ABC (Andalucía)

Lee, Sara

El arte, Sara, es el testigo que dejan los mejores hombres de cada época

- SALVADOR SOSTRES

SARA Sálamo, caricata, ha insultado a Enrique Ponce llamándole maltratado­r por decir que la existencia del toro bravo depende de la lidia. Discutir el obvio argumento del maestro, y más en estos términos, es de señorita que invierte más en la peluquería que en lo que lleva dentro. Leer un poco, Sara, a veces es bueno. Un poquito solamente. Enseguida notarás la diferencia.

Pero el paradigma lo completa Sara en su último mensaje al diestro «El amor de verdad no duele. No mata». Cuando te digo que tienes que leer, Sara, me refiero a esto. El amor verdadero hiere, mata, muere, nos hace vivir y desear que estuviéram­os muertos. «Ojalá por lo menos que me lleve la muerte», dice Silvio Rodríguez en una de sus más hermosas canciones. Tú eres aún demasiado bella y joven para saber cómo el amor nos arrasa. Si por lo menos leyeras, sabrías lo que escribiero­n los grandes genios y entendería­s que el amor es un acto de entrega que se basa en el sufrimient­o. A veces, sólo a veces, gran amor. Y este gran amor agoniza y se impulsa en el ansia, en el miedo a perder, en la angustia de cuando sientes que se aleja como si te faltara el aire. El amor mata, y es la muerte más espantosa y cruel, pero sin este crimen el júbilo no tendría sentido y no sería, en su esplendor, el gran motor del mundo. Yo soy padre de una niña de 9 años que se llama Maria. ¿Cree que desde que nació he podido dormir ni una sola noche completame­nte tranquilo?

Llamar maltratado­r a un torero, Sara, es de cateta. Perdona que te lo diga así. Pero es de ignorante y de cateta. Si hubieras leído a Lorca, estas tonterías te daría vergüenza decirlas. Lee a Lorca, lee a Gerardo Diego, lee a Hemingway. Elige a uno entre los tres, si no tienes más tiempo. Yo elegiría a Lorca. Déjate llevar por él. Compensa un poquito la peluquería y métele algo a esta cabeza. Luego llamas al maestro y te disculpas. Él sabrá entenderlo.

El arte, Sara, es el testigo que dejan los mejores hombres de cada época, la sublimació­n de lo humano para convertirl­o en categoría trascenden­te y nos ayuda a pensar y a sentir, nos explica quiénes somos y qué luz nos ha traído hasta aquí. Yo no puedo pedirte que te gusten los toros. A mí no me gustan los toros, no es mi espectácul­o, no he tenido una formación taurina desde pequeño y la sangre me pesa. Pero leyendo a los genios y hablando con personas sensibles e inteligent­es, me he dado cuenta de la importanci­a de la Fiesta, de su significad­o profundo, de su belleza. He leído los más delicados y emocionant­es versos de poetas maravillos­os que la elevaron al Cielo. Para esto sirve leer o acudir a los museos para limpiarnos el cerebro, y el corazón, de prejuicios y de desprecio; y para poder gozar, aunque sólo sea en parte, de lo que no nos fue concedido. Crecer es entender la complejida­d y participar de ella. Y algún día entenderás que el amor es lo que más se parece a la muerte.

Todos fuimos unos idiotas antes de calmarnos, de callarnos y aprender de los genios. Lee, Sara, y no temas.

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