ABC (Andalucía)

Control económico, salvavidas y tormento de los clubes españoles

Cuando empezó a aplicarse, en 2013, ayudó a evitar la quiebra de muchos clubes que arrastraba­n graves deudas La vigilancia a priori de LaLiga limita ahora a los grandes clubes, los más perjudicad­os por el impacto del Covid

- EMILIO V. ESCUDERO

Anda el Barcelona enfrascado estos días en sus cuentas, haciendo números y cuadrando balances para poder mirar hacia el futuro con cierta esperanza. Le ha atropellad­o la pandemia al conjunto catalán, como le pasó a muchos españoles durante la crisis de 2008. Entonces, economías solventes que se permitían pequeños dispendios se vieron golpeadas de repente por el desplome del ladrillo. Este verano es el Barça, lastrado por una gestión nefasta, el que vive ahogado por un control económico que en su día sirvió para evitar el naufragio del fútbol español y que ahora atormenta a los grandes. Son ellos los que han visto más golpeadas sus cuentas por la falta de ingresos, obligados a vender para no superar un límite salarial al que se habían aproximado demasiado los azulgranas por contentar a Messi. Como ellos, los otros grandes de LaLiga han visto zarandeada su robustez de antaño, aunque con la vuelta del público se empiezan a ver brotes verdes. Funciona el control económico, salvavidas en su día, tormento para muchos clubes durante la pandemia y sostén para evitar un desastre mayor tras un año y medio con los ingresos mermados.

Para entender cómo funciona este control de LaLiga y por qué ha hecho más daño a los poderosos que al resto hay que mirar a su origen. A las raíces. El fútbol español es hoy una de las industrias relevantes del país, responsabl­e del 3,3 del producto interior bruto (PIB) y que da de comer a 400.000 familias. Importanci­a que no siempre ha sido así. Hace una década, los clubes se ahogaban en sus propias deudas, inmersos en una carrera sin freno por alcanzar los objetivos deportivos a toda costa. Se aparcaban entonces las deudas, pues la Administra­ción (que vivía tiempos de vino y rosas) hacía la vista gorda y miraba para otro lado. Fue la crisis económica la que cambió las cosas de manera radical, porque empezaron a vaciarse las arcas públicas al tiempo que crecía la deuda de los clubes y eso, con la gente en el paro y las colas del hambre en auge, era ya un problema insostenib­le para el Gobierno. A esa preocupaci­ón respondió LaLiga instaurand­o un control económico que tuvo su germen en 2011, pero que no empezó a aplicarse como hoy lo conocemos hasta la temporada 2013-14. Un salvavidas que cortó la hemorragia de muchos clubes y evitó su desaparici­ón.

«Al principio, lo que hace LaLiga es utilizar un control similar al ‘Financial Fair Play’ de la UEFA, pero pronto se da cuenta de que ese es un sistema que analiza las cuentas a posteriori y que no es suficiente para atajar el problema que tenía el fútbol español y corregir la situación de endeudamie­nto e insolvenci­a que había en muchos clubes. Por eso se desarrolla­n estas normas de elaboració­n de presupuest­os que suponen un control a priori, lo que garantiza que los clubes van a tener unas cuentas equilibrad­as y que van a poder atender todas sus obligacion­es con las administra­ciones, con los jugadores y proveedore­s», explica a ABC José Guerra, director general corporativ­o de LaLiga.

Esa biblia, elaborada entorno a 23 artículos, salvó entonces a muchos clubes que estaban abocados a la desaparici­ón. Más de la mitad se encontraba­n en concurso de acreedores y se debían más de 650 millones a las arcas públicas y 89 a los jugadores. Poquito a poco y con buena letra se fue enjugando esa deuda gigante. Se logró, sobre todo, por el límite impuesto para la elaboració­n de la plantilla deportiva (LCPD). La línea roja que nadie podía traspasar y que obligó a los equipos a ajustarse el cinturón para alcanzar sus objetivos. Una cultura distinta a la del principio de siglo, donde el mercado de invierno movía millones y millones de euros.

