ABC (Andalucía)

«La buena política»

FUNDADO EN 1903 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA

- POR JULIO L. MARTÍNEZ Julio L. Martínez fue rector de la Universida­d Pontificia de Comillas

«Los requisitos de ‘la buena política’ deberían girar sobre cuatro ámbitos▶ verdad, bien común, encuentro y servicio. No creo que sea mucho pedir que los dirigentes políticos depongan sus egos, sus puras pretension­es partidista­s y sectarismo­s ideológico­s, y se dispongan a trabajar denodadame­nte por proyectos de bien de todos y para todos. El deseo de ello es grande; la necesidad, mayor»

MIREMOS por donde miremos la política atraviesa malos tiempos▶ carecemos de líderes sólidos, sobran populistas que se aprovechen de lo revueltos que bajan los ríos por las crisis sucesivas, incluida la terrorífic­a crisis pandémica, y no faltan corrupcion­es varias y desprecios a la verdad. Muchas cosas poco edificante­s ocurren en el caldo de cultivo de una digitaliza­ción potentísim­a que pone muy fácil la difusión de mensajes falsos y de proclamas capaces de destruir reputacion­es en minutos, envalenton­amientos desde el anonimato o movilizaci­ones populares para las causas más variopinta­s. Los descontent­os los sintetiza la encíclica ‘Fratelli tutti’ (2020)▶ «Para muchos la política hoy es una mala palabra, y no se puede ignorar que detrás de este hecho están a menudo los errores, la corrupción, la ineficienc­ia de algunos políticos. A esto se añaden las estrategia­s que buscan debilitarl­a, reemplazar­la por la economía o dominarla con alguna ideología. Pero, ¿puede funcionar un mundo sin política?» (FT, 176). Si respondemo­s –como el Papa– que la política es necesaria, entonces toca pensar en los requisitos innegociab­les para ‘la buena política’. Lo intento señalando cuatro ámbitos▶ verdad, bien común, encuentro y servicio.

Verdad. Hoy se habla de la amenaza ‘posfactual’ contra la democracia y de la era de la ‘posverdad’ como distorsión deliberada de la realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en las actitudes sociales. Los que saben manejar los entresijos de la comunicaci­ón y la persuasión pueden influir en las relaciones de poder, sacar adelante intereses particular­es y ganar la partida. Atónitos vemos cómo afirmacion­es descaradam­ente falsas, bien aderezadas y debidament­e difundidas a través de las redes, conforman opiniones públicas y votos electorale­s.

Aunque el desprecio a la verdad no es una novedad en la historia humana, sí lo son los medios tecnológic­os que hoy dan resonancia a mentiras y medias verdades. Pilato interrogan­do a Jesús en el pretorio es el prototipo del cinismo político de todas las épocas▶ se niega a determinar la verdad de lo que ve con sus ojos para no compromete­r sus intereses coyuntural­es, y no contento con ello, resuelve la cuestión de la muerte del justo plebiscita­riamente. Sin verdad, perdemos la libertad y la justicia y abrimos las puertas al puro arbitrio del pragmatism­o con el triunfo de los fuertes y el desastre para los débiles.

Bien común. Urge articular un nuevo modelo que tenga en cuenta las necesidade­s y los legítimos anhelos de las personas normales y devuelva la condición humana al primer plano de las decisiones políticas y económicas. Ahí es donde aparece el horizonte de discernimi­ento del bien común como conjunto de condicione­s para una convivenci­a de todos y responsabi­lidad de todos, de manera más directa de quienes ejercen el poder político. En el mismísimo Capitolio, asaltado el pasado 6 de enero por unos energúmeno­s espoleados por Trump, el Papa Francisco explicó en 2015 que la razón de ser de la política es construir juntos el bien común posible, como comunidad que resigna intereses particular­es para poder compartir, con justicia y paz, bienes, intereses y vida social. Eso se traduce en pensar en objetivos comunes, más allá de las diferencia­s, para conformar un proyecto de todos que atienda a las distintas voces que resuenan. El resumen se lo brindó el Papa a Sánchez▶ «Construir la patria con todos».

Si el bien común arranca por no sucumbir a la tentación de apropiarse de lo que pertenece a todos, sigue con la búsqueda de los consensos, alianzas y colaboraci­ones que más beneficien al ‘común’, y con que los ciudadanos cuidemos los recursos y medios necesarios para una digna convivenci­a, en la que se garanticen las libertades y derechos fundamenta­les, las relaciones esenciales de la vida y las necesidade­s básicas de salud, energía, agua, alimentos, espacios urbanos o naturales, educación, cultura, informació­n…. Situando la dignidad en el centro se construyen institucio­nes que estructura­n jurídica, civil, política y culturalme­nte la vida social. Por supuesto, el concurso activo del Estado es imprescind­ible, pero no se agota en él, se realiza en diversos grupos intermedio­s, comenzando por la familia y siguiendo por las agrupacion­es de la sociedad civil y profesiona­l, libremente constituid­as. Además, en la actual situación de interdepen­dencia global, resulta más que evidente la incapacida­d de los Estados nacionales para afrontar los grandes problemas del cambio climático, la pobreza, el hambre, la paz, las migracione­s o las nuevas formas de esclavitud.

Encuentro. La política se ha convertido en un enfrentami­ento continuo entre políticos, que se erigen en protagonis­tas de todo lo que sucede, con descalific­aciones y luchas constantes, en lugar de ser una actividad donde se analizan y afrontan los problemas de la sociedad y se responde a lo que la gente realmente necesita. En este último año y medio de pandemia, por ejemplo, cuanto mayor era el sufrimient­o, más crecían la confrontac­ión y la crispación.

La polarizaci­ón aparece como estrategia diseñada por unos gurús que conciben la gobernanza como una perpetua campaña, reconstruy­endo las trincheras de odio que la Transición había superado. Cuando la sociedad se polariza deja de ser posible el diálogo público sobre los asuntos que nos conciernen a todos, porque la energía se emplea en atizar la división, no en buscar soluciones a los problemas que nos afligen, ni los caminos hacia el bien posible. Es urgente favorecer una cultura pública que encauce las discrepanc­ias y los conflictos, respetando los marcos de derecho que nos hemos dado e impidiendo que, pese a las discusione­s y diferencia­s, la exasperaci­ón destruya los puentes de encuentro.

Servicio. La buena política nunca es búsqueda del poder por el poder. Claro que lo necesita para ser operativa, desde la efectiva separación de los poderes públicos; así como la no politizaci­ón partidista o corporativ­ista de los órganos de la judicatura, el respeto de los procedimie­ntos que garantizan la profesiona­lidad y la pluralidad, y la dotación de los recursos necesarios para la independen­cia del poder judicial. Si se dan buenas prácticas de transparen­cia, control, rendición de cuentas y evaluación se ponen bases propicias para evitar corrupcion­es nefastas. Sería sensato estudiar medidas de reforma electoral para asegurar la participac­ión ciudadana en el sentido de limitar el poder de los aparatos de los partidos y dotar de mayor protagonis­mo a la vida parlamenta­ria. Los cultivos eficaces para entender y practicar el poder como servicio pasan por mantenerse en permanente contacto con la realidad social y con la vida de la gente, en su fragilidad, y por empatizar con lo que afecta a la situación de los pobres.

En fin, no creo que sea mucho pedir que los dirigentes políticos depongan sus egos, sus puras pretension­es partidista­s y sectarismo­s ideológico­s, y se dispongan a trabajar denodadame­nte por proyectos de bien de todos y para todos. El deseo de ello es grande; la necesidad, mayor.

 ?? CARBAJO ??
CARBAJO

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain