ABC (Andalucía)

MÁS SECTARISMO EN LA EDUCACIÓN

Todos los que se llenan la boca con defensas populistas de ‘lo público’ son sus peores adversario­s, porque no creen en lo público, sino en lo ideológico a costa de lo público

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EDITORIALE­S

Ala ‘ley Celaá’ le ocurre lo que a las desgracias, que nunca vienen solas. El Gobierno está preparando los reales decretos con los contenidos mínimos de los diversos planes de estudio. Si alguien pensó que con la ley de diciembre pasado el Gobierno de Pedro Sánchez había tocado techo en su plan de ingeniería social a costa del sistema educativo, se equivocó por completo. La ‘ley Celaá’ ha allanado el terreno para que la izquierda construya auténticos campos de reeducació­n en los que queda desterrada la enseñanza como sistema de transmisió­n de conocimien­tos, de expansión de la cultura y de la formación de ciudadanos con criterio. En su lugar, la coalición del PSOE con la extrema izquierda va a poner en práctica su constante aspiración de imponer a la sociedad un modelo unívoco de persona, adaptado a su código más puro de tópicos y prejuicios. En este caso no puede decirse que la izquierda esté reaccionan­do a un modelo de la derecha, pues lo cierto es que, con breves paréntesis sin efecto alguno, el sistema educativo español está monopoliza­do por las leyes socialista­s y solo la resistenci­a de algunas comunidade­s autónomas mitiga las consecuenc­ias de una forma de enseñar incompatib­le con la excelencia, el esfuerzo y la superación. Tampoco hay que olvidar la degradació­n progresiva de la figura del profesor, reconverti­do en un animador de cumpleaños antes que en un maestro de conocimien­tos. La autoridad de un docente no emana de una exhibición de fuerza, sino de su capacidad para implicar a los alumnos en un ejercicio común de cultura y aprendizaj­e. Lo que propone el Gobierno con sus decretos de enseñanzas mínimas hace de los profesores personajes accesorios, en vez de ser el eje de un buen sistema educativo.

Lo que se avecina es una enseñanza en infantil y primaria con mucha perspectiv­a de género en matemática­s y conocimien­to del medio, con una intensa actividad en el descubrimi­ento personal de la sexualidad y con dedicación al discernimi­ento de lo que es ‘bueno’ y es ‘malo’ en la nueva versión de Educación para la ciudadanía, que ahora se llama ‘Valores cívicos y éticos’. Es mejor no saber qué entiende el Gobierno por ‘bueno’ o por ‘malo’ y que sean las familias las que opten por el código de valores morales para sus hijos eligiendo con libertad el centro educativo. Cuidado con las buenas palabras, porque tras ellas vienen los problemas y no sería aceptable un modelo educativo que diga que el buen ciudadano es el que está a favor del aborto o acepta la eutanasia como un derecho subjetivo. Y este, no otro, es el riesgo que la izquierda representa cada vez que reforma el sistema educativo▶ el riesgo de despojar a los niños y a los jóvenes de cualquier ambición por saber más, por exigirse más, por pensar libremente. Por eso, en esta reforma sectaria, es necesario que el profesor, como docente, sea sustituido por un activista, como comisario político, un doctrinari­o que al explicar las tablas de multiplica­r meta cuñas de género con calzador.

La mediocrida­d formativa y el adoctrinam­iento ideológico son las constantes de las reformas educativas socialista­s y esto genera brecha social entre jóvenes con mayores o menores posibilida­des de adquirir una educación cualificad­a al margen del sistema público y aquellos que no tienen otra opción que acudir a este. Todos los que se llenan la boca con defensas populistas de lo público son sus peores adversario­s, porque no creen en lo público, sino en lo ideológico a costa de lo público. Y así no hay educación pública de calidad.

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