Adiós a JeanPaul Belmondo, figura clave de la Nouvelle Vague
El actor murió ayer a los 88 años, tras un accidente mal curado y una larga enfermedad Brilló tanto en la vanguardia como en el cine francés más popular, encandilando a crítica y público
‘Al final de la escapada’, de Godard, y ‘El confidente’, de Melville, le ofrecieron dos de los más emblemáticos personajes Nouvelle Vague
A partir de los años 70 y 80 se convirtió en protagonista de más de medio centenar de comedias ultrapopulares en Francia
Ha muerto a los 88 años, tras un accidente mal curado y una larga enfermedad, JeanPaul Belmondo, una leyenda muy feliz del cine francés y europeo de las últimas décadas, actor, productor y director de cine y teatro, figura esencial de todas las escuelas cinematográficas de su tiempo de la Nouvelle Vague, que inventó un nuevo lenguaje, al cine más popular, con grandísimos triunfos de taquilla y crítica.
Belmondo nació en el seno de una familia muy burguesa en Neuilly-surSeine, en la periferia en otro tiempo aristocrática del oeste de París, y ha fallecido en su hotel particular en el corazón de su ciudad íntima, cosmopolita y popular.
Su padre fue un escultor de cierto renombre, académico sensible y respetado. Y deseó para su hijo una educación muy selecta, compatible, a su modo de ver, con la carrera de artista que soñaba el joven y díscolo Belmondo.
Su paso por la Escuela Alsaciana y los grandes liceos parisinos fueron muy poco o nada entusiasmantes. «A decir verdad, los estudios me interesaban poco. Soñaba con ser payaso. Solo me interesaban el circo y el boxeo, antes de descubrir las tablas, el teatro, el cine», diría en su madurez última. Su padre, Paul Belmondo, comprendía perfectamente las tentaciones e inclinaciones de su hijo. Y no dejó de apoyarlo, aconsejándole que estudiase dicción y arte dramático. Durante esos años de formación conoció a varios de sus grandes amigos de toda la vida, como Jean-Pierre Marielle y Jean Rochefort, grandísimos actores y cómplices de toda una vida.
Encrucijada
En la encrucijada de muchos caminos, entre su paso por cabarets de moda durante su primera juventud y su incipiente carrera dramática, Belmondo comenzó convirtiéndose en una de las figuras emblemáticas de la Nouvelle Vague cinematográfica, la que encarnaron Claude Chabrol, François Truffaut, Jean Luc Godard, entre otros, sin olvidar al gran patriarca y amigo, Jean-Pierre Melville. ‘Al final de la escapada’ (1960), de Godard, y ‘El confidente’ (1962), de Melville, le ofrecieron dos de los personajes más emblemáticos de esa época esencial de su carrera y el cine nacional. Sin olvidar que durante los años cincuenta y sesenta del siglo XX Belmondo trabajó con todos los grandes del cine francés de su tiempo Marcel Carné, Marc Allegret, Claude Sautet, Marcel Ophüls, Édouard Molinaro, Jacques Deray, Henri Verneuil, Claude Lelouche, Alain Resnais, entre un largo etcétera…
Belmondo era capaz de encarnar a los héroes fugitivos de Melville y otros personajes muy complejos como el Stavisky de Resnais. Su inmenso talento y el carácter olímpico de su persona se convirtieron muy pronto en una leyenda nacional, seductor del gran público y también de no pocas mujeres.
Sin enterrar nunca su diálogo íntimo, profesional, con los grandes maestros de la Nouvelle Vague, Belmondo se convirtió más tarde, a partir de los años setenta y ochenta del siglo pasado, en personaje central de más de medio centenar de comedias donde el actor interpreta a personajes ultrapopulares, en el terreno del vodevil humorístico, sin desdeñar en absoluto a los personajes más grandes de la historia de la dramaturgia nacional, como el Jean Valjean de ‘Los miserables’ (1995) de Víctor Hugo.
Solo, o en pareja con otras leyendas de su tiempo, como Jean Gabin o Alain Delon, Belmondo se convirtió, con Louis de Funés, en el actor más taquillero, popular, querido y admirado de Francia.
La fama definitiva lo incitó a convertirse en productor, director y actor de teatro. Durante varias décadas, Belmondo montó e interpretó medio centenar largo de grandes obras del repertorio clásico, de Molière a Edmond Rostand, de Shakespeare a Peter Brook, con un éxito siempre excepcional.
Desde una perspectiva histórica, Belmondo es uno de los raros actores, si no el único, que ha encarnado buena parte de los más grandes personajes del repertorio escénico, teatral y cinematográfico de Francia.
Belmondo puso rostro y figura, excepcionales, a personajes sencillamente canónicos los cómplices del avaro y el enfermo imaginario de Moliére, el D’Artagnan de ‘Los tres mosqueteros’ de Dumas, el Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand… Más allá del talento y la gracia excepcionales del actor, se trata de una suerte de comunión física, entre un hombre de teatro y varios de los personajes ficticios que encarnan de manera emblemática la cultura francesa de todos tiempos.
Quizá hubo grandes actores que dieron vida escénica a esos monumentos de la mitología nacional. Pero no hay muchos, quizá no haya ninguno, que también encarnaran, al mismo tiempo, los héroes del hombre francés de su tiempo.
Los personajes a quienes Belmondo da vida en ‘Al final de la escapada’, de Godard; ‘Moderado cantabile’, de Peter Brook; ‘El confidente’, de JeanPierre Melville; ‘Pierrot el loco’, de Godard; ‘El ladrón de París’, de Louis Malle; ‘La sirena del Mississipi’, de François Truffaut; ‘Stavisky’, de Alain Resnais; son héroes o antihéroes, según se mire, que hablan de la angustia, tormentos y crisis del hombre francés y europeo del último medio siglo.
Siempre entre risas
Belmondo dio vida al canon clásico y al canon de nuestro tiempo con la misma gracia, intacta, entre risas y bromas, para ofrecer, todavía, otro rostro igualmente esencial del hombre francés de su tiempo, que es el nuestro el tipo simpático, risueño, feliz, sin problemas, bromista, mujeriego empedernido, charlatán, superficial y ‘franchute’ empedernido, capaz de comprender las genialidades metafísicas de Jean-Luc Godard y las gracietas simpaticonas y superficiales de Gérard Oury. Ese arco iris de personajes, del rosa bombón al negro luciferino, confieren al trabajo y la leyenda de Jean-Paul Belmondo un puesto único, que culmina en la leyenda…
Hombre feliz, seductor único del gran público, también fue un gran seductor, como hombre. Casado en tres ocasiones, con Renée Constant, Natty Belmondo y Barbara Gandolfi, padre de media docena de hijos, tuvo compañeras muy famosas, de Ursula Andrews a Laura Antonelli. El año pasado volvió a vivir, en pareja, con Carlos Sotto Mayor, que había sido su compañera íntima muchos años antes. Su muerte marca una encrucijada de la escena francesa.