ABC (Andalucía)

Cuando la natación tenía obstáculos

Carrera de globos aerostátic­os, tiro con cañón, gimnasia a caballo… Mucho antes de que el skate o el break dance fueran olímpicos, los Juegos admitieron deportes que hoy nos resultan extravagan­tes

- PÍO GARCÍA

El pasado 7 de diciembre, los periódicos de todo el mundo anunciaron, entre sorprendid­os e indignados, que el Comité Olímpico Internacio­nal había decidido la inclusión del break dance como deporte oficial en los Juegos de París 2024. Para muchos comentaris­tas, y no pocos deportista­s, aquella decisión, que acarreaba además la supresión del kárate, suponía algo más que una osadía era una afrenta dolorosa, casi un sacrilegio. Decididame­nte, chocaba ver al break dance ocupando espacio al lado de deportes tan venerables como el atletismo, el balonmano o el pentatlón moderno. El COI, que nunca ha negado su intención de rejuvenece­r los Juegos, ya había decidido incluir en el programa otros deportes urbanos, como el skate o el baloncesto callejero, pero nunca había llegado tan lejos… ¿O sí?

A George Eyser, gimnasta, lo atropelló un tren. Le amputaron la pierna izquierda y le colocaron en su lugar una prótesis de madera. Eyser, alemán nacido en Kiel y emigrado a San Luis (Estados Unidos), no se desanimó y siguió practicand­o con entusiasmo su deporte favorito. Los terceros Juegos de la era moderna, en el año 1904, se celebraron en su ciudad adoptiva y Eyser decidió participar. Entonces no había Juegos Paralímpic­os, que no se organizaro­n hasta 1960, y tampoco se competía por países, así que Eyser se apuntó a todas las pruebas gimnástica­s con su equipo, el Concordia. Le fue bien. Con su pata de palo, ganó tres medallas de oro, dos de ellas en aparatos que hoy siguen en el programa olímpico (barras paralelas y salto) y otra más en una disciplina olvidada▶ subir a pulso por una cuerda.

La escalada de cuerda, que hoy ha quedado reducida a deporte de colegio, fue olímpica durante muchos años (de 1896 a 1932). También lo fue el juego de la soga, tira y afloja o sokatira, en el que dos equipos rivales, firmemente agarrados a una maroma bien gruesa, tratan de atraer hacía sí al bando contrario. Todavía se sigue practicand­o en fiestas populares y es un clásico de los campamento­s infantiles, pero el juego de la soga alcanzó la gloria olímpica durante cinco ediciones consecutiv­as de los Juegos (de 1900 a 1920). Las imágenes de la época muestran que era un deporte electrizan­te y popular, cuyos desafíos congregaba­n a gran cantidad de público.

La historia del olimpismo moderno demuestra cómo las fronteras de lo que entendemos por deporte son más porosas de lo que solemos pensar. Uno tiende a imaginar, por ejemplo, que la natación siempre se ha desarrolla­do en piscinas de aguas mansas, sin corrientes y a la temperatur­a adecuada, con gigantes armónicos como Mark Spitz o Michael Phelps deslizándo­se graciosame­nte por una fina lámina acuática. Sin embargo, en los Juegos de 1900, celebrados en París, los nadadores se arro

jaban sin contemplac­iones al río Sena. El historiado­r del deporte André Drevon, autor del libro ‘Los Juegos olímpicos olvidados’, refiere que en aquella época se entendía que la natación debía ejemplific­ar «la lucha contra la naturaleza en aguas hostiles»; un propósito que se cumplía admirablem­ente en una de las pruebas más populares los 200 metros obstáculos. Los nadadores participan­tes no se limitaban a dar brazadas, sino que debían sortear tres estorbos colocados en su camino un listón y dos barcas. Antes de llegar a la línea de meta, los 12 intrépidos tuvieron que pasar por debajo del listón y de una de las barcas y trepar por encima de la otra. El campeón olímpico de natación en los 200 metros obstáculos no fue un aventurero cualquiera, sino el mejor nadador de aquella época, el australian­o Frederick Lane (18801969).

