Reparar es un acto de rebeldía
La última vez que llevé mi furgoneta de segunda mano a reparar a un concesionario oficial, fue la gota que colmó el vaso... Me presupuestaban una reparación de 1.200 euros. En cada visita anterior me habían instalado nuevas y caras piezas del motor, pero el automóvil seguía fallando... Harto de pagar facturas de más de tres cifras y sintiéndome totalmente estafado, abandoné el corporativismo para encontrar a un mecánico de toda la vida. El jefe, un tipo simpático manchado de grasa y con un pitillo apagado en la boca, tardó unos segundos en adivinar que el motor estaba suelto. ¡Suelto! Había perdido tres de los cinco tornillos de sujeción, que el concesionario no había apretado adecuadamente en sus anteriores y brillantes incursiones mecánicas. Tras reponérmelos, el que ahora es mi mecánico de confianza no me quiso cobrar y la furgoneta no ha vuelto a tener problemas.
Hoy en día las grandes multinacionales nos incitan con sus estrategias a cambiar y renovar sus productos a la que tienen un pequeño problema. La frase «te saldrá más barato comprar uno nuevo que repararlo» es falsa si la estudias en términos globales. Invito a que seamos rebeldes y perseveremos en el intento de reparar y reciclar en vez de consumir sin sentido. Estaremos haciendo un favor a los pequeños comercios y al planeta. A. SOLER-ARPA BARCELONA