Consecuencias y desafíos a los que se enfrenta Biden
▶El presidente deberá lidiar con una tormenta perfecta generada por una salida apresurada de Afganistán
El abordaje del mayor general Chris Donahue en un avión de transporte C17 en el aeropuerto de Kabul –el último militar estadounidense con sus botas en tierras afganas– del lunes por la noche cerró dos décadas de guerra para EE.UU. y un repliegue de tropas caótico y violento. Esa imagen acaba con un episodio difícil y desastroso para la presidencia de Joe Biden, pero abre otro que no será más fácil. Quizá, todo lo contrario, con una combinación de desafíos que marcarán buena parte de lo que queda de su mandato.
Los que se quedan en Afganistán
La evacuación desordenada y mal planificada de Afganistán tiene una consecuencia inmediata no han podido salir del país todos aquellos que EE.UU. hubiera querido. Con los talibanes en el poder mucho más rápido de lo que anticipaba la Administración Biden, EE.UU. se vio forzado a una evacuación en los términos que imponían sus enemigos.
Biden se encuentra ahora con que decenas de miles de afganos que colaboraron con el Ejército de EE.UU. contra los talibanes se han quedado tirados en el país. El procesamiento de sus visados se eternizó y muchos no tenían papeles para cuando los talibanes –de quienes temen represalias– tomaron el control del país. A muchos afganos en riesgo –mujeres, activistas, periodistas, funcionarios–, EE.UU. también les prometió sacarles del país. Incluso hay cientos de personas con nacionalidad estadounidense que, ya sea por problemas para llegar al aeropuerto o porque han preferido quedarse en Afganistán, tampoco han sido evacuadas, algo que los republicanos utilizan para cargar contra Biden.
EE.UU. defiende que, junto a sus aliados, presionará a los talibanes para que permitan la salida de todo el que lo desee. Pero sin militares ni diplomáticos en el país, todo dependerá de los nuevos gobernantes de Afganistán.
Desconfianza de sus socios internacionales
«¡América ha vuelto!», celebró en repetidas ocasiones Biden a comienzos de año, en sus primeras participaciones en foros internacionales. Era una forma de cambiar de curso frente a la política internacional de su antecesor, Donald Trump, que tensó la cuerda con los aliados tradicionales de EE.UU., con aranceles y mayores exigencias dentro de la OTAN.
Biden prometía una política exterior responsable, coordinada y previsible. Lo ocurrido en Afganistán es todo lo contrario y siembra de dudas la relación con sus socios europeos –el debate sobre una mayor autonomía estratégica de Europa ha ganado fuerza–y en Oriente Medio, donde otras presencias militares de EE.UU., como en la alianza para derrotar a Daesh en Siria, están ahora bajo interrogante.
Una oleada de refugiados
La evacuación a la carrera de más de 110.000 afganos abre un proceso ahora largo y tortuoso, con muchos peligros políticos para Biden. Su Administración debe ejecutar un escrutinio, alojamiento e inserción de miles de familia en el que tendrá que hacer equilibrios entre las exigencias de trato humanitario por parte de los activistas de izquierda y la presión ‘nativista’ de la derecha más próxima a Trump, que ya ha advertido de que un ingreso masivo de inmigrantes está diseñado para cambiar la naturaleza de EE.UU. Cualquier desliz en la gestión de los refugiados y cualquier problema que provoquen en los lugares de acogida recaerá sobre Biden.
La nueva lucha contra el terrorismo
EE.UU. fue a Afganistán a acabar con los terroristas que le atacaron en el 11S y, veinte años después, sale del país entre atentados de otros grupos terroristas. EE.UU. acabó con el líder de Al Qaida, Osama bin Laden, y arrinconó a sus protectores, los talibanes. Pero nunca acabó ni con unos ni con otros. Ahora deja un país controlado por los talibanes, y con presencia creciente de grupos como Estado Islámico-Jorasán. Después del atentado del pasado jueves, en el que murieron cerca de 170 afganos y trece militares estadounidenses, EE.UU. contraatacó con dos operaciones con drones. Era una forma, sobre todo, de mostrar a la opinión pública en casa que, pese a la ausencia militar, la capacidad antiterrorista de EE.UU. no mengua. Su estrategia será operar con tácticas ‘más allá del horizonte’, con drones y operaciones lanzadas desde sus bases en los países del Golfo. Tendrá que demostrar la capacidad de evitar la expansión del terrorismo y controlar la amenaza de ataques en el propio EE.UU. con estas operaciones.
Solapamiento de crisis
Biden se enfrenta a una tormenta perfecta de crisis. La salida de Afganistán ha coincidido con una nueva oleada de contagios por Covid-19, impulsada por la variante Delta. Además de la factura sanitaria –hay estados con sus infraestructuras hospitalarias saturadas–, la expansión de infecciones empieza a provocar restricciones que podrían ralentizar la recuperación económica. Biden prometió en campaña liderar con orden y firmeza a EE.UU., sacarlo de la pandemia y restablecer la confianza en las instituciones y en el Gobierno. Está muy lejos de conseguirlo y sus índices de valoración, muy positivos hasta este verano, se han hundido con la confluencia del caos en Kabul y la nueva ola del Covid.