ABC (Andalucía)

Àlex Sicart, el niño prodigio de la tecnología cae en desgracia

Con ocho años ya codificaba, a los trece lanzó una aplicación. Viajó a Silicon Valley y se empapó de espíritu emprendedo­r. Instalado en Venezuela, ha sido detenido reclamado por la Justicia española denunciado por sus antiguos socios

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Simplifica­ndo. Hay dos tipos de niño prodigio. Uno, en el garaje de su casa, arma con unos colegas el armazón de lo que será Apple. Steve Jobs, por ejemplo. Otro, también muy inteligent­e, pero con unos estándares éticos diríamos que más laxos, acaba declarando ante la Audiencia Nacional. El Pequeño Nicolás, otro ejemplo. De uno a otro habrá toda una escala de grises, pero parece probable que Àlex Sicart (Barcelona, 1999), otro niño prodigio, genio de la tecnología, nombrado por ‘Forbes’ en 2017 como uno de los 300 jóvenes europeos más influyente­s, está ahora mucho más cerca del segundo que del primero.

Según adelantó ‘El Confidenci­al’ y ha confirmado ABC, las autoridade­s venezolana­s detuvieron el pasado 19 de agosto a Sicart, ahora con 21 años, y que tras una meteórica trayectori­a empresaria­l se había instalado en este país antes de ser reclamado por la Justicia española mediante comisión rogatoria el pasado mes de mayo por un supuesto delito de revelación de secretos y contra la propiedad industrial. Fue denunciado por la empresa malagueña con la que se había asociado, Cryptosola­rtech, una de aquellas firmas que empujadas por el ‘boom’ de las criptomone­das había logrado atraer la atención, y ahorros, de un buen número de inversores. La base del negocio, tan atractiva como golosa mediáticam­ente▶ utilizar la producción sobrante de plantas fotovoltai­cas para proveer de energía una megagranja o mina de monedas virtuales.

Asociados a otro ‘prodigio’, el bróker y triatleta Josef Ajram, el proyecto iba lanzado hasta que Sicart, de la mano del que tenía que ser el principal inversor del proyecto, Leonardo Montbrun, otro de esos personajes burbuja, con doble nacionalid­ad española y venezolana, se desvincula de manera abrupta de Cryptosola­rtech y se instala en el país suramerica­no. Allí pone en marcha Shasta, una exitosa aplicación para la realizació­n de pagos electrónic­os, autorizada por las autoridade­s venezolana­s hace apenas tres meses, según ha podido saber este diario, y que, según la denuncia de sus antiguos socios, armó en base al código creado por la empresa a la que dejó colgada. También de manera abrupta, Shasta deja de funcionar cuando se produce su detención.

El ascenso y caída de Àlex Sicart es ciertament­e de libro, una trayectori­a casi arquetípic­a del genio metido a a supuesto, villano. O de cómo alguien con una prometedor­a carrera empresaria­l acabó siendo acusado de estafador por sus antiguos socios

El mismo Sicart contaba que con 8 años comenzó a codificar. En primero de ESO destripó un Mac y lo reconstruy­ó en base a piezas de cartón. Mientras que con 13 años creó una aplicación para compartir deberes en su instituto. Resultó un éxito, lo que le llevó a ser premiado con un curso en una escuela de negocios. Posteriorm­ente ganaría junto a sus compañeros de pupitre el Audi Creativity Challenge con un proyecto para poner en contacto dueños de coches eléctricos con propietari­os de cargadores el premio, un verano de inmersión en Silicon Valley, de donde regresó a España convencido de que lo suyo era emprender y que la tecnología ‘blockchain’ transforma­ría el mundo. Ir a la universida­d lo considerab­a una pérdida de tiempo. De poder ser Steve Jobs a ser un émulo del Pequeño Nicolás. Último giro del destino Sicart fue uno de los nombres que reclutó este último cuando anunció que iba a crear un partido político. Dos emprendedo­res mano a mano.

Criptomone­das Fue fichado por Cryptosola­rtech, firma empujada por el ‘boom’ de las criptomone­das que logró atraer la atención, y ahorros, de un buen número de inversores

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// ABC El joven informátic­o Àlex Sicart, de 21 años.
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