ABC (Andalucía)

Y pese al soponcio, España sonríe

En una noche muy discreta, y tras pasar serios apuros en Kosovo, la selección gana con goles de Fornals y Ferran La derrota de Suecia en Grecia hace que el equipo de Luis Enrique dependa de sí mismo para ir al Mundial

- ENRIQUE YUNTA

En una noche desastrosa de fútbol, muy difícil de catalogar el partidito, la peor España se fue de Pristina en una situación de lujo, quién lo iba a decir después de pasarlas canutas, por ser suaves en la descripció­n. Ganó a Kosovo, que es lo que tenía que hacer, y Suecia perdió en Grecia, que es por lo que se suspiraba para enderezar el áspero camino hacia el Mundial de Catar. Pese a su defensa, una sangría incontrola­ble de la que hay que hablar seriamente, la selección depende de sí misma para terminar como primera de grupo y evitar así la repesca, pero cuesta mucho asegurar que este equipo vaya a vencer los dos encuentros de noviembre que le restan (ante Grecia en Atenas, ante Suecia segurament­e en Sevilla). No es fiable y Luis Enrique, en un periquete, ha acabado con las ilusiones que despertó la Eurocopa.

Como era absurdo estar demasiado pendiente de lo de Atenas, España se centró en solucionar el papelón de Pristina, vendido el partido poco menos que como el más difícil de la historia por la valentía y el talento de Kosovo. Para ser justos, hay que reconocerl­e al técnico asturiano que estaba bien informado y que el combinado balcánico no era el clásico enemigo encerrado en su cueva, si bien sus jugadores tampoco estarán en el listado de los mejores del planeta. Kosovo es un equipo de segunda fila, que hace bien las cosas y que tiene ideas interesant­es, pero sigue habiendo diferencia­s en el fútbol por mucho que cada vez cueste más plasmarlas en el campo y en el marcador. He ahí la prueba pese a que el gol postrero de Ferran dé a entender que la cosa fue fácil.

Salió España con múltiples cambios, imposible acertar un once de Luis Enrique sin que quede muy claro si eso, los bandazos que pega, es una virtud por las múltiples opciones que le ofrece su plantilla o un problemón ya que lleva ya más de 30 partidos y no ha repetido jamás, no da con la tecla. En esta traicioner­a concentrac­ión, mal parida desde el inicio porque se juega con la temporada recién terminada y apenas ha habido tregua este verano entre Eurocopa y Juegos, solo cuatro futbolista­s, uno por línea, han aparecido en las tres alineacion­es▶ Unai Simón, Aymeric Laporte, Carlos Soler y Ferran Torres. Los demás entran y salen y ayer sorprendió la inclusión de Reguilón, la aparición de Iñigo Martínez en el eje de la zaga por el cuestionad­o Eric García, el regreso de Marcos Llorente al lateral pese a su gran encuentro como interior ante Georgia y la presencia de Pablo Fornals en la delantera como socio de Morata y el mencionado Ferran. De experiment­o en experiment­o hasta que algún día se haga la luz y la gente pueda intuir quién juega y ponerle cara y ojos a este equipo. O no, vaya usted a saber con Luis Enrique de por medio.

Centrales sonrojados

El inicio fue algo inquietant­e, corriendo los centrales detrás de Rashica y con más ocasiones en la portería de Simón que en la de Muric. Kosovo fue lo que se vaticinó en la previa y a la selección le costó lo suyo templar el ímpetu de los locales, animados por poco más de 1.000 personas que aprovechar­on la cita para reivindica­ciones y otras gaitas. Alguno incluso silbó el himno de España, pero tampoco como para decretar una crisis diplomátic­a, mejor dejarlo pasar. Y volviendo al partido, la sensación no era la mejor, clásica noche de dominio sin demasiada llegada y con las inquietude­s propias que genera una defensa de chichinabo, da igual quién esté.

Con todo, España encontró un tesoro en una muy buena triangulac­ión vertical, cuatro toques hasta la red. Laporte pasó a Soler, el valenciani­sta tocó para Morata, hizo bien la pantalla el atacante de la Juventus y Fornals, con un notable zurdazo, alivió a la selección, un gol reparador para calmar las aguas y bajar las pulsacione­s. Más allá de la acción, excelente, la buena noticia está en Fornals, otro soldado que responde y que también tiene instinto.

No sirvió de mucho tomar ventaja, pues más allá de un cabezazo de Morata y de una lejana falta bien tocada por Soler todo el peligro lo generaba Kosovo. El descanso, que tenía a España en una situación idílica porque Suecia empataba en Atenas, tampoco sentó demasiado bien y en la reanudació­n hubo momentos de serios apuros por los preocupant­es boquetes de la retaguardi­a. Iñigo Martínez y Laporte estuvieron calamitoso­s, se concediero­n de nuevo un puñado de transicion­es (contras de toda la vida) y solo queda agradecer la inoperanci­a de Rashica y la falta de acierto de Muniqi, quien se plantó solo ante Simón y perdonó lo imperdonab­le.

Desesperad­o, Luis Enrique movió el árbol y empezó a probar cosas. Entró Azpilicuet­a para avanzar a Llorente, tiró de Adama para darle electricid­ad al equipo e insistió con Ferran de falso nueve cuando suplió a Morata por Sarabia. Por cambios no será (Kosovo no hizo ni uno), pero seguía la selección a la deriva, sonrojada porque los centrales no olían una. Simón, mal en las salidas, realizó un paradón a tiro de Bytyqi a falta de diez minutos, ver para creer, pero sobre la bocina llegó la sentencia de Ferran y España sonrió, si bien Luis Enrique tiene motivos de sobra como para ponerse a pensar un poquito.

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// AFP Los jugadores de la selección celebran el gol de Fornals
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// REUTERS Ferran, autor del segundo gol, entre cuatro kosovares
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