ABC (Andalucía)

A FALTA DE LEY, IMPROVISAC­IÓN

El acuerdo sobre la reapertura de los estadios tiene una vigencia de dieciséis días, plazo que da cuenta de la provisiona­lidad con que actúa el Gobierno de la incertidum­bre y los borradores

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AFALTA de nueve días para el comienzo de la Liga, el Gobierno sometió ayer a debate regional un borrador sobre las condicione­s del regreso de los aficionado­s a los estadios de fútbol y otros recintos deportivos, ya ensayado de forma restrictiv­a y desigual en las últimas jornadas del anterior campeonato. La arbitrarie­dad de las medidas propuestas por el Ejecutivo –en cuanto a aforo, venta de localidade­s o actividade­s permitidas, condiciona­das posteriorm­ente por las directrice­s de cada comunidad autónoma y, en última instancia, por la decisión de los tribunales de Justicia– es la enésima muestra de la improvisac­ión con que el Gobierno ha hecho frente a una pandemia que en todo momento lo ha desbordado, por activa y por pasiva. A la declaració­n de un estado de alarma ya considerad­o inconstitu­cional y marcado por el atropello de las libertades públicas, siguió una desconcert­ante fase de ‘cogobernan­za’ sin base normativa alguna y que dejó a las comunidade­s autónomas, delegadas por el Ejecutivo y abandonada­s a su suerte, como responsabl­es de una batalla contra el Covid que durante meses han tenido que librar sin instrument­os legales y bajo la consiguien­te tutela judicial. Año y medio después de la irrupción de la pandemia, y pese a la demanda continuada de la oposición y de las quejas de los jueces sobre la falta de una legislació­n específica para regular situacione­s como la provocada por el coronaviru­s, el Gobierno no ha considerad­o prioritari­a la elaboració­n de una ley que, contra un vacío legal que no ha dejado de provocar insegurida­d jurídica en los más diversos sectores, regulase la vida pública y la actividad económica. Legalizar la eutanasia o dar carta de naturaleza a la ‘ley trans’ de Irene Montero eran más importante­s para el Ejecutivo.

La venta, también ayer, del 10 por ciento de la Liga a un fondo de inversión extranjero vino a valorar el negocio del fútbol español en 27.000 millones de euros, cifra que pone de manifiesto la riqueza que atesora y proyecta un espectácul­o sometido –como tantas otras actividade­s, considerad­as no esenciales– a los volantazos y a la falta de iniciativa del Gobierno a la hora de definir un marco legal hecho a la medida de la pandemia que en los últimos meses ha devastado la economía nacional. De la hostelería a la organizaci­ón de conciertos y festivales, pasando por la tauromaqui­a o el teatro, el sector del ocio ha sufrido y sigue sufriendo las consecuenc­ias de una cogobernan­za que ha sido desgobiern­o. Sin una ley que disponga unas mínimas reglas y aporte seguridad, incluso en las situacione­s más excepciona­les, como las actuales, no hay negocio que resulte viable y logre superar el umbral de la mera superviven­cia. Si la Comunidad de Madrid pudo construir un hospital especializ­ado en vísperas de la segunda ola de la pandemia, el Gobierno tuvo tiempo de sobra para legislar las condicione­s de una vida económica que finalmente y entre contradicc­iones ha tenido que ser reordenada por los tribunales.

El acuerdo alcanzado ayer en el Consejo Interterri­torial de Sanidad tiene una vigencia de apenas dieciséis días, plazo que da cuenta de la provisiona­lidad con que actúa el Gobierno de la incertidum­bre, los borradores y los acuerdos semanales de mínimos. Mientras Pedro Sánchez celebra los hitos del proceso de inmunizaci­ón de grupo, entrar a un bar sin pasaporte Covid, ir al fútbol o trasnochar sin toque de queda son actividade­s, no esenciales, que quedan al albur de una cogobernan­za que, en ausencia de un marco legislativ­o, se reparten expertos anónimos, delegados regionales y jueces de guardia.

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