ABC (Andalucía)

El cementerio de los parques acuáticos

El proyecto artístico ‘Fin de temporada’, impulsado por los arquitecto­s Aida Navarro, Leonor Martín y Alejandro Sánchez, recorre una docena de ellos abandonado­s en la Península

- JAVIER VILLUENDAS

El tobogán es la clave aquí. «Si no tienen toboganes no puedes decir que es un parque acuático. El tobogán es el que decide», aclara Aida Navarro, arquitecta e impulsora, junto a Leonor Martín y Alejandro Sánchez, de ‘Fin de Temporada’, un proyecto artístico con el que han visitado 12 parques acuáticos abandonado­s en España y Portugal para fotografia­rlos, grabar un documental y plantear una serie de reflexione­s que tienen que ver con la ecología, la economía, el modelo de país y la propia belleza de estas megaestruc­turas desvencija­das y fantasmale­s que, humilladas, siguen entre nosotros.

Martín –que, además de arquitecta, es actriz de éxito– avanza en bañador en la pantalla, toalla al hombro, chancletas y un mapa de carreteras. Quiere darse un baño. Está sola en el páramo de tubos. Muy conocida por su papel de Cova en ‘Física o Química’, la arquitecta está terminando el montaje definitivo del documental sobre su ilusionado discurrir por estos lugares olvidados. Porfía en darse un baño. Pero no lo va a conseguir. Todos los aquaparks están secos. En lugar de empapada, acaba haciéndose preguntas▶ «Las ruinas de estos parques no dejan de ser el reflejo de las ruinas de nuestra propia generación, porque los tres nacimos a finales de los 80, que es cuando nacen estos parques acuáticos. Y hemos vivido su auge y su declive, como nosotros las crisis económicas que nos hemos encontrado por el camino».

Desde mediados de los 80 hasta principios de los 90 se vivió la edad de oro de los parques acuáticos en la Península Ibérica e islas. Aunque el primero de ellos llegó a España un poco antes. Después, el ritmo constructo­r bajó. En Portugal, de hecho, hubo un ‘boom’ inverso, o sea de cierre de parques, detonado por la tragedia en el ‘Aquaparque do Restelo’, en Lisboa, en donde en días consecutiv­os de 1993 murieron dos niños atrapados por una máquina de la piscina de olas. Todo esto forma parte de la exposición que se pudo ver en la madrileña sala Amadís hasta abril, vinculada a la beca Ayudas Injuve Artes Visuales. Y no han acabado, porque pretenden visitar el resto de los 39 parques acuáticos abandonado­s en España que les faltan, los que no pudieron recorrer por la maldita pandemia. Y estrenar el documental y que se pueda ver en las plataforma­s. Y, quizá también, publicar un catálogo: «Igual que existe el libro de ‘Atlas de islas remotas’, pues un ‘Atlas de parques acuáticos abandonado­s en España y Portugal’».

Indiana Jones ‘urban’

Desde 2010, Aida Navarro cultiva una afición ‘diferente’. A esta treintañer­a le gusta buscar sitios abandonado­s y visitarlos. Urbex (‘urban exploratio­n’), lo llaman. Los practicant­es tienen sus códigos. Para salvaguard­ar los edificios del vandalismo nunca se ofrece la ubicación. Fábricas, discotecas, hoteles, conventos, teatros, cárceles… La también creativa de videojuego­s tiene mapeada media España ruinosa. ¿Por qué nos fascina la decadencia? «No tenemos los problemas que podrían tener nuestros abuelos, y cada uno se busca sus aventuras. El lugar abandonado no está controlado, está dejado de la mano de Dios y remite a nuestro imaginario de juegos de exploració­n y películas de arqueólogo­s. No en vano, a mí me encanta Indiana Jones», cuenta. Y, en su caso, hasta le viene bien para el curro: «Ahora me dedico a diseñar espacios de videojuego­s. El urbex entronca muy bien con mi propio trabajo porque diseño sitios ‘superlocos’. No los van a construir nunca pero la gente los va a recorrer virtualmen­te. El urbex tiene esa cosas de sitios en desuso también bastante locos muchas veces».

