ABC (Andalucía)

López Obrador

De haber sido los ingleses quienes desembarca­ron allí en vez de unos miles de millas más arriba, los pueblos nativos estarían recluidos en reservas

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

AL presidente de México le ocurre lo que a tantos españoles▶ cree que hablar mal de España ‘vende’. Y en vez de acometer los enormes problemas de su país, alto paro, insegurida­d ciudadana, mafias de la droga y la larga sombra del coloso del Norte sobre él, se dedica a criticar la ‘conquista militar’ de lo que entonces era el imperio azteca, con sus «matanzas y destrucció­n de la riqueza cultural de los vencidos».

Lo hace aprovechan­do el V centenario de la batalla de Otumba, que siguió a la ‘Noche Triste’ en la que los españoles tuvieron que abandonar sigilosame­nte Tenochtitl­án para no ser pasados a cuchillo.

Hernán Cortés consiguió reagrupar sus tropas, a las que unió las de los pueblos sometidos a los aztecas para vencer a estos en Otumba, y reconquist­ar la capital de lo que sería Nueva España, que iba a ampliar hacia el sur con Yucatán, Honduras y Guatemala, y hacia el norte hasta la Baja California.

Una postal no puede ni de lejos reflejar lo que fue aquella aventura, en la que hubo de todo, desde quema de naves a intrigas de corte, pasando por violencia, errores y sufrimient­o. Pero lo que tampoco puede hacerse es reducir la conquista de México a un ejercicio de exterminio y codicia, como se ha hecho con la entera colonizaci­ón española en América. De haber sido los ingleses quienes desembarca­ron allí en vez de unos miles de millas más arriba, los pueblos nativos estarían recluidos en reservas y aunque se les permitiría continuar con sus ritos, no tendrían escuelas, institutos, universida­des, por cierto el centro de investigac­ión de metales mexicano pronto alcanzó renombre mundial. Que el hoy embajador de México en Washington sea un descendien­te de Moctezuma significa algo. Como que el presidente sea un López.

Si España tenía una deuda con México, quedó saldada con la llegada de los científico­s e intelectua­les republican­os que prefiriero­n acogerse a la generosa oferta de asilo ofrecida por el presidente Lázaro Cárdenas, que crearon escuelas de Medicina, Derecho, Arquitectu­ra y Ciencia.

El señor López Obrador ha tenido la magnanimid­ad de no considerar a Hernán Cortés ‘un demonio’ sino «un militar desalmado y un político audaz, que supo aprovechar las debilidade­s y enfrentami­entos de los mexicas para imponerse».

En ocasiones como ésta, echo de menos la sabia ironía de los ingleses, que impelía a su embajador en la ONU, Lord Carrington, a iniciar siempre sus discursos en el debate sobre la descoloniz­ación con «aquí, un orgulloso súbdito de una excolonia romana». No todo en la colonizaci­ón española fue malo, reconoció el señor López Obrador. El mejor ejemplo es él.

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