Occidente huye de Afganistán sin mirar atrás
Miles de civiles asaltan el aeropuerto de Kabul para intentar subirse a los aviones enviados a rescatar al personal extranjero. Biden culpa del caos a los líderes afganos por rendirse
«Me estoy volviendo loco. Quiero sacar a mi mujer y a los niños de aquí»
«Mi hijo de 4 años me pregunta si me van a pegar. Tenemos preparada la maleta para salir en cuanto reciba la llamada de la embajada»
«Se escuchan disparos del ejército estadounidense para repeler a toda esa masa de gente, de civiles, que el está desesperada por entrar en aeropuerto»
Un teléfono móvil grabó la escena estremecedora de un avión militar de EE.UU. en despegue, alejándose de Kabul y del caos en la capital afgana. De la nave se desprende un cuerpo, una pequeña mancha en el vídeo apresurado de un testigo. En septiembre de 2001 había muchas menos cámaras en las manos de la gente, pero las hubo que captaron manchas similares, que saltaban al vacío desde las Torres Gemelas. Aquellos eran estadounidenses desesperados, que se quemaban vivos en un edificio en llamas, en los atentados que provocaron la invasión de Afganistán por parte de EE.UU. y una guerra de dos décadas. La de ayer –se percibe una con claridad, todo apunta a que han sido más– era un afgano desesperado que se había subido al exterior de un avión militar, agarrado a la necesidad de escapar de una posible represalia de los talibanes, que desde el domingo controlan el país y su capital. Una agencia de noticas afgana mostró imágenes de un cadáver en una azotea de Kabul.
No fue el único episodio violenta vivido en el aeropuerto de Kabul, un escenario que quedará para la historia trágica de EE.UU. Al menos siete personas fallecieron allí desde la tarde del domingo hasta la jornada de ayer, con la situación completamente descontrolada. Tras la toma de control de Kabul por parte de los talibanes y la fuga de Ashraf Ghani, presidente del Gobierno de Afganistán con apoyo de EE.UU., una multitud de personas se dirigió al aeropuerto.
El aeródromo se había convertido en la única vía de escapatoria de Afganistán, con todas las regiones fronterizas bajo control talibán. También es el refugio para los occidentales que tratan de salir de Kabul y países como EE.UU., Francia o el Reino Unido han establecido sus embajadas temporales en edificios del complejo aeropuertario, después de haber escapado de sus edificios a la carrera durante el fin de semana, con los talibanes al acecho.
Durante la noche se vieron imágenes de las zonas de despegue atestadas de ciudadanos angustiados, que buscaban dejar el país y meterse en cualquier de los aviones que salían de Kabul. Ayer la situación fue todavía más tensa. Las hordas de afganos invadieron las pistas desde las que despegan los aviones militares de transporte de EE.UU.
Otros teléfonos móviles grabaron vídeos de centenares de afganos corriendo a los lados de un avión estadounidense que trataba de despegar. Sobre ellos volaban helicópteros de guerra Black Hawk, que buscaban dispersar a la multitud con vuelos bajos. En el avión de transporte, mientras avanzaba hacia su despegue, se veían personas agarradas a los laterales y a los huecos del motor. Quizá una de ellas fue la que se percibió en el vídeo, pero las autoridades de EE.UU. creen que hubo más.
En el caos hubo también tiroteos, estampidas y avalanchas. El Departamento de Defensa de EE.UU. informó de que dos personas abrieron fuego en el aeropuerto contra soldados de EE.UU., que trataban de impedir el acceso de ciudadanos desesperados a los aviones. Según el portavoz John Kirby, se respondió con fuego al menos una vez. También aseguró que las «indicaciones preliminares» apuntaban a que un miembro del Ejército de EE.UU. había resultado herido.
Improvisación rampante
No está claro cuántos fallecidos se debieron a los afganos que se cayeron de los aviones y cuántos a los tiroteos que se escucharon y a las avalanchas provocadas por estos.
En todo el momento, dominó el pánico y la confusión. Decenas de ciudadanos se subían a las escalerillas de los ‘finger’, los puentes móviles que conectan las puertas de los aviones con las terminales, con la intención de colarse en los vuelos. Por el cemento de la pista deambulaban cientos de personas, muchas familias, gente con maletas con ruedas, otros con bolsas en las espaldas.
Los militares de EE.UU., con la colaboración de fuerzas aliadas de otros países, como Turquía, trataron de poner orden, expulsar a la muchedumbre de las pistas y volver a poner en marcha los vuelos, suspendidos durante la confusión. Ayer por la noche parecía que se había controlado la situación, mientras que los talibanes habían impuesto un cordón de seguridad a las afueras del aeropuerto para impedir la llegada de más personas. A pesar de todo, se vieron imágenes de niños y jóvenes saltando un muro para entrar en el complejo.
Ante la violencia y las complicaciones, la Administración Biden anunció el envío de otros mil soldados, al igual que había hecho en la víspera. El goteo de despliegue de militares es una indicación de la mala organización de EE.UU. para la evacuación, de que sus autoridades se han visto sobrepasadas por las circunstancias y de que recurren a la improvisación.
La violencia que se ha evitado, hasta el momento, es entre talibanes y fuerzas de seguridad de EE.UU. Los insurgentes, ya con el poder de Afganistán en sus manos, han cedido el control del aeropuerto de manera indefinida, mientras se desarrollan las labores de eva
Los militares abrieron fuego en varias ocasiones para impedir el acceso a los aviones de afganos; se registraron varios muertos
cuación por parte de EE.UU. y de otros países occidentales, como Alemania, Francia y el Reino Unido, que han presentado un frente común para tratar de sacar a los afganos en peligro.
Un portavoz del Pentágono reconoció que el jefe del Comando Central del Ejército de EE.UU., el general Kenneth McKenzie, al frente de las operaciones en Afganistán, había mantenido conversaciones en Doha con líderes talibanes y les había exigido que no hubiera ataques a sus fuerzas durante la evacuación.
Ante la violencia, la Casa Blanca envió otros mil soldados, poniendo en evidencia su mala organización de la salida