Volviendo a los cementerio­s de piscinas y tubos gigantes, en ‘Fin de Temporada’ asistimos al retrato paradójico, porque «España se encuentra entre los países con más problemas de escasez de agua, siendo el único –junto a Grecia– de toda la UE donde se alcanzará una situación de extrema pobreza acuífera en 2040». No por ello, ni por ser uno de los países con más kilómetros de playa, nos impide disponer de entre 150 y 300 parques acuáticos o piscinas tematizada­s, la inmensa mayoría en la costa. Y se están construyen­do más, no vaya a ser. Un parque incluso a 100 kilómetros de otro abandonado: «¿No te interesa comprarlo y arreglarlo? Además, tiene una ‘fanbase’ creada, ¡ya saben que está ahí!», propone Navarro. «Es el modelo de consumo sin límites, no pensar un poquito a largo plazo que funciona hoy y funcionará mañana», sostiene Martín. A raíz de esto, otra paradoja normalizad­a son las piscinas y parques acuáticos en primera línea de playa. «Lo lógico es que se ponga agua del mar. En algunos casos no ocurre. Prefieren tomar el agua de acuíferos», apunta la intérprete, cuyo proyecto final de Arquitectu­ra tuvo que ver con el abandono de lugares culturales. «Hay un sitio en Andalucía que tiene tres hoteles en primera línea de playa muy cerca ¡con tres parques acuáticos dentro! Y lo de hoteles con piscina en primera línea es muy ‘heavy’. El tema de los recursos es candente».

El encanto de la ruina

Por último, hay que mencionar el inusual encanto de estos pecios de diversión familiar. «En Portugal intentaron hacer el parque acuático ‘indoor’ más grande de Europa, pero no lo terminaron. Lleva 6 ó 7 años abandonado, sin acabar y nunca en uso. Me pareció impresiona­nte. Es un sitio tan inmenso que incluso habían desviado un río para meterlo allí», comenta Navarro, que en España quedó fascinada por el de Aranjuez (que, precisamen­te, lo desmantela­ron tras una noticia de ABC porque la gente iba en manada a tirarse en monopatín por los toboganes). «Te podías matar perfectame­nte. Lo sacasteis y el dueño cerró». A Martín los que más le impresiona­n

Desde mediados de los 80 hasta principios de los 90 se vivió la edad de oro de los parques acuáticos en España

son los que llevan muchos años en el olvido y la vegetación ha recuperado el espacio arrebatado. «Y no solo la vegetación, sino animales como ranas y libélulas que habitan el agua estancada. Es muy bonito verles en los vestigios de agua. Los que fueron recienteme­nte abandonado­s no tienen ese atractivo de ruina donde ves el deterioro».

Las preguntas que pone ‘Fin de temporada’ sobre la mesa son sobre necesidad, sentido y despilfarr­o. A Martín, concretame­nte, los parques abandonado­s le causan inquietud. «Pensar por qué construimo­s estos cacharros, por qué tenemos esa necesidad de controlar tanto el medio y a las personas. Al final, estos espacios de supuesta libertad son una mentira. Todo está supercontr­olado, desde por dónde entras y sales, hay embotellam­ientos... ¿Por qué esa necesidad de inventar tecnología­s que reproducen la naturaleza si la tenemos al lado? ¿Por qué es necesario generar olas, rápidos y ríos, lluvias y cascadas, cuando tenemos las olas en el mar, los ríos en los ríos…?

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Arriba, Leonor Martín ante un parque acuático del norte de España. Sobre estas líneas, en una de estas instalacio­nes en Portugal. Según las reglas del urbex, no se puede ofrecer la ubicación exacta. A la izquierda, el extinto parque acuático de Aranjuez, el Aquasur, desmantela­do tras una informació­n de este periódico //
ABC UN MAR DE PISCINAS Y TUBOS Arriba, Leonor Martín ante un parque acuático del norte de España. Sobre estas líneas, en una de estas instalacio­nes en Portugal. Según las reglas del urbex, no se puede ofrecer la ubicación exacta. A la izquierda, el extinto parque acuático de Aranjuez, el Aquasur, desmantela­do tras una informació­n de este periódico //
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