Presente en la creación
Del fiasco de Afganistán emerge una nueva doctrina para la política exterior de EE.UU.
De todas las atribuciones que el Artículo II de la Constitución de 1787 reconoce explícitamente a los presidentes de EE.UU., la política exterior es donde los ocupantes de la Casa Blanca gozan de una mayor autonomía, en su doble condición de máximo responsable diplomático y comandante en jefe militar. Desde Truman, y el arranque de la Guerra Fría, todos y cada uno de ellos han caído en la tentación de formular una gran doctrina unificadora para justificar el lugar que EE.UU. debería ocupar en el mundo.
Desde el fiasco de retirada de Afganistán, y al margen del consenso bipartidista forjado desde el 11-S a favor de una proyección exterior más agresiva y expedicionaria, empieza a emerger la doctrina Biden para explicar qué se puede esperar a partir de ahora de la política exterior de EE.UU. En este nuevo capítulo, la Administración Biden se presenta muchísimo más interesada en la competición entre grandes potencias (Rusia, pero sobre todo China) que en mantener prolongados despliegues militares con nulos resultados.
«La decisión sobre Afganistán no es sólo sobre Afganistán. Es sobre terminar una era de grandes operaciones militares para rehacer otros países», ha explicado el presidente para justificar una decisión de retirada no compartida por el ‘establishment’ internacionalista, tanto americano como europeo, demócrata o republicano, del que Biden ha formado parte durante décadas. A su juicio, existe una mejor forma de proteger los intereses globales americanos a través de una combinación de diplomacia, limitadas misiones antiterroristas y el uso de la fuerza militar solamente cuando sea estrictamente necesario.
La prueba de fuego para esta doctrina va a ser contrarrestar la narrativa sobre el percibido declive de EE.UU. y que el futuro pertenece a regímenes autoritarios y nacionalistas como los liderados por Xi Jinping o Putin. Para ello, la Casa Blanca tendrá que lograr la recuperación económica y el control de la pandemia sin sobrepasar las líneas rojas de una democracia liberal. El lema reciclado de esta nueva política exterior puede volver a ser ‘the economy, stupid’ (‘la economía, estúpido’).