Diada de la discordia
Los únicos con los pies en el suelo son los líderes de ERC, que se agarran al clavo ardiente de Pedro Sánchez para obtener algo que parezca un referéndum de independencia
LA Diada, esa fiesta del soberanismo catalán, ha mostrado en 2021 síntomas de que las cosas no van como planeaba y querría. ‘El País’, que siempre la trató con simpatía, titula la crónica de la jornada «Diada de la división», y se quedó corto, al haberse dividido la comitiva, las consignas y las actitudes. Unos hacia el parque de la Ciudadela, sede del Parlament catalán, a pedir diálogo; otros, hacia la Jefatura de la Policía Nacional en vía Layetana, a buscar camorra. Sin llegar a los disturbios del 1-0, hubo confrontación con los policías nacionales y los mossos, con lanzamiento de objetos contundentes y dos detenciones.
Significativo fue que no se quemaran fotos del Rey, al menos preferentemente, sino de Pedro Sánchez y Pere Aragonès en su último encuentro, y que Oriol Junqueras fuera abucheado con el apelativo de ‘botifler’, traidor, que rechazó indignado. Tampoco los números cuadran. Los organizadores se han olvidado de los 1,8 millones de manifestantes de 2014, contentándose con 400.000. La Guardia Urbana los dejó en 108.000 y ‘El País’ los cuadricula en 85.000. Mas fáciles de contar fueron los autobuses que llegaron de fuera▶ 219, frente a los 1.200 de 2019.
Todos, eso sí, clamaron por la unidad, pero la realidad es que el independentismo catalán acusa algo muy parecido al desaliento, que intenta ocultar tras frases ampulosas y las bravatas de siempre. A estas alturas, según las cuentas que hicieron sus líderes, la república catalana debería ser no sólo una realidad, sino un miembro de la Comunidad Europea. O sea, un enorme desencanto, incluidos sus dirigentes, auténticos flautistas de Hamelín, que cautivaron a su pueblo con promesas que no podían cumplir y no siguen en la cárcel porque los sacó de ellas el Gobierno español. En eso hay que reconocer que los únicos con los pies en el suelo son los líderes de ERC, que se agarran al clavo ardiente de Pedro Sánchez para obtener algo que parezca un referéndum de independencia. El problema es que aunque Sánchez depende de ellos para seguir gobernando, no puede darles ese sucedáneo aunque quiera, por no estar en sus atribuciones. Es la tragicomedia que vamos a ver esta semana y las siguientes en la famosa mesa que no es redonda ni cuadrada. La de unos niños llorones que piden un juguete caro y la de un padrino mentiroso que intenta consolarles con alguna golosina.
Habrán notado que en esta farsa los empresarios se limitan a implorar unidad, siendo los más importantes en Cataluña. ¿O eran?