ABC (Andalucía)

Lo que la Casa Blanca se dejó atrás: armas, ciudadanos de EE.UU. y civiles afganos

▶El Pentágono dice que los aviones que ha dejado en Kabul tras su salida «no podrán volver a volar»

- D. ALANDETE

Los republican­os creen que «este es un momento oscuro, una mancha en la historia de EE.UU.» por lo apresurado del repliegue

Cuando el último avión de transporte militar C-17 partió de Kabul un minuto antes de la medianoche del 30 al 31 de agosto, atrás quedó no solo un maltrecho arsenal de guerra a manos de quien había sido el enemigo durante dos décadas, sino también un centenar de ciudadanos estadounid­enses y más de 200.000 civiles afganos que apoyaron a las fuerzas armadas estadounid­enses en sus veinte años de guerra y hoy temen las represalia­s de esos mismos talibanes, envalenton­ados tras su triunfal regreso al poder.

Según informó el lunes el Pentágono al anunciar la salida definitiva de Afganistán, quedan en el aeropuerto de Kabul un centenar de vehículos militares, en concreto 70 Mark y 24 Humvee, además de 73 aviones que, según dijo el comandante responsabl­e, Kenneth McKenzie, «no volverán a volar», porque han sido dañados sin remedio por los propios soldados que los abandonaro­n.

Este abandono ha provocado la ira republican­a. Quien más crítico ha sido con Joe Biden y sus generales es su predecesor, Donald Trump, quien de hecho comenzó las negociacio­nes con los talibanes en 2019.

Torciendo los datos como suele hacer, Trump ha dicho en un comunicado que el coste del material abandonado es de 85.000 millones de dólares, 72.000 millones de euros al cambio actual. «Se debe exigir que ese equipamien­to sea devuelto de inmediato a EE.UU.», dijo Trump, quien luego además sugirió volver a invadir Afganistán o bombardear los lugares donde se detecte que hay armamento estadounid­ense dejado atrás. (Ese dato de 85.000 millones correspond­e en realidad a una cifra de 82.900 millones que el Gobierno de EE.UU. estima que se ha invertido en material bélico en Afganistán desde el principio de la guerra en 2001, no lo que queda atrás esta semana).

Lo cierto es que no es el único material bélico estadounid­ense que los talibanes poseen hoy en día, porque al hacerse con el poder, obligaron a las Fuerzas Armadas afganas a rendirse, y a entregar todo el material que EE.UU. les ha entregado durante las pasadas dos décadas, incluidos helicópter­os modelo Black Hawk, Mi-17 y MD-530.

Evacuación incompleta

En las pasadas dos semanas, las tropas de EE.UU. han evacuado a 6.000 ciudadanos estadounid­enses, pero, con gesto compungido, el general McKenzie tuvo que admitir el lunes que han quedado en Afganistán un centenar de ellos, a los que no fue posible extraer, aunque ellos lo deseaban.

Según explicó ayer el portavoz del Pentágono, John Kirby, «el tiempo, el espacio y las amenazas de seguridad simplement­e no nos permitiero­n llegar a ellos». «Aunque no creemos que las cifras sean muy elevadas, obviamente todavía estamos preocupado­s por nuestros aliados, amigos y conciudada­nos estadounid­enses que todavía quedan allí», agregó. Ahora, depende de los talibanes decidir si los dejan salir, y cómo.

Y por último, quedan en Afganistán más de 200.000 civiles que trabajaron para las fuerzas armadas o la misión diplomátic­a estadounid­ense, que arriesgaro­n sus vidas contando con el apoyo a futuro de Washington, y que ahora han quedado a su suerte, después de que EE.UU. se haya llevado a otras 122.000 personas, pero no ellos.

En el Capitolio, impera la conmoción. La críticas le llueven a Biden a izquierda y derecha. Como ha expresado el diputado republican­o Mark Green, que sirvió en Irak y Afganistán antes de lanzarse a la política: «Este es un momento oscuro, una mancha, en la historia de nuestro país. Cientos de estadounid­enses y miles de aliados afganos quedaron tras las líneas enemigas. Esto es imperdonab­le. No se equivoquen: nadie quiere una guerra eterna, pero esto está lejos de haber acabado. Los talibanes son un enemigo sádico, y los ciudadanos estadounid­enses y los aliados afganos que quedaron atrás serán sus prisionero­s».

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