¿Qué llevan los escritores en sus maletas cuando salen de vacaciones?
En pleno agosto, un grupo de autores revela cuál es su equipaje vacacional y qué cosas les resultan indispensables para moverse
Ocho autores cuentan a ABC qué meten en el equipaje antes de salir▶ desde cápsulas de café a un mosquitero... Y, naturalmente, el ordenador portátil, plumas, tinteros y libros, muchos libros.
Truman Capote llegó a la Costa Brava para escribir ‘A sangre fría’ con 25 maletas y cuatro mil folios de anotaciones. Tom Wolfe no viajaba sin sus trajes claros y Antonio Tabucchi procuraba llevar siempre un libro de Henry James entre sus cosas. Paul Theroux no salía sin un mapa, un cuaderno y una novela, y Bruce Chatwin sólo podía usar un modelo específico de libreta –por eso empaquetaba varias del mismo tipo–, mientras que Carmen Martín Gaite, que escribía a mano, no se dejaba nunca la pluma estilográfica en casa.
Hay tantas maletas como pasajeros y aunque la profesión no exime a ninguno de empacar el cepillo de dientes, la predisposición a escribir condiciona la lista de enseres indispensables durante los viajes de verano▶ esta o aquella libreta, determinado libro o pluma, la tableta, el portátil, el teléfono... Hay de todo▶ los que marchan muy lejos o sin saber adónde; los que van andando, como el Cela de la Alcarria, o en autobús como Josep Pla. Sea como sea, algo tienen que llevar en sus maletas. ¿Pero qué exactamente?
En pleno agosto –ola de calor incluida–, ocho escritores revelan qué hay dentro de su equipaje y cuántas cosas necesitan en un viaje de vacaciones. Las respuestas dan para todo▶ unos son previsores; otros prácticos, incluso desapegados, aunque también los hay quisquillosos, o están los que directamente pasan de escribir ni una línea durante el tiempo que dure su descanso. Todos coinciden, eso sí, en proveerse de las lecturas suficientes, al menos tres. Acostumbrados al libro electrónico, se entienden con el iPad, pero no debe faltar jamás un ejemplar en papel. Y ya puestos a revelar intimidades, hasta las cápsulas de café o un mosquitero puede hacer la diferencia.
Lorenzo Silva
«He viajado tanto, no sólo por mi trabajo de escritor, sino también en mi otra vida como abogado, que en la maleta llevo lo mínimo indispensable», explica el creador de Bevilacqua y Chamorro y premio Planeta 2012. Silva ha llegado a hacer viajes trasatlánticos –¡incluso a Asia!– solo con un equipaje de mano. Hay cosas que no faltan▶ «El ordenador me lo llevo siempre. Hubo un tiempo en que usé la tableta para escribir, pero volví al portátil». Antes, Lorenzo Silva llevaba una cámara de fotos, pero como ahora la cámara está en el teléfono, evita los trastos. «También uso el móvil para leer libros que me interesan. Intento llevar siempre uno en papel, un libro que ame profundamente. Esa es la compañía que realmente necesito y me aporta. Me puedo llevar a Tucídides, Walter Benjamin o Chandler. Con eso, y los mínimos de aseo y una muda, es suficiente. Al final descubres que puedes dejar casi todo».
Juan Eslava Galán
El equipaje cambia según la edad; así lo cree Juan Eslava Galán, el hombre que ha escrito sobre casi todo▶ la España en la que hasta suspirar era pecado, una Biblia atravesada en 1936 por una bala e incluso acerca de una pata de jamón de 1914 que permanece intacta. Con esos datos, Eslava Galán ha confeccionado una amplia serie divulgativa para escépticos, así como distintas novelas históricas que revitalizaron el género en España. «¿Mis vacaciones? Cuando era joven, impecune y moderadamente aventurero, capaz de alimentarme de baguettes y paté durante un mes, llevaba una mochila y un itinerario aproximado, en el que lo mismo entraba en el museo de tanques de Saumur que a la tumba de Chateaubriand en Saint-Malo (por cierto, la subida de la marea aisló la península de Grand Bé y me obligó a pernoctar acurrucado entre dos rocas). Entonces me bastaban dos mudas y dos libros relacionados con los lugares que iba a visitar, por culpa de los libros, precisamente».
Tanto los itinerarios como los propósitos para subirse a un barco o un avión cambian a lo largo de una vida. «En mi mediana edad viajaba a lugares relacionados con el libro que estaba escribiendo, para transmitir al lector impresiones personales (quizá deba advertir que llevo escritos como diez libros de viajes)». Entre algunos, destacan▶ ‘Viaje por el Guadalquivir y su historia’ (2016), ‘Viaje a la costa de las ballenas’ (2006) o ‘Viaje a los escenarios del Capitán Alatriste’ (2006). A sus 73 años, el escritor y premio Planeta no para de moverse, aunque de otra manera. «Ahora que entro de pleno en la senectud me gustan los balnearios y suelo llevar conmigo un portátil, en el que sigo escribiendo, y un par de relecturas. Este año, fray Antonio de Guevara y una foto
copia del recóndito ‘Prado Espiritual’, de Juan Basilio».
