Nuevas víctimas
La reforma de la ley del Aborto de inminente aprobación incluirá como violencia de género la «sufrida por las mujeres durante la gestación, el parto y el puerperio» en los centros de salud y hospitales. Me gustaría indicarle a la señora Montero que, actualmente, el 60 por ciento de los profesionales del ramo son mujeres y que el objetivo de cualquier tocólogo o pediatra es proteger la salud de la madre y del hijo. Mientras, la obsesión de la ministra es despenalizar el aborto definitivamente. Ahí no observa violencia alguna, sino la libertad de decisión de una mujer a «hacer con su cuerpo lo que le venga en gana». Las jóvenes de 16 años no necesitarán el permiso paterno para abortar, pero sí para realizarse un simple tatuaje o el consejo de sus profesores para guiarlas en las optativas o los itinerarios académicos más convenientes. ¿Por qué la madre tiene la tutela del ‘nasciturus’ y la pierde una vez concebido? ¿Se puede aniquilar al ‘nasciturus’, pero no darle un correctivo físico para reconducir su mala educación, una vez nacido? ¿Se puede catalogar de «dolo» una mala praxis médica como hace Irene?
Ningún profesional de la medicina persigue una voluntad deliberada para causarle el más mínimo daño a la mujer embarazada o al hijo recién nacido. Quizás las objeciones al aborto por estos son más por el conocimiento de las consecuencias que conlleva y sus riesgos que por cuestiones ideológicas.
No se entiende esta absurda invasión y criminalización de algunas profesiones, que tienen como único objetivo una mejor sociedad. JUAN ROMERO SEVILLA