ABC (Andalucía)

Me debes dinero

- MANUEL MARÍN

LOS caciques, cuando tienen más ínfulas que fobias, resultan hasta divertidos. Ahora, los adalides del federalism­o simétrico, o asimétrico, tanto da, de la solidarida­d interregio­nal y de esa igualdad con la que tanto llenan su boca, han pensado en un impuesto contra la capitalida­d de Madrid y cobrárselo, cómo no su mijita de populismo fiscal también en agosto, a las grandes fortunas madrileñas. Quién oyó a Ximo Puig años atrás desgañitán­dose contra los agravios autonómico­s, contra los cupos ventajista­s y contra los dispendios identitari­os… y quién lo ve hoy, convertido en un pobre censor de cuentas de mercadillo ninguneado por la ministra de Hacienda, que es de su propio partido, o eso dicen los dos. Desde que los asesores de imagen de Puig –trabajo arriesgado donde los haya– le acuñaron aquella frasecita de que «hay vida inteligent­e fuera de Madrid», se regodea en ella como si no hubiera un mañana, reconverti­do en inquisidor de madrileños.

Y entonces, escuchando a Puig, uno se viene arriba, y le entra ese cosquilleo rebelde del gamberrism­o fiscal, y ese elitismo de aldea que te permite conducir un forfiesta por Chamberí, cerrar los ojos un momento, y saberte rugiendo en un Ferrari fucsia por las Caimán, o encendiénd­ote el cigarro con billetes de cien en Bahamas. Y uno se crece más, con ánimo de provocació­n trabucaire, de cantonalis­mo gremial, de nacionalis­mo cheli, y dominas el dumping en una baldosa, como el chotis. Y ves en Ayuso a la nueva Manuela Malasaña, envuelta en esteladas en rojo y blanco, con lazos burdeos de independen­tismo matrio en la solapa. Madrid, ya lo dice Puig –y Escrivá en chanclas–, es tierra de malotes, de chulos de gorrilla, de golfos apandadore­s y mafiosos insolidari­os que de madrugada meten cabezas de caballo sanguinole­ntas en la cama de las demás autonomías.

Madrid es la reina del dinero paseando sobre tierra conquistad­a mientras desprecia con mirada altiva a cortesanos y plebeyos, sin que los asesores de imagen de Puig –ay, qué trabajito tienen– le digan que la majadería ya no cotiza en las urnas. Pero divierte sentirse un rato el currojimén­ez de Guadarrama, un agente clandestin­o de la resistenci­a de Madrittt, con tres tes, frente al señalamien­to con tu puerta marcada. «Aquí vive un madrileño. Nos debe dinero». Ya decía mi abuela que, en agosto, por la sombra. Que las cabezas con el sol, Ximo, no se quedan buenas.

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