«Tenemos que salir de este infierno. Ninguna familia merece esto»
Los colaboradores afganos de la Aecid narran desde Kabul su desesperación
Miles de personas se encuentran varadas en las inmediaciones del aeropuerto de Kabul tras el final de una guerra que se ha prolongado durante casi 20 años y que no ha terminado con un acuerdo de paz, sino con un puente aéreo que ha sacado a miles de personas del país por temor a las represalias de los talibanes. A otras miles el bloqueo en el aeropuerto y el fin de la misión internacional en Afganistán les ha dejado en tierra. Entre ellas, se encuentra un centenar de profesionales que colaboraron con la Aecid que poco a poco van perdiendo la esperanza de salir del país y huir del terror talibán.
«Mi mujer está embarazada de ocho meses. Conseguimos llegar a los alrededores del aeropuerto y pedimos a los soldados que nos dieran prioridad por nuestra situación, pero nadie nos escuchó y tuvimos que volver a nuestros escondites», relata angustiado Abdul, un joven veterinario que colaboró con los proyectos de la agencia de cooperación española en Badghis. «Ninguna familia merece pasar sus días y sus noches dando vueltas en el aeropuerto».
Los días pasan y el dinero también se acaba. Para muchas familias, Kabul no es un lugar donde tengan una casa donde alojarse y son los hoteles de la capital los que sirven de escondite. «Probablemente estaremos semanas aquí, y los hoteles ahora en la ciudad son extremadamente caros, casi tres veces más que antes y no podemos pagar esos precios. Solo esperamos una oportunidad para salir de esta tierra de pena y dolor. Tenemos que salir de este infierno», cuenta Abdul.
Sin dinero
El dinero mengua, y la comida y el agua potable también, y las condiciones de salubridad cada día son peores, sobre todo cerca del canal que separa el aeropuerto de Kabul de la calle principal, donde están agolpados miles de personas con los documentos en la mano a la espera de poder entrar. «No hay comida, ni agua. La mayoría de mi familia (esposa, dos hijos y dos hijas) han enfermado porque estamos cerca del canal con aguas negras, por la suciedad y también los cadáveres que han tirado», narra Gul, responsable de farmacia de uno los programas. En la misma situación está la familia de Ghulan, ya que su familia también bebió de esas aguas y se encuentran enfermos▶ «Dejamos todo▶ casa, pertenencias, todo. Estamos pasando unas terribles condiciones en el canal donde bebimos agua contaminada y estamos todos enfermos», relata este médico.
Irse de Kabul ahora no es una opción y mucho menos regresar a sus hogares donde todo el mundo se conoce y ya no es seguro. Aazami, administrativo de la Aecid durante 2011 y 2013 también se planteó volver de Kabul, donde llegó para poder coger un avión, a la provincia de Herat donde nació. «Kabul era nuestra única ventana de esperanza, pero tras más de diez días gastando todos nuestros ahorros, y haciendo frente a grandes peligros▶ talibanes, riesgos en el aeropuerto, muchedumbres por toda la ciudad... no podemos volver a Herat».
La misma desesperación y angustia la vive Sayed con sus cinco hermanas, mujer y tres hijos pequeños. Esta familia sí llegó a entrar en el aeropuerto, e incluso les informaron de que tenían hueco en un avión el 23 de agosto para las cinco de la madrugada, pero el caos en la terminal y un sinfín de malentendidos con los militares, provocaron que vagaran por la pista durante tres días. «Mi hijo pequeño de cuatro años se deshidrató y estuvo a punto de morir», narra Sayed, quien teme que los talibanes lleguen a conocer el lugar donde se esconden. «Dos veces han llamado a nuestra puerta y nos tuvimos que cambiar de casa. Espero que el Gobierno de España tome medidas y salve nuestras vidas».
Ahora, solo esperan que desde el Ministerio de Exteriores les llegue una llamada que signifique poder salir con vida de Afganistán.