Rosa Montero
«Suelo utilizar mis vacaciones para escribir mis libros, así que me llevo todo el material de la novela▶ los cuadernos, las cartulinas, los documentos necesarios, y además plumas y tinteros y, por supuesto, el portátil. Suele ser un bulto bastante grande y pesado», admite la periodista y escritora Rosa Montero, que en aquello de escribir es muy poco indulgente y, aunque se proponga no redactar ni una frase, igual termina volcada en sus legajos. «En las escasas ocasiones en que me voy unos días de vacaciones de verdad, es decir, no a escribir, siempre me llevo de todas formas la minitableta, que me sirve de lector de libros y de portátil para escribir si lo necesito, un par de cuadernos en blanco o a medio usar para tomar notas y un par de plumas (para pocos días solo llevo recarga de cartuchos, no tinteros, jajaja)»; menos mal que se lo toma a risa, porque cargar esa mochila es un pulso a la voluntad y la disciplina literaria, en especial, si a eso se suma «lo normal que lleva todo el mundo▶ ropa, zapatos, objetos de higiene…». «Ah, y mi perra y la maleta de mi perra (su comida, sus comederos, su cama, sus juguetes). Antes llevaba muchos libros, pero ahora cuando viajo solo los llevo digitales para ahorrar peso».
Ignacio Martínez de Pisón
En los libros de Ignacio Martínez de Pisón los asuntos familiares no prescriben. Poseen un espíritu de conjunto. Son novelas potentes, criaturas vivas que lo han convertido en un maestro al momento de contar la historia reciente de España a través de lo familiar▶ un padre y un hijo que viajan por carreteras secundarias, una madre que vive en un camping con su único vástago, tres generaciones de una familia judía cuya historia comienza y acaba en Melilla. Acostumbrado al viaje, dentro y fuera de sus libros, el aragonés no puede ser más espartano▶ «Lo único esencial es el ‘laptop’ que llevo por si me viene de repente la inspiración y también por miedo a que me desaparezca todo mi trabajo si entretanto hay un incendio o algo semejante en mi piso de Barcelona (en ese ‘laptop’ voy guardando copias de seguridad de todo lo que escribo). Lo demás es secundario▶ algunos libros para leer y unas gafas de repuesto por si las pierdo o se me rompen las normales».
Milena Busquets
La autora de ‘También esto pasará’ (Anagrama) –una novela literaria que sobrepasó las 30 ediciones– y ‘Gema’ (Angrama) es menos solemne al momento de hacer repaso a su equipaje. «Un escritor lleva en su maleta lo mismo que cualquier persona. Yo llevo▶ traje de baño (siempre, aunque me vaya a Alaska, por si acaso), tres o cuatro libros delgados, mi perfume del momento, pastillas para la migraña que también sirven para la resaca; unas Birkenstock (aunque solo sean para la habitación del hotel), un chal (algodón o lana, según la época), tijeras de uñas, alguna pulsera o reloj o algo de mi madre o de mi abuela. Cosas de escritor en plan libretas, etcétera, no llevo. Apunto todo en el móvil. Crema solar factor 50 para la cara, también; siempre. Paraguas nunca».
Juan Gabriel Vásquez
El equipaje del colombiano se parece a sus libros▶ cuidadoso, esmerado, impecable. «En mi maleta de mano, la que nunca facturo ni aunque me toque llevarla en la cabeza, llevo mi ordenador, cápsulas de café (ahora hay máquinas en todas partes), libros (no menos de tres ni más de cinco), mi libreta de apuntes, una linterna pequeña, una cartuchera con minas de lapicero, un bolígrafo, una pluma, adaptadores, post-its de colores y unos billetes cubanos que se quedaron ahí desde 2014. Ah, y tapones para los oídos. Sin eso, no me subo a un avión».
Mónica Ojeda
Aunque renuente a abrir la mochila –dice llevar pocas cosas sin ningún interés–, el equipaje de la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda es, junto con el de Pisón, el más sencillo. «Siempre llevo el ordenador conmigo. Y libros, también. Dos como mínimo, normalmente tres. Suelo empacar siempre una novela y uno o dos libros de poesía. Libretas no suelo llevar».
Laura Ferrero
La escritora y periodista Laura Ferrero se mueve bien en todos los terrenos, igual lleva a cuestas la estantería como empaca una bolsa de dormir y hasta una alfombrita para las salutaciones al sol. Con un pie fuera de casa, a punto de comenzar sus vacaciones, la autora de ‘La gente no existe’ (Alfaguara) y ‘Piscinas vacías’ (Alfaguara) abre sus maletas. «De libros me llevo ‘Los amnésicos’, de Geraldine Schwarz, y ‘La herencia’, de Vigdis Hjorth. Me llevo cámara de fotos, la esterilla por si algún día hago yoga, las primeras páginas de una novela que estoy escribiendo (para corregir); me llevo siempre el ordenador, aunque me prometa no hacer nada termino haciéndolo. Suelo llevar un saco de dormir de verano, de esos de sábana, y una mini mosquitera de las que se cuelgan de cualquier lugar. Aunque este año, sinceramente, dudo que me lo lleve».