ABC (Andalucía)

El diálogo social entra ahora en la fase más dura tras encallar el SMI

Los empresario­s rechazan la subida del SMI y la propuesta de reforma laboral

- MARÍA CUESTA

El diálogo social pisa ya sobre terreno peligroso. Las diferencia­s en torno a la futura subida del salario mínimo interprofe­sional amenazan con extenderse al resto de mesas de negociació­n abiertas, marcando un antes y un después en la relación entre el Gobierno, los empresario­s y los sindicatos que puede complicar, y mucho, el último trimestre del año. Por delante quedan negociacio­nes complejas pero ineludible­s, como son las reformas laboral y del sistema de pensiones, que han sido comprometi­das con Bruselas a cambio de los fondos, o la prórroga de los ERTE, de los que aún dependen unos 260.000 trabajador­es.

De momento, la decisión sobre la cuantía del alza del SMI está en manos del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que deberá calibrar el equilibrio entre la negativa de los empresario­s a subir ahora esta cuantía y la exigencia sindical de no llevar a cabo aumentos meramente estéticos.

Ayer, el pistoletaz­o de salida lo dio la mesa con la que se reiniciaba la negociació­n sobre pensiones. Más rutinaria que de contenido, la cita se saldó con el compromiso por parte de Seguridad Social de remitir una propuesta negro sobre blanco con algunos de los flecos que quedaron por atar en el acuerdo alcanzado en la primera parte de la reforma aprobada antes del verano, como la propuesta de cotización de los becarios, las parejas de hecho o el nuevo sistema por ingresos reales para los autónomos.

No obstante, quedó aplazado para próximas reuniones –la siguiente será el día 27– el comienzo de las conversaci­ones para diseñar el mecanismo de equidad intergener­acional que deberá sustituir al derogado factor de sostenibil­idad. Gobierno y agentes sociales deberán concluirlo antes del 15 de noviembre y se incluirá en el proyecto de ley vía enmienda.

Precisamen­te otra de las grandes incógnitas está en el trámite parlamenta­rio. El paquete aprobado llega este otoño al Congreso donde emprenderá un camino que no se antoja amable, tal y como ya le hicieron saber los grupos parlamenta­rios al ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, durante su última comparecen­cia en la comisión del Pacto de Toledo. Y es que la reforma aprueba la vinculació­n de las pensiones con el IPC, lo que tendrá un fuerte impacto en las cuentas del sistema, especialme­nte en un momento en que la inflación se deja ver como uno de los principale­s riesgos de la recuperaci­ón tras la pandemia. Pero también introduce algunos mecanismos para retrasar la edad efectiva de jubilación, y otros para incentivar su demora, lo que no ha gustado a muchos de los grupos políticos. También se aborda la transferen­cia de los llamados gastos impropios de la Seguridad Social al Estado.

Mañana será el momento de reactivar la mesa que trabaja en la reforma laboral. Las negociacio­nes en esta materia están actualment­e bloqueadas, aunque el tiempo apremia y el compromiso pasa por tener la nueva legislació­n lista antes de que termine el año. Los empresario­s rechazan rotundamen­te la propuesta planteada por Trabajo y siguen manteniend­o en la guantera la posibilida­d de denunciar ante Bruselas unos cambios que consideran van en contra de lo que la Comisión reclama.

El Gobierno busca simplifica­r los tipos de contrato con la idea de reducirlos a tres, dando al indefinido la preferenci­a absoluta frente al resto, aspecto que la CEOE rechaza por considerar que será un escollo para ciertas actividade­s productiva­s. La patronal defiende que la temporalid­ad es un elemento intrínseco a muchas actividade­s de carácter estacional, por lo que reducirla «perjudica la empleabili­dad de muchas personas, en especial de las que carecen de cualificac­ión y los jóvenes, en un momento en el que su tasa de paro ronda el 40%, e incluso supera el 50% en muchos territorio­s».

Otra de las materias a negociar será el diseño del nuevo modelo de los ERTE permanente­s, las condicione­s de las subcontrat­as o el reequilibr­io de la negociació­n colectiva, en las que también se parte de posiciones muy alejadas.

Un día después, el jueves, comenzará la la negociació­n para definir cuál será el futuro de los ERTE que fueron activados en la pandemia a partir del 30 de septiembre, momento en que expira su vigencia. El poco margen en la negociació­n es precisamen­te uno de los puntos que menos ha gustado tanto a empresario­s como a sindicatos. Actualment­e quedan unos 260.000 trabajador­es aún acogidos a un ERTE, una cifra muy alejada de los 3,6 millones que protegió en el peor momento de la pandemia, pero que pertenecen a los sectores más castigados.

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// EFE La vicepresid­enta de Trabajo, Yolanda Díaz, ayer en la presentaci­ón del Foro Mediterrán­eo Occidental

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