El Papa urge erradicar «los brotes de odio que quieren destruir Europa»
► Pide una «educación para la fraternidad», ya que el antisemitismo es «una mecha que hay que apagar» ► Afirma que las religiones mayoritarias tienen la obligación de velar por «la libertad religiosa de todos»
En un fuerte llamamiento a Europa y al mundo, el Papa Francisco pidió ayer a su llegada a Budapest «promover juntos una educación para la fraternidad, para que los brotes de odio que quieren destruirla no prevalezcan».
En su discurso ante los líderes de todas las iglesias cristianas de Hungría, de los organismos ecuménicos internacionales y de la comunidad judía –perseguida y prácticamente aniquilada ante la indiferencia general durante el Holocausto–, el Santo Padre añadió: «Pienso en la amenaza del antisemitismo, que todavía serpentea en Europa y en otros lugares».
Unos 600.000 judíos húngaros murieron en los campos de concentración nazis, deportados en solo unos meses debido a la colaboración de la administración y de la policía húngaras. Desde 1920, el país cuenta con una legislación antisemita, la primera promulgada en la Europa de entreguerras.
Clima familiar
En opinión de Francisco, el antisemitismo «es una mecha que hay que apagar, y la mejor forma de desactivarla es trabajar en positivo juntos; es promover la fraternidad». Aunque abordó temas muy serios, el clima del encuentro fue familiar, y Francisco ya había roto el hielo inicial pidiendo disculpas por leer su discurso sentado, «pues ya no tengo 15 años». Tiene nada menos que 84 pero, aun así, había decidido emprender el vuelo desde Roma a las seis de la mañana.
En sus palabras de saludo al Papa al comienzo del encuentro ecuménico, el rabino jefe de Hungría, Róbert Fröhlich, recordó que «tanto los judíos como los cristianos sabemos lo que significa ser extranjeros y ser perseguidos por nuestra fe». Por fortuna, y como ejemplo para el mundo, «en las últimas décadas, judíos y cristianos hemos hecho mucho para derribar los muros que nos separan y para ver en el otro no un extranjero, sino un amigo, un hermano de la comunidad humana».
Era un buen resumen de algunas de las ideas de la encíclica ‘Fratelli tutti’, cada vez más imprescindible en un mundo de sociedades crispadas. Y el Papa continuó esa línea asignando a los líderes religiosos una nueva tarea constructiva. Según Francisco, «ustedes, que representan las religiones ma