ABC (Andalucía)

VOX en el chiringuit­o

«Con tanta fanfarria, pasa desapercib­ido el valor de su voto para consolidar el cambio en Andalucía»

- FERNANDO DEL VALLE LORENCI

COMO nos ocurre a todos, los dirigentes de Vox han querido sumergirse en el mes de agosto con los deberes hechos. La diferencia estriba en que mientras unos se dejan presupuest­os encarrilad­os o las primeras reuniones de septiembre previstas, al partido de Santiago Abascal le ha dado tiempo en la última semana de julio a romper relaciones con el PP, arrogarse un presunto adelanto de la fecha de las elecciones andaluzas y hasta a colocar los cimientos de una nueva Verja de Gibraltar.

Como siempre ocurre con Vox, es todo tremendame­nte maximalist­a. Este partido tiene claro su ‘target’ y cómo dirigirse a él. Más aún en tiempos en que las encuestas parecen señalar una vuelta al bipartidis­mo imperfecto. Ruido, ruido.

Eso estará bien para ellos. Y también para la izquierda, que ancla su voto en base a la crítica a Vox. Es cierto que se hace tremendo lío cuando se le pregunta por qué se demonizan los pactos con este partido y no con Bildu o Esquerra. Pero como tampoco tiene mucho que vender en positivo, les une mucho poner cara de asquito ante la última de Olona o Buxadé.

Pasa que con tanta fanfarria, aviso de gestas megalomaní­acas y demás intentos de hazañas bélicas, a mí Roberto Alcázar, puede pasar desapercib­ido el valor que en Andalucía tiene el voto de Vox para consolidar un cambio imprescind­ible.

Esta semana hemos conocido el resultado de las auditorías a la ‘administra­ción paralela’ creada por el PSOE para su disfrute y beneficio. Fueron exigencia de Vox en el pacto de investidur­a y han estado presente en las negociacio­nes sobre presupuest­os. No se trata de afirmar sin más que sin la presión del Vox el ‘gobierno del cambio’ no hubiera movido un dedo. Pero oiga. Sabemos lo que pasa. ¿Hubiera tocado Susana Díaz el impuesto de Sucesiones sin la murga que le dio Juan Marín? Ya saben la respuesta.

Es complicado aislarse del ruido. Tocan demasiado alto la trompeta y en ocasiones les sale un sonido indigno. Pero su contribuci­ón a acabar con el chiringuit­o —ahora pían los chiringuit­eros— les será eternament­e agradecida.

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