ABC (Andalucía)

La subida del SMI se atasca en un nuevo pulso de Díaz y Calviño

Trabajo comunicó a los agentes sociales que el alza se aplicaría desde el 1 de septiembre y Economía puntualizó que desde 1 de octubre La vicepresid­enta económica dejó clara su postura horas antes de la reunión del diálogo social

- MARÍA CUESTA / SUSANA ALCELAY

La inauguraci­ón económica del nuevo curso político se antojaba dulce para el Gobierno. Tras las aireadas discusione­s en el seno de la coalición, la subida del salario mínimo estaba ya atada y solo a falta de pequeños detalles que debían haberse cerrado ayer mismo en una reunión tripartita con empresario­s y sindicatos. Un anuncio social serviría para desviar por un tiempo el foco de subidas históricas de la luz. Sin embargo, tan solo hicieron falta unas horas para que salieran a relucir los ya tradiciona­les pulsos en el Ejecutivo en una suerte de medición de fuerzas entre las vicepresid­encias de Economía y Trabajo que lideran Nadia Calviño y Yolanda Díaz.

Ayer, la chispa se encendió a cuenta de la fecha en que entraría en vigor la subida, cuya cuantía tampoco está decidida, pero se confiaba en hacerlo. Según avanzó Calviño a primera hora en una entrevista en TVE, la medida sería efectiva en octubre, mientras que, la versión que trasladó el secretario de Estado de Trabajo, Joaquín Pérez Rey, a los agentes sociales fijaba el mes elegido para el alza en septiembre, por lo que incluiría un efecto retroactiv­o.

El tira y afloja entre ambas ya no sorprende. Sus desavenenc­ias han sido sonoras en asuntos como la reforma laboral, entre una vicepresid­enta que quiere mantener la esencia de la reforma laboral, en línea con los empresario­s, y una ministra de Trabajo que pretende derogarla. Discrepanc­ias que también han sido sonoras en los ERTE o las ayudas directas a las empresas. Y hasta ahora también había un abismo entre ambas sobre la oportunida­d de subir o no el SMI. Calviño, al igual que el presidente, ha sostenido durante meses que no era oportuno subir el indicador frente a la presión de la gallega. Pero la cercanía de esta al presidente puede ser el motivo por el que ya a finales de julio el Gobierno cambió de discurso. Calviño comenzó a hablar de la oportunida­d de acometer el alza y Sánchez anunció el «inminente» incremento la semana pasada. La batalla la había ganado, de nuevo, Yolanda Díaz, y lo hacía solo meses después de mostrar la influencia que tiene sobre Sánchez tras blindar los ministros de Podemos del cambio de Gobierno y hacerlo pese a las reiteradas y sonoras meteduras de pata de algunos de sus miembros, como Alberto Garzón.

En paralelo al nuevo choque por el SMI, la mesa de negociació­n finalizó ayer sin acuerdo y sin avances. «Ha terminado como ha empezado», señalaban fuentes sindicales a ABC. «Todas las organizaci­ones han mantenido sus posiciones y el Gobierno no ha presentado ninguna propuesta», añadieron las mismas fuentes. La idea es que los agentes sociales sigan negociando a lo largo de la semana, aunque ni se fijará ninguna nueva cita ni se volverá a convocar la mesa para abordar este asunto.

Pese a los contratiem­pos sobrevenid­os a una medida que se daba ya por cerrada, en el ministerio de Trabajo se mantiene la esperanza que se apruebe la subida con fumata blanca. Y es que los pasos que dé ahora la ministra Díaz serán claves también para su posicionam­iento dentro de la coalición. Fuentes cercanas a Díaz reconocen que la importanci­a política de esta subida es enorme y de ahí que haya avanzado estos días atrás que está dispuesta a sacrificar por él la senda de acuerdos con los agentes sociales que han venido configuran­do ‘el sello de la casa’ en su ministerio. «Habrá subida haya o no acuerdo, pues se trata de combatir la pobreza», dijo Díaz.

Ganar posiciones

Ayer, sin embargo, la ministra rebajó el tono de sus palabras y pidió que se dejara trabajar al diálogo social. Un giro que en su entorno se relaciona con la ofensiva de Calviño y su intento de ganar posiciones en una cuestión que hasta ahora han venido negociado en exclusiva Díaz y el presidente. La ministra de Trabajo se maneja mejor que la de Economía en las mesas de diálogo social, no en vano atesora ya once acuerdos en su haber, lo que explicaría por qué prefiere que sea allí donde se juegue el partido.

Como fuere, la entrada de Calviño en la partida fue con un envite a la grande. Ayer, poco antes de que comenzara la reunión, la vicepresid­enta primera quiso rebajar la expectació­n generada ante una reunión que había sido calificado de «definitiva» por Díaz. Calviño tildó la mejora salarial de «relativame­n

te limitada». «El aumento del SMI lo tenemos que hacer siempre y cuando no ponga en riesgo el empleo, sobre todo a los jóvenes», insistió, frente a la promesa de Díaz de poner en marcha una subida «rápida».

Tampoco hay claridad sobre la cuantía de la subida. De hecho este es uno de los principale­s focos de conflicto más allá de la pugna política. Actualment­e el SMI se encuentra en 950 euros mensuales y la intención de Trabajo es subirlo para lo que queda de año entre 12 y 19 euros al mes. En la orilla empresaria­l, el desacuerdo va más allá de la cuantía y se rechaza de lleno ningún tipo de subida en un momento en que la recuperaci­ón, aseguran, no está aún garantizad­a. El presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, defiende que este aumento en un momento como el actual podría perjudicar el empleo, aumentar la economía sumergida y dar la puntilla a sectores como el campo o el servicio doméstico en los que más se utiliza el SMI. No obstante, aunque la patronal se opone a subir el SMI en 2021, se ha mostrado «abierta» a analizar el escenario de esta renta para 2022 y 2023.

El desacuerdo en el mundo sindical es por motivos contrarios. La batalla con los sindicatos reside en la cuantía del alza y en los plazos de aplicación. Defienden subidas de 25 a 30 euros mensuales para este año a aplicar de forma retroactiv­a desde el 1 de septiembre.

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// EFE Los roces entre las vicepresid­entas son un secreto a voces en el Gobierno
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