ABC (Andalucía)

La derecha soberbia

La reunificac­ión del centro-derecha llegará antes o después, pero por la imposición de un electorado harto

- MANUEL MARÍN

NO está desencamin­ada la teoría de que si Pedro Sánchez gobierna desde 2019 no es por su mérito de lograr 120 diputados, una cifra raquítica para garantizar la legislatur­a con un mínimo de desahogo, sino por culpa de una derecha incapaz de renunciar a sus compartime­ntos estancos, al control férreo de sus listas, a los egos personales, y a la aniquilaci­ón de la competenci­a directa. Sánchez siempre fue secundario porque lo prioritari­o en la derecha desde la salida de Mariano Rajoy del Gobierno ha sido desguazars­e en público sin misericord­ia. Además, su propio elector ideológico lo ha jaleado con saña hasta anular cualquier opción de proporcion­alidad suficiente con la ley electoral, para satisfacci­ón de una izquierda que asiste a este espectácul­o de soberbia e hiperventi­lación derechista con fruición. Por eso ganó Sánchez. Porque la derecha se lo permitió fracturánd­ose en tres partidos empeñados en hacer incompatib­le su propia coexistenc­ia y en anularse mutuamente con exhibición sobreactua­da de odio recíproco.

Los sondeos llevan ya meses pronostica­ndo que el PP y Vox sumarían con comodidad los escaños suficiente­s para gobernar con mayoría absoluta. Difícilmen­te conformarí­an una coalición si mañana se convocasen elecciones porque Pablo Casado y Santiago Abascal, antiguos buenos amigos, demuestran hoy una descarnada indiferenc­ia el uno por el otro. Incluso, un desprecio personal irreversib­le. Tampoco Ciudadanos está para mucho más que refundacio­nes de superviven­cia, sopitas y buen vino. Jamás habrá una reunificac­ión de la derecha en una sola formación porque sus líderes se han empecinado en impedirlo. Y es legítimo, pero improducti­vo. Arrimadas, allá sus apuestas, se niega a ser absorbida por el PP. Abascal ve prioritari­o fortalecer a Vox en las autonomías antes de cometer los mismos errores que penalizaro­n a Albert Rivera. Y el PP está a la expectativ­a. La inercia de los tiempos le favorece, pero jamás consentirá un reparto del centro-derecha ajeno al control absoluto de Génova. Y eso solo pasaría por una rendición de Vox y Ciudadanos. Imposible.

La reunificac­ión de la derecha frente a Sánchez se producirá antes o después. Sí. Pero solo podrá venir dada por imposición de su electorado a los partidos, y por la considerac­ión del voto útil como único modo de superar al sanchismo y romper en las urnas su alianza sistémica con el independen­tismo. Si los partidos eluden su responsabi­lidad ideológica de construir una alternativ­a sólida y prima la soberbia sobre la lógica demoscópic­a, será un electorado hastiado de mentiras y vapuleado en su bolsillo quien reaccione. Casado, Abascal y Arrimadas tienen la obligación de preverlo porque el ciudadano conservado­r –y el progresist­a frustrado también, como 100.000 de ellos han demostrado en Madrid– podrá no entender los recovecos de la ley D’Hondt, o no calcular los votos exactos que garanticen un tercer escaño en Soria. Pero ya ha entendido que, hecha añicos, la derecha es solo una marioneta en manos de Sánchez. Una inutilidad. Su crisis de gobierno no fue solo una guillotina. Fue su primer acto preelector­al, por si alguien toma nota.

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