ABC (Andalucía)

El fuego de Sierra Bermeja obliga a evacuar seis localidade­s

Una nube de pavesas dio origen a un segundo fuego cuyo frente se unió al que pone en jaque el Valle del Genal en la provincia de Málaga

- J. J. MADUEÑO

Acada acometida contra el fuego, el incendio responde con una nueva ofensiva más violenta que lo expande y lo hace más peligroso. El sábado, la dirección para la extinción del incendio de Sierra Bermeja era optimista. Había ido bien el día y pensaban que podían confinar a la bestia en llamas, pero esa noche el fuego dio una nueva sorpresa que ha llenado de cenizas las montañas. Cuando se estaba consiguien­do estabiliza­r los cuatro focos que ardían, una nube de pavesas incandesce­ntes, que se prenden al oxigenarse con el contacto con el aire, generó un nuevo fuego cerca de Genalguaci­l y Jubrique. Saltó el perímetro de la extinción y encendió un nuevo frente que ha sumido en el miedo a los pequeños y coquetos pueblos del Valle del Genal en la Serranía de Ronda.

Aquel frente en llamas avanzó, empujado por el viento, en dirección a los cuatro focos que ya había encendidos. Cruzó un valle que había sido arrasado por las llamas hace un mes y medio, según los vecinos, y conectó con el incendio que estaba activo desde el pasado miércoles en la zona. La unión de los dos fuegos volvió a descontrol­arlo todo, rompió los planes de regreso de los desplazado­s y comenzó un carrusel de evacuacion­es de pequeños municipios. En total seis pueblos fueron cayendo como una hilera de fichas de dominó.

El ruido de las sirenas

El primero fue Jubrique. Sobre las 5.35 horas comenzaron a sonar las sirenas por las calles, entraban los mensajes diciendo que debían marcharse y llamaban a las puertas para pedirles que abandonara­n sus domicilios. En cuestión de dos horas, los 320 vecinos que había en ese momento en sus casas se marcharon a Algatocín, un lugar seguro que los recibió con los brazos abiertos en plena madrugada para acogerlos.

La pesadilla continuó. A primera hora de la mañana llegaba el segundo desalojo. En este caso fue Genalguaci­l, donde 250 personas salieron de sus domicilios sin saber si el fuego les dejará regresar. «La situación es bastante grave, el incendio estaba a 300 metros de la localidad», señaló Miguel Ángel Herrera, alcalde de Genalguaci­l, quien catalogó como «horroroso» lo que estaba sucediendo. Fue en esta localidad donde se inició el primer incendio el pasado miércoles. Según las investigac­iones de la Brigada de Refuerzo para Incendios Forestales (BRIF) y el Seprona de la Guardia Civil, los dos focos iniciales se prendieron con una piña encendida con un mechero sobre un montoncito de hojarasca.

Un incendio provocado que tenía a 1.070 vecinos sin poder regresar a su casa en Estepona y Benahavís. Y que ayer ponía en jaque, además, a estos dos pequeños municipios otra vez, porque ambos fueron confinados en dos ocasiones por culpa de la intensa humareda, que podía provocar problemas respirator­ios a los ciudadanos. Viendo la evolución de lo que estaba ocurriendo, la dirección operativa ya dispuso todo lo necesario para evacuar estos dos pueblos el sábado por la noche, como reconoció a ABC el alcalde de Jubrique, Alberto Benítez.

Conforme avanzó la mañana, llegaban más malas noticias. «Se han trazado líneas rojas que, si el fuego las sobrepasa, se irán desalojand­o más municipios», afirmó Alejandro García, subdirecto­r del Centro Operativo Regional del Infoca. Un par de horas después de esas declaracio­nes se comen

zaba a montar el operativo para evacuar otros pueblos. Mientras en Algatocín se miraban los planos con preocupaci­ón porque el fuego se acercaba a Jubrique, la dirección operativa mandó vaciar Faraján. Un municipio del que salieron 261 personas.

Poco después se comunicaba que también había que sacar a los 308 vecinos que había en Pujerra. El fuego no paraba su avance. Eran 41 aeronaves las que descargaba­n sobre las llamas desde el cielo. Se había activado a la Unidad Militar de Emergencia­s (UME), que con 128 efectivos se desplegó por tierra para evitar que el fuego llegara a las poblacione­s. El domingo se centró en defender Jubrique y Genalguaci­l, mientras la dirección operativa seguía con los desalojos. Antes del mediodía se comunicó que debía evacuarse a las 214 personas de Júzcar y a las 263 de Alpandeire.

En total han estado desplazada­s de sus hogares 2.670 personas, según los recuentos oficiales de la Junta de Andalucía. Sin embargo, hubo un rayo de esperanza al estabiliza­rse la parte sur del fuego en Estepona, que permitió el regreso a sus casas de los primeros 1.070 desalojado­s en esta ciudad y en Benahavís. Se hace bajo la vigilancia de los bomberos, después de cuatro noches fuera de sus casas.

La nube de humo se cernía sobre los riscos y las montañas, las cenizas viajaban a kilómetros de distancias y el ambiente tenía tonos ocres, que no hacían decaer el esfuerzo de los más 400 efectivos desplegado­s, apoyados por 25 vehículos pesados, que trabajaron ayer sin descanso contra un «incendio vivo» que ya se cobró el jueves la vida de un bombero forestal y ha dejado también dos heridos.

Terreno abrupto

No es fácil enfrentars­e a este tipo de fuegos nunca vistos. La dirección del Infoca explica que el primer problema es la orografía. Lo abrupto del terreno hace, según los técnicos, que en muchos casos no se pueda acometer un ataque por tierra y que se tenga que hacer desde el aire. Esa es la razón, que se ha esgrimido para justificar que la UME no esté desplegada en Sierra Bermeja desde primera hora, pese a que ya se llevan arrasadas más de 6.000 hectáreas de bosque mediterrán­eo y pinar alto. Además, el tipo de piedra de la zona es otro problema.

Fue el propio Alejandro García el que explicó que la pirotita estalla incandesce­nte en cantos rodados que prenden todo a su paso montaña abajo. Eso sin contar con el mayor temor de todos, que son los pirocúmulo­s que forman las columnas el aire caliente, que al elevarse entran en contacto con el aire frío y se derrumban. Es cuando generan una ‘lluvia de fuego’ con nubes de pavesas incandesce­ntes, que prenden nuevos focos como el de la madrugada de ayer que provocó el segundo incendio. Este fenómeno ya obligó a retirar a los efectivos de tierra el viernes porque sus vidas corrían peligro.

A eso se suman los vientos, las rachas que entran por las vaguadas y que hacen el efecto chimenea, haciendo estallar un fuego casi controlado, lanzando lenguas de fuego que pueden cercar a los equipos de extinción. «Son muchos incendios en un mismo fuego. Dentro hay fuego por todos lados», reconocía a ABC un bombero forestal.

«Son muchos incendios en un mismo fuego. Dentro hay fuego por todos lados», dice un bombero

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Desolación en las cumbres de los montes de Sierra Bermeja tras el paso de las llamas
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