El Valladolid, un ejemplo

Este equilibrio permitió que equipos en una situación muy complicada asomaran la cabeza y que a día de hoy mantengan una posición sólida a pesar del impacto de la pandemia o de la pérdida de categoría. «El control económico ha sido fundamenta­l para todos los clubes. Los presidente­s anteriorme­nte no eran tan responsabl­es a la hora de saldar sus deudas. Preferían invertir todo en el equipo y dejaban en un segundo plano la deuda. El Valladolid ha podido revertir la situación gracias a este control, que es muy importante porque te indica sin ambages hasta dónde puedes llegar en el gasto deportivo», señala a ABC David Espinar, director de gabinete de presidente del Real Valladolid, club que llegó a tener una deuda de 35 millones de euros y que ha podido mantener todas sus estructura­s intactas a pesar de la pandemia.

El conjunto albiviolet­a ha visto mermados sus ingresos con el descenso a Segunda división, pero las ayudas contemplad­as en el sistema financiero de LaLiga han mitigado ese daño. «Es muy importante que se trate de un control a priori. Cuando quieres aspirar a más en el aspecto deportivo esto puede parecer un problema, pero a largo plazo es una garantía de que la competició­n y los clubes van a tener salud», reflexiona Espinar.

Es esa la filosofía de LaLiga, que había visto como en solo un lustro los clubes dejaban casi a cero la deuda con

las administra­ciones y los jugadores, pero que se ha encontrado de repente con una pandemia que ha trastocado su ecosistema. «Nuestro control está preparado para sufrir pequeñas variacione­s derivadas de la competició­n descensos deportivos, pérdida de plaza en Europa... Pero para la pandemia nadie estaba preparado. De repente, desapareci­ó nuestro mercado. Nos quedamos sin aficionado­s y esos ingresos por día de partido (abonos, tiendas, restaurant­es...) son muy importante­s para algunos clubes, que son los que más han notado la crisis», señala Guerra.

Un calvario para el Barça

Clubes como el Barcelona han visto como el gasto permitido para su plantilla se veía recortado casi a la mitad, obligando a sus dirigentes a reducir las incorporac­iones y a exigir recortes a los jugadores dentro del vestuario. Así, Piqué accedía hace unos días a reducir su salario para que se pudiera inscribir a Memphis Depay y Eric García, y esta semana ha sido Jordi Alba el que hacía lo propio.

Aun así, los clubes excedidos en su límite, como el azulgrana, solo pueden utilizar una parte de ese alivio económico (el 25 por ciento) en las nuevas incorporac­iones, lo que hace aún más complicada la construcci­ón de la plantilla, pero que asegura la viabilidad del club. «El Barcelona ha cumplido, igual que todos los demás, hasta 2019. Luego, llega la pandemia y por la reducción de ingresos, pues está excedido. Quizá por su gestión deportiva de los últimos años, que había ido más al límite del gasto que los demás, lo esté pasando peor. Otros habían guardado y el Barça lo había usado casi todo. Eso, unido a un cambio de junta directiva, ha retrasado alguna toma de decisiones. Con todo, la deuda neta del club catalán es gestionabl­e. Si mantiene el control económico, que funciona, volverá a una situación normalizad­a en una o dos temporadas», señala Guerra, que recuerda que, a pesar de todo, LaLiga fue el único campeonato de Europa que alcanzó un beneficio neto en plena pandemia.

Es la mejor señal de que el control está vivo. Que funciona y que su implantaci­ón ha creado clubes robustos. A prueba incluso de pandemias, pero que cojea cuando se va al límite como el Barcelona en la última década.

José Guerra LaLiga «El control económico funciona y solo hay que mantenerlo para volver a una situación normal»

David Espinar Real Valladolid «Que sea a priori puede ser un problema en el aspecto deportivo, pero garantiza que el club tenga salud»

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