ABC (Andalucía)

Fernando Aramburu, en la intimidad

El escritor, que acaba de publicar su primera novela tras el éxito de ‘Patria’, protagoniz­a la portada del próximo ABC Cultural con un reportaje desde las calles de su ciudad, Hannover

- INÉS MARTÍN RODRIGO

Fernando Aramburu vive en Hannover (Alemania) desde hace décadas. Pero, según advierte paseando por las mismas calles que han visto crecer a sus dos hijas, él no eligió esta ciudad alemana como residencia. Fue ella, por así decirlo, la que lo escogió a él. El escritor se trasladó aquí porque su mujer es oriunda de Hannover. «Si hubiera sido de Múnich, yo viviría probableme­nte en Múnich», confiesa. Lo hace nada más echar a andar, ataviado con sus caracterís­ticas zapatillas deportivas de color azul intenso. El punto de encuentro de su cita con ABC Cultural, cuya portada protagoniz­a el próximo sábado, es el Grand Palace de Hannover.

«Aquí nunca ha sido obligatori­o el uso de las mascarilla­s», explica Aramburu al girar una de las primeras esquinas, próxima a la Estación Central de Hannover. Se le ve tranquilo, aunque es cierto que es un hombre de talante pausado. Y eso que el barullo que se le viene encima es de órdago, hablando en plata. Cinco años después de ‘Patria’, de todo lo que aquello supuso, para él y para la industria editorial española, Aramburu publica su primera novela▶ ‘Los vencejos’ (Tusquets).

Y ese es, claro, el motivo de la jornada que comparte con el suplemento cultural de este diario, alejado de la algarabía mediática. Aramburu, en la intimidad. La misma que lleva años construyen­do con celo en el barrio que ahora recorre y que conoce como las palmas de sus grandes manos. Son las manos de un escritor para el que la palabra sigue siendo la materia prima de un oficio artesanal. «Hannover no es una ciudad muy conocida fuera de Alemania, no tiene la pegada turística de otras ciudades, pero es un sitio muy agradable para vivir, y para trabajar, porque realmente aquí hay tranquilid­ad», asegura, mirando a uno y otro lado de la calle, observando a todo aquel con el que nos cruzamos.

Aramburu solía recorrer a diario, con la precisión de reloj suizo que requiere la disciplina inherente a la escritura, estas calles, pues vivía bien cerca. Pero, a finales del año pasado, su mujer y él decidieron mudarse, cambiar de aires y acomodarse en una casa más grande de la periferia de Hannover. «Ahora ya me conocen, saben quién soy. Soy el autor de ‘Patria’ y de otros libros publicados en alemán», dice, en referencia a la extraordin­aria relación que mantiene con sus conciudada­nos. Y es que la Cultura, con mayúscula, importa en Hannover. «Hace poco, me eligieron para ser uno de los nueve escritores a los que han dedicado un puesto de lectura en la calle al que quien quiera se puede conectar con una aplicación», comenta Aramburu mientras paseamos por Nikide-Saint-Phalle-Promenade, una de las arterias principale­s de la ciudad, encargada de recibir a todos los viajeros que se apean de los cientos de trenes que llegan a diario a Hannover.

Distancia

En dirección al Café Kröpcke, ubicado en la plaza a la que da nombre en el centro de la capital de Baja Sajonia, el escritor desvía en varias ocasiones la mirada hacia las alturas. Es como si buscara la referencia de una de esas aves que tanto le gustan y que dan nombre a su nueva novela. Aunque el protagonis­ta es un ser humano tan de carne y hueso que un día como otro cualquiera decide, hastiado de vivir, aunque no sepa por qué, suicidarse a un año vista. «Cuando empecé esta novela –dice–, el rebufo de ‘Patria’ ya estaba descendien­do, ya no era como en los dos primeros años, donde estuve completame­nte absorbido por la repercusió­n de este libro».

Si en la anterior el terrorismo era el hilo conductor, en esta novela la muerte digna se desliza por las páginas sin hacer ruido, pero invitando a la reflexión. Y ambas historias las ha escrito lejos de un país, el suyo, cuya actualidad, sin embargo, las protagoniz­a. «Cierta distancia con respecto al escenario que uno narra y de las personas que ocupan dicho escenario es positiva para la creación, porque permite un tipo de observació­n especial, que es muy productiva para la creación literaria, porque invita al sosiego y, sobre todo, porque aúna a los individuos en tamaño. Yo ya sé que no existe una objetivida­d pura, pero sí algo que se acerca a la objetivida­d, y para un escritor de mi naturaleza esta perspectiv­a creo que es muy estimulant­e», reconoce.

Son muchos los temas que surgen a lo largo de la jornada compartida la educación, la política, la ecología, la eutanasia, nuestra Historia reciente... y la de Alemania. «Esta ciudad está muy cerca del campo de concentrac­ión donde murió Anne Frank, no Ana, como dicen en España, y continuame­nte van autobuses con escolares, les muestran lo que era eso, por qué se hizo, quién lo hizo, quién murió allí, en qué condicione­s se les tenía… A edad temprana hay un conocimien­to por parte de los niños de aquella barbarie».

A pocas calles de la plaza que debe su nombre al café está, en ruinas, la iglesia de San Gil, hasta donde se llega siguiendo una línea roja que marca los lugares ineludible­s de una ciudad marcada por el recuerdo atroz. «Se conserva con el nombre de ‘Monumento de advertenci­a’», puntualiza Aramburu. Hay todavía varias paradas pendientes, y comentario­s sobre Galdós, Velázquez, Mozart, Dostoievsk­i... Todo eso que hace que la vida merezca la pena. El próximo sábado, en ABC Cultural.

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// MATÍAS NIETO KÖNIG Fernando Aramburu, en las calles de Hannover

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