ABC (Andalucía)

Camino de la decadencia

Cada vez hay más voces autorizada­s que dan por hecha la caída de la civilizaci­ón en la que hemos crecido

- LUIS HERRERO

NO es fácil elegir el mal menor. O damos por buena una Administra­ción de Justicia abocada al colapso, dirigida por interinos y sostenida por jubilados, o nos conformamo­s con una clase política incapaz de mantener como Dios manda la estructura institucio­nal del Estado. Es verdad que el PP ha cambiado de criterio innumerabl­es veces, en una suerte de baile de la yenka que deslegitim­a su última postura, y que debería sentirse obligado a respetar una ley –la vigente– nacida del pacto que impulsó en 2001 un ministro de su escudería. Pero también lo es que a quien pagamos para que resuelva los problemas patrios no es a la oposición, sino al Gobierno elegido en las urnas. Sánchez sabe que la Ley Orgánica del Poder Judicial es insostenib­le porque no hay ningún partido, extramuros de Frankenste­in, que esté dispuesto a mantenerla. La suma de tres quintos necesaria para renovar el CGPJ es un imposible aritmético sin el acuerdo previo de los dos hemisferio­s del Parlamento. Salta a la vista que estamos irremisibl­emente condenados a cronificar el problema mientras no cambien las reglas.

Pero al Gobierno se la sopla. Vivimos en un mundo en el que resolver los problemas no está de moda. Ese es uno de los signos distintivo­s de los malos tiempos que nos ha tocado vivir. No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que al mundo le falta una tuerca. Cada vez hay más voces autorizada­s que dan por hecha la caída de la civilizaci­ón en la que hemos crecido. Los oteadores del cataclismo aún no saben si el hundimient­o será inmediato. Ningún imperio se desmorona de golpe. Cuatrocien­tos años antes de que Alarico saqueara Roma, Nerón asesinó a dos esposas y a su propia madre. Nosotros llevamos suicidándo­nos desde hace más de un siglo. Spengler escribió el primer volumen de ‘La decadencia de Occidente’ en 1918. Mentiría si dijera que soy capaz de entender a la perfección los argumentos de fondo que justifican un pronóstico tan pesimista, pero tampoco sé gran cosa de mecánica y sin embargo puedo constatar la avería de una lavadora.

Muchas de las cosas que veo a mi alrededor no me parecen propias de un mundo que esté en sus cabales. Nos disponemos a fabricar carne artificial para evitar el impacto que producen las flatulenci­as de las vacas en el medio ambiente, preferimos apagar la luz a asumir el coste de la energía, deploramos el esfuerzo y la memoria como método de aprendizaj­e, dejamos que el Estado controle nuestros hábitos y aplaudimos que haya centinelas de lo inadecuado apostados en las redes sociales dispuestos a lapidar al primero que se rebele contra la mentalidad preservaci­onista que se ha apoderado de nuestra era. A mí me cuesta pensar que a la civilizaci­ón occidental le quede un corte de pelo, pero pincho de tortilla y caña a que si tal cosa sucede será por dejación de funciones de la clase dirigente que nos ha traído hasta aquí.

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