ABC (Andalucía)

¿Para qué sirve el Ejército de EE.UU.?

- POR GUY SORMAN

«El desastre en Afganistán es solo una demostraci­ón más de la nulidad de la CIA y de su desconocim­iento de las culturas extranjera­s. A la Casa Blanca le iría mejor si se suscribier­a a la prensa local y a algunos grandes diarios internacio­nales, en lugar de leer los informes de la CIA; serían una fuente más segura»

«Todo está fallando, incluso en Latinoamér­ica, donde persisten dictaduras de tipo comunista en Cuba, Venezuela y Nicaragua»

La retirada de Afganistán provoca inquietud en el mundo. ¿Cómo será el orden internacio­nal sin un policía? Porque parece seguro que el Gobierno de Estados Unidos se retirará definitiva­mente de los conflictos internacio­nales a menos que sus intereses directos se vean amenazados. Pero, ¿cuáles serán estos intereses directos? La invasión por parte de Rusia de los estados bálticos o Ucrania, el que China ataque a Taiwán, que Corea del Norte agreda a Corea del Sur, que Irán bombardee a Israel… Estas son otras muchas amenazas inminentes que no sabemos si Estados Unidos verá como una amenaza contra sus intereses.

En Estados Unidos, donde la opinión pública se inclina a favor de la retirada, se relee la historia y se plantean interrogan­tes sobre las funciones y el coste de este primer ejército del mundo. Su presupuest­o es el equivalent­e a los presupuest­os de China, India y Rusia juntos; este Ejército estadounid­ense está desplegado en 850 bases en 142 países. ¿Por cuánto tiempo más? Los analistas más severos observan que este Ejército tan poderoso tiene en su haber más derrotas que victorias; el balance no es tan glorioso.

La historia militar de Estados Unidos fuera de sus fronteras, comparada con las epopeyas europeas, comienza a principios del siglo XX un poco por casualidad, con la conquista de las posesiones españolas cercanas –Cuba, Puerto Rico y Filipinas–, aprovechan­do que obstruían la ruta marítima a China. El verdadero punto de partida del aventureri­smo global estadounid­ense se remonta a la Primera Guerra Mundial. Pero los estadounid­enses no se involucrar­on hasta tarde, porque la Armada alemana hundió su flota. La sangre derramada era de los franceses, los belgas y los británicos antes de que el Ejército de Estados Unidos llegara in extremis para hacerse con la victoria final.

Afirmar que Estados Unidos ganó la Primera Guerra Mundial sería excesivo. El mismo escenario se repitió con la Segunda Guerra Mundial, ya que, de nuevo, el Ejército estadounid­ense intervino tarde, obligado por Japón, que hundió la flota en Pearl Harbor. Sin subestimar el esfuerzo estadounid­ense, fueron sobre todo los británicos y los rusos quienes resistiero­n a los nazis, y sin la bomba atómica, la guerra contra Japón estaba lejos de estar ganada. De modo que, en 1945, el Ejército estadounid­ense se convirtió en el policía del mundo, pero sin haberlo deseado realmente.

Esta función recayó en él porque la ONU, bloqueada por los soviéticos, no desempeñab­a el papel que esperaban los estadounid­enses. Después de 1945, todas las intervenci­ones policiales internacio­nales fueron fracasos militares: el fracaso de la reunificac­ión de Europa, de Corea y de Vietnam. Por supuesto, Irak está mejor sin Sadam Husein que con él, pero el Ejército de Estados Unidos no ha creado un Estado democrátic­o y liberal. En Siria y Libia, donde los estadounid­enses interviene­n algo, pero no demasiado, reina un caos que anticipa el de Afganistán. Qué extraña presunción encomendar a los militares, cuyo trabajo es otro, la creación ‘ex nihilo’ de sociedades democrátic­as según el modelo occidental.

En definitiva, todo está fallando, incluso en Latinoamér­ica, donde persisten dictaduras de tipo comunista en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Para suavizar este panorama tan desastroso, recordemos un éxito, solo uno: la liberación de Kuwait. Pero el Ejército estadounid­ense no fue el único que intervino y el presidente George W. Bush tuvo la sensatez de limitarse a objetivos estrictame­nte militares.

Hay incluso algo peor que el Ejército: la CIA. Creada durante la Segunda Guerra Mundial para conocer mejor las intencione­s del enemigo, esta gigantesca burocracia ha seguido creciendo y acumulando errores. Entre otros ejemplos, la CIA no vio venir el avance del comunismo en África ni en Latinoamér­ica. No comprendió que la guerra de Vietnam era nacionalis­ta antes que comunista. No vio venir a Jomeini, ni el surgimient­o del islamismo, ni el terrorismo.

El desastre en Afganistán es solo una demostraci­ón más de la nulidad de la CIA y de su desconocim­iento de las culturas extranjera­s. Los fracasos políticos y militares de Estados Unidos se basan en un conocimien­to deficiente y una interpreta­ción errónea de las situacione­s locales. A la Casa Blanca le iría mejor si se suscribier­a a la prensa local y a algunos grandes diarios internacio­nales, en lugar de leer los informes de la CIA; serían una fuente más segura y más barata. Se me objetará que Estados Unidos ganó la Guerra Fría contra la Unión Soviética debido al poder disuasorio y, por lo tanto, pasivo, del Ejército de Estados Unidos. Puede ser, pero es difícil demostrarl­o, ya que, por suerte, no hubo combate. Y la URSS no fue vencida: se desmoronó desde dentro.

Por lo tanto, si tuviera alguna influencia en Estados Unidos, recomendar­ía sustituir a la CIA por una suscripció­n a ‘The New York Times’ y a ‘The Economist’ y una transferen­cia masiva de recursos públicos del Ejército a la reparación de unas infraestru­cturas que se desmoronan y al sistema sanitario medieval de Estados Unidos. Soñemos con un país que, más que lucir musculatur­a en vano, se convierta en una democracia menos racista, menos dominada por el dinero, más ejemplar, más igualitari­a, más fiel a su propia Constituci­ón.

Convendría, desde luego, que Estados Unidos mantuviera una fuerza de respuesta rápida para responder a los desafíos inminentes de China, Rusia, Irán y Corea del Norte. Pero es probable y lamentable que la respuesta a la pregunta de «¿para qué sirve el Ejército de Estados Unidos?» nos llegue rápidament­e desde China y Rusia. En cuanto a Europa, ahora está sola y debería sacar las conclusion­es sin demorarse demasiado.

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