Septiembre
Ha cambiado el Gobierno, pero el resultado es el mismo
JOSÉ MARÍA CARRASCAL
LLEGA el otoño, la estación de la vendimia, de la fruta tardía, de los días cada vez más cortos y de las asignaturas pendientes. Los sibaritas lo prefieren a la primavera, tan voluble y antojadiza, e incluso lo eligen para sus vacaciones, para huir de las multitudes y gozar de un sol que ya no hiere, pero aún calienta, siempre que la meteorología no envíe huracán tras huracán que obliguen a adelantar no sólo el horario, sino también el vestuario de invierno.
Algo así le está ocurriendo a nuestro Gobierno, que se las prometía muy felices al haber podido sortear los huracanes que le envía la situación nacional e internacional, pero se los encuentra convertidos en temporales, tanto o más difíciles de sortear. Vean lo ocurrido con el desbocado precio de la luz. Creían tenerlo controlado con una factura que sólo entendían los ingenieros y se lo encuentran doblado en cuestión de semanas y subiendo. Lo más grave es que estamos hablando de la energía, de la electricidad, que mueve hoy ordenadores y ascensores, cafeteras y aires acondicionados, la tele y la bolsa de la plaza. Con el resultado inevitable de que todo ha subido de precio. La inflación se ha plantado en un 3,3 por ciento y el megavatio hora en 130,53 euros, un récord histórico. La primera consecuencia es que las cuentas del Gobierno ya no cuadran, incluso con los dineros que van a llegar de Bruselas. Y si pensamos que repercute en sueldos y pensiones, no les digo nada.
Pero no es eso sólo. El Gobierno quiso apuntarse un tanto con la salida de Afganistán. Hoy se ve que ni siquiera se han salvado los muebles, pues muchos de los cooperantes se han quedado allí. Es verdad que todos se equivocaron. Pero ese es un remedio de tontos y sólo la acción conjunta podrá borrarlo, algo cada vez más lejos y difícil. Lo mismo ocurre con la pandemia, creían tenerla domada con la vacunación masiva, pero cediendo su control a las autonomías, para no desgastarse, pero se encuentran con una quinta ola, menos contagios, sí, pero con más muertos. Menudo negocio.
En el frente doméstico, lo mismo. Tras una diada inquietante, se reunirá la mesa de diálogo sobre Cataluña, con Aragonès dispuesto a llegar a un acuerdo si se le promete celebrar un referéndum por la independencia antes de 2030. Algo que para el Gobierno sería como un tiro no ya en el pie, sino en la sien. Y, además, con Junts rechazándolo porque quiere el referéndum y la amnistía de los condenados por el golpe de 2017. Que es como pedir la Luna.
Mi temor es que se aproveche esa mesa para dar más competencias y preferencias a Cataluña, por ejemplo, en los fondos europeos, sin renunciar a sus reivindicaciones. Habrá que estudiar con lupa cada acuerdo para que no ocurra lo de tantas veces▶ que paguemos la continuidad de Sánchez en La Moncloa y La Mareta con atribuciones y soldadas que sólo pertenecen a España. Ha cambiado el gobierno, pero el resultado es el mismo.