La zona Celaá
Ese ser íntimo es personal pero no biológico, y es anterior a lo cultural
CUANDO los ministros socialistas hablan en público se apoyan siempre en lo que parece una muletilla «Seguimos avanzando, seguimos trabajando en la línea de…». Se pregunta uno qué línea es esa y por dónde iremos ya del avance lineal.
Parece un recurso retórico, pero luego vemos que no, que es real. El penúltimo ejemplo es la ‘ley Celaá’, cuyo contenido curricular ha visto la luz.
Luz más luz, dijo Goethe en las últimas, y podrá estudiarse en las aulas por ser gran onanista. Goethe era dado al tocamiento y serviría de modelo para los niños que inicien sus pasos en el descubrimiento de la colita, propia y quizás ajena, que será, es de suponer, nombrada en todas las lenguas del vasto Estado pardal, pardalet, txistua, paxariño, pajaritu, cipotín y chibichanga. Así como los esquimales tienen cuarenta palabras para lo blanco, en España tendremos como mínimo 17 para esto otro.
Las culturas se pueden clasificar según la atención que le prestan a Onán. Durante mucho tiempo tocarse era pecado y dejaba ciego, argumento que no evitó lo inevitable. Después, la cuestión se sorteó con la ciencia hay espermatozoides, hay óvulos, hay cigotos, y ya que cada cual se apañe. El progreso sigue su curso y ahora las fuerzas pedagógicas harán con el tocamiento lo que hace el Estado con todo lo demás▶ el fomento. Lo fomentará. Es decir, el niño será estimulado, pero no en sentido figurado, sino literal. Se le enseñará a estar atento a la cosquillita primigenia.
Si, como sostienen, es de 0 a 5 años cuando se «construye el género y la sexualidad», lo que va a hacer el ministerio es intervenir esa edad. Si la psique del niño es plastilina pura, ¿qué mejor momento para que unos pedagogos ideologizados y cargados de rencor se pongan a la tarea de eliminar todo lo que separa al niño de su ser íntimo?
Ese ser íntimo es personal pero no biológico, y es anterior a lo cultural. Es una zona cero, la zona Celaá, en la que se define, al parecer, si por aquí o por allá. Y es lo que la Ley, con sus pedagogos, va a desarrollar.
Todo es constructo sociocultural, a menos que el niño o niña o niñe sea LGTBI, que no tiene nada de constructo y es apetencia natural, mas no biológica, que habrá que observar en un vacío sociocultural, en condiciones asépticas de laboratorio. El experimento son los niños.
El PSOE, que ya trajo la sanidad pública, la libertad y el orgasmo, nos va a liberar ahora creando un sistema grecorromano de desfloramiento, ¡todos con la rosa sociata en la mano!
La forma de guiar al niño no es imponerle los reyes godos del gusto, sino «que los bebés puedan descubrir el placer». Se emancipará por fin al crío de la idea de Dios, sustituyéndola por la voz íntima del placer, que como todos sabemos no esclaviza nada.
Ya pueden ponerse las pilas los niños japoneses y de Corea del Sur, que en materia de nueva masculinidad no se van a comer un colín.