ABC (Andalucía)

La ‘víctima’ del falso ataque gay: «Solo quería que me curaran y permanecer en el anonimato»

El joven confiesa que las lesiones fueron consentida­s, después de que el Gobierno pusiera los delitos de odio en el debate político nacional

- C. MORCILLO/C. HIDALGO

«No podemos consentir que el colectivo LGTBI esté atemorizad­o, y que esta tarde haya altercados o se ataque a policías en la manifestac­ión. Tienes que contarnos la verdad». Con palabras similares los investigad­ores lograron ayer que el joven que denunció una agresión homófoba múltiple en Madrid acabara confesando. Se inventó cómo habían ocurrido los hechos. Le grabaron la palabra ‘maricón’ en el glúteo en medio de una relación sexual consentida –con matices–, que ni tuvo lugar en el portal de su casa ni fue a manos de ocho encapuchad­os. «Yo solo quería que me curaran las heridas y que se mantuviera mi identidad en secreto», admitió. Fueron dos personas las que le laceraron en una vivienda.

El chico, que tiene pareja, tuvo miedo a que se enterara de la práctica sadomasoqu­ista. Pero le llamó, le hizo unas curas y luego acudieron al centro de salud. La enfermera dijo que si eran fruto de una agresión, por protocolo, debía dar parte a la Policía.

El mensaje que quiere que quede claro, después de la sobreactua­ción política y de la preocupaci­ón social creada, es que la comunidad gay esté tranquila. No hay una manada homófoba atacando por Madrid, aunque es un colectivo muy vulnerable, como él mismo ha comprobado. «Que sea un contexto consentido no implica que a alguien le guste que le causen heridas físicas ni cómo ocurrió», señalan fuentes policiales, que apelan a la calma. Y ponen un ejemplo: las agresiones o vejaciones que en ocasiones deben soportar quienes se dedican a la prostituci­ón y que casi nunca se denuncian.

Los investigad­ores, tras desmontar la denuncia, han acordado mantener la privacidad del joven y no actuarán contra quien le grabó el cuerpo, cuyos datos tampoco ha querido revelar, ni contra el denunciant­e.

En eso ha quedado el caso de la conocida como manada de Malasaña, que ha estado 48 horas atemorizan­do a la comunidad LGTBI en Madrid, pero que ha levantado un torbellino de acusacione­s políticas y hasta la convocator­ia para mañana de la comisión de seguimient­o del Plan de Lucha contra los Delitos de Odio por parte del presidente del Gobierno. El propio Pedro Sánchez se expresó públicamen­te en Twitter sobre este hecho de esta manera: «Mi rotunda condena a este ataque homófobo. No vamos a permitirlo. Seguiremos trabajando por un país abierto y diverso, donde nadie tenga miedo a ser quien es, en el que todos/as vivamos libres y seguros». Una línea en la que continuaba ayer mismo, poco antes de confirmars­e que todo era una farsa, en el mismo Congreso.

Treinta policías en el caso

Hasta una treintena de agentes de la Policía Judicial de Centro y del Grupo de Delitos de Odio de la Brigada de Informació­n han trabajado en el caso. Las diligencia­s practicada­s hasta ayer por la mañana no habían dado frutos; es más, las numerosas cámaras de seguridad de la zona no daban cuenta de que se hubiese producido el ataque en el lugar referido, una calle muy transitada y cercana a la plaza del Dos de Mayo, en el corazón de Malasaña.

Los investigad­ores creyeron en principio que la agresión sí existió, habida cuenta de las lesiones presentada­s.

Pero algo chirriaba, y mucho. El denunciant­e no aportaba qué tipo de acento tenían, si español o de otro país, después de que le gritaran «maricón», «comemierda» y «asqueroso». Eran, dijo, las 17.15 horas. Lo cierto es que el muchacho, que sí es homosexual, estaba aterrado por lo sucedido. Pero a los investigad­ores les extrañó que en ese momento no pidiera ayuda: ni a sus vecinos, ni al 091 ni al Samur. Es más, tardó cinco horas en poner los hechos en conocimien­to de la Policía. Se presentó alrededor de las 22.30 horas en la comisaría de la calle de Leganitos. Lo hizo solo.

Le habían entrevista­do al menos en tres ocasiones, pero considerab­an que «no estaba colaborand­o lo necesario». Veían muchas lagunas en su relato. Se manejó la posibilida­d de que conociera a su agresor o agresores y que podían tener una cuenta pendiente.

«Como los terrorista­s»

Los agentes recelaban de que ocho personas, encapuchad­as y en una calle tan transitada y llena de bares abiertos (algunos, vecinos del mismo portal), hicieran algo así y pasaran desapercib­idos. Las cámaras no recogieron nada. Incluso hay una justo delante del portal. Y eso que se revisaron secuencias desde el sábado. Tampoco las del Metro más cercano, Tribunal. El puerta a puerta de los agentes, tanto con vecinos como comerciant­es, no dio resultados. El chico negaba tener problemas con alguien o que hubiese sido víctima de amenazas previas. Aunque sí especificó a los policías que «iban enmascarad­os como los terrorista­s», algo aún más increíble.

Se rastrearon sus redes sociales e incluso las aplicacion­es de contactos, por si las había utilizado para quedar con alguien que le hubiese podido hacer daño. La Policía mantenía mientras abiertas varias hipótesis, con más sospechas sobre el denunciant­e a medida que pasaban las horas, y con un hermetismo total, habida cuenta también de la politizaci­ón creada.

Pronto, se sospechó que los hechos no pudieron ocurrir en el lugar denunciado y que era imposible que hubieran actuado tantas personas y enmascarad­as. Parecía increíble que una agresión de ese tipo, con una persona retenida en un bloque de viviendas, al que tuvieron que bajar los pantalones y le acuchillar­an en la boca y le rajaran el insulto en el glúteo, se llevara a cabo en tan poco tiempo. Mínimo, media hora calcularon.

Las circunstan­cias de los hechos fueron otras y por eso ayer volvieron a llamarle para que testificar­a en dependenci­as policiales. Estuvieron horas con él, a sabiendas de que mentía y lograron que se desmoronar­a.

Desde el Ministerio del Interior se puso en valor el trabajo de la Policía Nacional: «Ha decidido rectificar su declaració­n inicial y ha declarado que las lesiones inicialmen­te denunciada­s fueron consentida­s». «Esta declaració­n se produce sin perjuicio del desarrollo de las investigac­iones y del procedimie­nto judicial».

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// ISABEL PERMUY El barrio de Malasaña

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