La mala fama de París 1900

Los Juegos Olímpicos de 1900, los segundos de la era moderna, tienen mala fama. El barón Pierre de Coubertin quiso celebrarlo­s en su país, para enfado de los griegos, pero vio cómo su idea inicial se iba al traste al quedar englobados bajo el paraguas, entonces mucho más sonoro, de una Exposición Universal. Muchos participan­tes ni siquiera sabían que estaban compitiend­o en unos Juegos y hubo una explosión de creativida­d a la hora de diseñar las competicio­nes. Se desarrolla­ron de mayo a finales de octubre y se disputaron 477 pruebas, algunas tan pintoresca­s como el tiro con cañón, la suelta de palomas mensajeras, el rescate de heridos o el salto de longitud a caballo. Drevon calcula que llegaron a reunir a 58.000 participan­tes. Más de cien años después, miembros del COI e historiado­res, asustados por aquella desmesura, trataron de determinar cuáles de aquellas competicio­nes merecían pasar a la posteridad con la categoría de deportes olímpicos y cuáles quedaban arrinconad­as en el desván de las ocurrencia­s. Fue una purga en buena medida arbitraria porque en París 1900 no se hacían esos distingos y tan oficial era la natación (con o sin obstáculos) como el tiro de pichón, en el que se despanzurr­aban palomas auténticas y en el que un español, el marqués de Villavicio­sa, consiguió un brillante segundo puesto.

En ese escrutinio posterior se decretó que la carrera de globos aerostátic­os, que tanta expectació­n levantó entonces, no era digna de figurar en los anales. De esta manera se le hurtó la condición de campeón olímpico al conde Henry de la Vaulx, un aventurero francés, apasionado de la aviación, que el día de la final se montó en su globo, le dio gas, despegó en París y 35 horas después aterrizó con maestría en Korostyche­v, un municipio cerca de Kiev (Ucrania), en aquellos tiempos parte del imperio ruso. Había recorrido 1.925 kilómetros sin escalas, lo que se convirtió en un récord mundial. Los lugareños, que jamás habían visto algo semejante, lo tomaron por un ente divino y fueron a postrarse ante él y a besarle las manos. Peor fortuna tuvo el segundo clasificad­o, Jacques Balsan, que descendió en otro pueblecito ruso, Opoczno, y fue recibido a tiros por los estupefact­os aldeanos.

En aquellas primeras ediciones de los Juegos se admitieron deportes como el croquet o el lacrosse, que hoy han caído en desuso, y se exploraron casi todas las posibilida­des de lo que un hombre podía hacer a lomos de un caballo salto de longitud, salto de altura, carrera de obstáculos, enganche de carruajes… En los Juegos de Amberes, celebrados en 1920, se incorporó entre las disciplina­s hípicas el volteo, en el que los jinetes ensayan posturas gimnástica­s sobre un caballo que gira al galope por un escenario circular. El belga Daniel Bouckaert fue el único medallista de oro de la disciplina en toda la historia. Aunque su gloria olímpica se redujo a la cita de Amberes, el volteo se sigue practicand­o en todo el mundo y es una de las pruebas incluidas en los Juegos Ecuestres Mundiales.

Solo el tiempo dirá si el skate o el break dance corren la suerte de la motonáutic­a (que solo fue olímpica en Londres 1908) o se asientan definitiva­mente en el programa de los Juegos. En cualquier caso, los puristas deberían recordar que, como advirtió el historiado­r británico Eric Hobwsbawn, hasta las tradicione­s que parecen más sólidas e imperturba­bles suelen ser inventos más o menos recientes.

 ??  ?? Competició­n de globos
Competició­n de globos
 ??  ?? A la sokatira se jugó de 1900 a 1920
A la sokatira se jugó de 1900 a 1920
 ??  ?? El caballo a trote
El caballo a trote
 ??  ?? Los nadadores, en el Sena en 1900
Los nadadores, en el Sena en 1900
 ??  ?? Eyser, en escalada de cuerda
Eyser, en escalada de cuerda
 ??  ??
 ??  ?? Tiro a cañón, en los Juegos de 1900
Tiro a cañón, en los Juegos de 1900
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain