Manuel Castells
Corría el otoño de 2017 cuando fui invitado a una cena en el Getty Center en Los Angeles (California). En aquel momento yo estaba proporcionando unos servicios de arquitecto a la persona que organizaba la cena, que no vería apropiado que mis servicios merecieran una invitación de acompañante. Así que me presenté a la cena sólo. Allí no conocía a nadie, y aunque el código de vestimenta era ‘business casual’, me encontré con que algunos asistentes se habían puesto el traje, incluso una persona se había enfundado en un pingüino. Durante el cóctel acabé en el grupo de hombres en el que se encontraba el ‘pingüino’. Estaban hablando de ‘Spain’ y en un momento uno de los contertulios se dirigió al ‘pingüino’ y le preguntó: «what’s going on with Catalonia?». El pingüino respondió: «The issue in Catalonia won’t be solved until the Spanish Government acknowledges the reality in Catalonia». Por su acento en seguida me percaté de que el ‘pingüino’ era español, así que me dirigí a él y le dije ilusionado que yo también era español. Él contestó secamente que él era de Barcelona. El grupo se disolvió y nos llamaron a las mesas para cenar. Antes de sentarme tuve la ocasión de preguntar quién era el ‘pingüino’. «El doctor Castells», contestaron.
La trayectoria profesional del doctor Castells está reconocida internacionalmente por sus libros. Pero veo un abismo entre el intelectual Castells y el niño (llamado Castillo y nacido en Hellín, Albacete) que es Manuel Castells cuando llega a España, cambia el ‘pingüino’ por una camiseta, y aunque viva en un palacio de Patrimonio Nacional, no es capaz de superar sus complejos, miedos y odios. Y apoyado en ellos intentar desmantelar lo que tantos siglos ha costado construir y tanto amamos: España. DIEGO CANO MADRID