Juegos Morales de Tokio
Unos Juegos son, básicamente, un muestrario de temporada. Y la temporada, en términos históricos, es francamente mejorable
POR primera vez desde Mark Spitz, con sus siete oros, unos Juegos Olímpicos han despertado mi interés. A ver, interés no sé si es la palabra, pero he leído algunas piezas de prensa sobre un par de atletas. Y no por razones deportivas, ya te digo, sino por constatar que los poderes deletéreos de la tontuna identitaria también están actuando sobre los tres valores –entrañables e infantiles– de lo que un día se llamó olimpismo o espíritu olímpico. Tenía que suceder. Unos Juegos son, básicamente, un muestrario de temporada. Y la temporada, en términos históricos, es francamente mejorable.
Está bueno el mundo de la interseccionalidad, de las múltiples identidades que van buscando en sí los aturdidos, de las contemporáneas obsesiones racialistas o de género. Está como para combinarlo con el sueño del barón de Coubertin fraternidad mundial y desinterés por lo pecuniario. El vivo retrato de Alberto de Mónaco, quien, por cierto, torpedeó la candidatura de Madrid 2020 y antes conspiró para incluir a Gibraltar en los Juegos, como si fuera un paisito.
El olimpismo de Coubertin y la fantasía de ‘Imagine’, el más ñoño y célebre tema de Lennon, son una misma cosa el intento de que la variada Humanidad desfile como un solo hombre. Son evidentes las contradicciones de ese modelo con la resurrección de las razas, de las diferencias y de las discriminaciones positivas, que siempre son, por definición, negativas.
A los optimistas les da por creer cada cuatro años que la especie se avendrá espontáneamente a un mundo como el de ‘Imagine’, elegida una y otra vez mejor canción del siglo XX. El propio John tiene cincuenta o sesenta superiores, pero ‘Imagine’ simboliza el siglo de las utopías. Ay, qué bonito. Un siglo de matanzas inconcebibles en pos de paraísos infernales. Un siglo de ingeniería social y de ingeniería del exterminio. El siglo del comunismo, el nazismo, el anarquismo y el fascismo.
‘Imagine’ un mundo sin religión. En este aspecto, el himno setentero solo tendría hoy una interpretación aceptable renunciemos nosotros a nuestra religión. ¿O acaso vas a faltar al respeto al que profesa otra? ¿Osarás tú, hombre posmoderno, hombre sin convicciones y sin atributos, disuadir al musulmán o al hinduista? ‘Au contraire’! ¡Qué enriquecedora es la diversidad! Ellos a sus fes y nosotros a nuestro ateísmo. Así, sí. Un mundo sin países. Pero entonces, ¿quién compite con quién?
«Imagínate que no hay posesiones» Aquí Lennon apunta a la propiedad privada, como buen pobrista. En el pobrismo convergen marxismo y cristianismo, si bien los últimos pobristas laicos y notorios son todos multimillonarios. Por desgracia, el autor de ‘Jealous Guy’ nos dejó a los cuarenta años y no ha podido ver el carnaval retrógrado del siglo XXI. Contemplemos nosotros el espectáculo de Tokio. No es deportivo sino moral atletas resentidos pretenden que nos sintamos culpables. Pero, ¿de qué?