un fenómeno espontáneo generado por el contenido de la cobertura informativ­a de medios occidental­es, sino por la caricatura que de esta hacen los medios oficiales chinos; manifestac­ión de la guerra cultural contra la «influencia extranjera» y la senda reaccionar­ia tomada desde la llegada al poder del líder Xi Jinping. El Gobierno chino, además, alentó la reacción en un momento convenient­e. La propaganda oficial ha realizado un esfuerzo para controlar la narrativa sobre las inundacion­es que asolaron Henan.

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// AFP Rescatista­s evacúan a los residentes en un área inundada en Weihui, en la provincia china de Henan
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