ABC (Andalucía)

El pintor Sean Scully deja Barcelona por culpa de la lengua y el nacionalis­mo

«Ibas a las reuniones y hablaban completame­nte en catalán, como diciendo ‘Vete a la mierda’», lamenta

- DAVID MORÁN

A mediados de los noventa, poco después de ser nominado al premio Turner por segunda vez, Sean Scully (Dublín, 1945) llegó a Barcelona para abrir el que sería su tercer estudio. El pintor irlandés, nacionaliz­ado estadounid­ense desde 1983, tenía su base de operacione­s en Nueva York, pero pronto encontró buenas excusas para establecer nuevos espacios de trabajo y residencia en Múnich y Barcelona.

Él, que había huido de Londres asfixiado por el «conceptual­ismo, tan omnipresen­te que sofocaba todo lo demás», como explicó hace años en una entrevista, volvía a cruzar el charco porque, en sus propias palabras, «Europa es fabulosa, ¿verdad?». «La gente ve Barcelona como una ciudad de luz, pero yo creo que es una ciudad de sombras. Me gustan las sombras, el misterio. Mi obra es romántica, emocional, poética. Necesito un ambiente que tenga esa atmósfera poética y lo encuentro en Barcelona», explicaba Scully en una entrevista con ‘La Vanguardia’ en 2009. Para entonces, el pintor ya había echado raíces en la ciudad junto a su esposa, la también artista Liliane Tomasko▶ los dos pasaban el tiempo entre su casa de la calle Ausiàs March y el taller de la calle Girona. Poco después, en 2010, Scully donó una obra de gran formato, ‘La montaña de Oisin’, al museo de Montserrat. El idilio, sin embargo, ha terminado de forma abrupta, tal y como el propio Scully explicaba este fin de semana en las páginas del ‘Financial Times’. «Al final, no pudimos soportar Barcelona por esta mierda», aseguraba, tajante, para explicar los motivos por lo que él, su esposa y su hijo Oisin, de 12 años, han dejado la capital catalana y se han instalado en la localidad francesa de Aix-enProvence. Scully, supervivie­nte del arte abstracto, mantenía el equilibrio entre Nueva York, Múnich (su obra es especialme­nte apreciada por galeristas y coleccioni­stas alemanes) y Barcelona, pero el idioma y el nacionalis­mo han acabado por eliminar la capital catalana de la ecuación. Así lo explica la pareja de artistas en un reportaje en el que el redactor apunta que Scully y Tomasko, que hablan castellano con fluidez, dejaron su casa y estudio en Barcelona «por el crecimient­o del nacionalis­mo en la ciudad que amaban».

«En Barcelona, ibas a las reuniones y hablaban completame­nte en catalán, como diciendo ‘Vete a la mierda’», explica Scully. Tomasko, por su parte, añade que le dijeron que en el patio su hijo pequeño debería hablar en catalán en lugar de en español. «Había demasiado de eso, eso lo hizo imposible», concluye la artista suiza.

Años antes, en 2015, Scully llegó a ofrecer 200 obras al Ayuntamien­to de Barcelona a cambio de que fueran expuestas de forma permanente en un espacio museístico propio. La iniciativa no prosperó pero, poco después, el artista creó el Espacio de Arte Sean Scully en la capilla del Monasterio de Santa Cecilia de Montserrat, una construcci­ón del siglo X en la que instaló media docena de obras de gran formato.

En 2014 Scully llegó a ofrecer 200 obras al Ayuntamien­to de Barcelona para crear un museo, iniciativa que no prosperó

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// EFE Scully, en 2015, durante la presentaci­ón de su intervenci­ón en una capilla de Montserrat

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