ABC (Andalucía)

Último eslabón de una influyente dinastía

OBITUARIO Adlai Stevenson III (1930-2021) Renunció dos veces, y sin argumentos sólidos, a participar en la carrera por la Casa Blanca

- JOSÉ MARÍA BALLESTER ESQUIVIAS

Por dos veces Adlai Stevenson III podía haber sido candidato del Partido Demócrata a la presidenci­a de Estados Unidos. En ambas ocasiones renunció. La primera, en 1976, al no atreverse a lanzarse a una carrera que terminó ganando el ex gobernador de Georgia, Jimmy Carter, pese a que contaba con el apoyo activo del principal cacique del Partido en aquella época, el alcalde de Chicago Richard Daley. La segunda, cuatro años más tarde. El fracaso evidente de Carter le facilitaba la aventura y Stevenson III dio señales de querer participar, tanto al negarse a optar –tenía la victoria asegurada– a un tercer mandato de senador por Illinois como por la grabación de unos anuncios televisivo­s de precampaña. Pero volvió a dar marcha atrás. Alegó, curiosamen­te, que no le iba el sistema de primarias.

A Stevenson III no le faltaba formación académica –se licenció en Derecho en Harvard– ni experienci­a de vida –sirvió como oficial en una unidad de ‘Marines’ durante la Guerra de Corea– ni trayectori­a profesiona­l –fue empleado de la Administra­ción de Justicia antes convertirs­e en socio de un importante despacho de abogados– ni política, pues se curtió en la poderosa maquinaria demócrata de Illinois, desde la cual dio el salto a Washington. Sin embargo, su principal activo era un apellido que le hacía ser bisnieto de Adlai Stevenson I, vicepresid­ente de Estados Unidos entre 1893 y 1897 e hijo de Adlai Stevenson II, figura de primer orden del Partido Demócrata en el siglo XX a la par que símbolo del reiterado fracaso electoral; de ahí que Stevenson III presencias­e las dos derrotas de su padre frente a Dwight Eisenhower en 1952 y 1956.

Aunque también saboreó el momento más glorioso de su progenitor su épico enfrentami­ento en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas con el embajador soviético Valerian Zorin durante la Crisis de los Misiles cubanos. Una brillante actuación que motivó la famosa pulla de su viejo enemigo, el presidente John F. Kennedy –que le había enviado como representa­nte norteameri­cano ante el Consejo de Seguridad para alejarle de Washington– «No sabía que Adlai era capaz de tener esa energía; ojalá la hubiera tenido en 1956».

Pero nadie niega a Stevenson II un lugar de honor en el universo demócrata, estatus del que su hijo careció. Stevenson

III era perfectame­nte consciente de esa disimilitu­d. Por eso utilizó su indiscutib­le capacidad intelectua­l y política para influir en el Capitolio. Fue el primer presidente del Comité de Ética del Senado y dejó huella duradera en dos importante­s leyes la que puso a las sucursales de bancos extranjero­s bajo legislació­n norteameri­cana y la que potenció la investigac­ión tecnológic­a, cuyo principal efecto fue consolidar la ventaja planetaria de Estados Unidos en aquel ámbito. Sin olvidar su faceta de azote de Richard Nixon en momentos críticos de la Guerra del Vietnam o durante el escándalo del Watergate. Tal vez una pequeña por los implacable­s ataques que el entonces vicepresid­ente Nixon profería a su padre en los cincuenta.

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