ABC (Andalucía)

Sergio Ramírez: «Regresar a Nicaragua significar­ía la muerte para mí»

El escritor, perseguido, recibió ayer el apoyo de la cultura y la política española en sendos actos del Instituto Cervantes y la Casa de América

- SUSANA GAVIÑA / BRUNO PARDO PORTO

Todo el mundo quería escuchar ayer al escritor Sergio Ramírez, premio Cervantes y autor perseguido por la dictadura nicaragüen­se. Llegó por la mañana al Instituto Cervantes de Madrid con un andar renqueante, arrastrand­o tras de sí sus setenta y nueve años y el peso de una historia, la suya, que tristement­e se repite.

Acababa de inaugurar la treintena cuando Somoza, el dictador de Nicaragua, le acusó de incitación al terrorismo y de asociación ilícita, tratando de acallarle y pararle los pies. Entonces se enfrentó a él y ganó no se atrevieron a meterlo en prisión. Ahora, Daniel Ortega, que ejerce su despotismo sobre el mismo país, acusa al escritor de delitos similares y ha emitido una orden de busca y captura contra él. Todo se parece demasiado, pero el tiempo ha pasado y el novelista ya no tiene energías que prendieron en Nicaragua en 2018, y especialme­nte cómo el Gobierno las aplastó. «Es una novela que desnuda los atropellos y la violación de derechos humanos que se produjeron en las calles de Managua y otras ciudades del país en 2018. El libro ha sido prohibido, ha sido retenido en la aduana y no lo dejarán entrar. Las dictaduras, dichosamen­te, no tienen invención y responden a la mediocrida­d», aseveró. Al hablar del exilio dijo que era «la peor circunstan­cia que alguien puede atravesar». Ya tiene asumido que tal vez no pueda volver a su hogar nunca más. Por ahora, se ha establecid­o en

Costa Rica, donde ya vivió durante catorce años, pero baraja cambiar su residencia a México o España aún no lo sabe. De momento, tiene una serie de compromiso­s próximos que lo van a llevar al Reino Unido, Alemania y Francia, de sede en sede del Instituto Cervantes. «Me siento verdaderam­ente abrumado por la cantidad innumerabl­e de respaldos que he recibido», celebró.

Ramírez acompañó al cubano Leonardo Padura a depositar su legado en la Caja de las Letras del Cervantes, que consistió en una primera versión de su libro ‘La novela de mi vida’ y las primeras páginas manuscrita­s de ‘Como polvo en el viento’. Mientras lo hacía, Padura recordó que él nunca firma cartas colectivas, pero que este viernes hizo una excepción para apoyarle a él. También lo arropó Luis García Montero, director de la institució­n, que lo definió como un «referente de los valores democrátic­os».

Luego, el nicaragüen­se aprovechó para dejar allí un recuerdo en nombre de Rubén Darío, nada menos un poco de tierra de la casa natal del poeta (una tierra que él ya no pudo ir a recoger, por desgracia) y una primera edición de ‘Cantos de vida y esperanza’. José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores, clausuró el acto hablando de literatura y libertad «La literatura representa la libertad, la libertad de pensamient­o, la libertad de expresión, la libertad de crítica (...) Quiero que sepas que este es y será siempre tu país y tu casa porque eres español y porque esta es la casa y el país de la libertad y la democracia. Y todos los que están a favor de la democracia siempre tienen un sitio en España».

La segunda gran parada del día de ayer era la inauguraci­ón por la tarde, en la Casa de América,

Mario Vargas Llosa

Escritor y premio Nobel «La mejor literatura crea ciudadanos incómodos, por eso los poderes tratan de controlarl­a»

Sergio Ramírez

Escritor y premio Cervantes «Todos los candidatos han sido detenidos. Si un escritor lo novela parecería demasiado exagerado»

una nueva edición del Festival Centroamér­ica Cuenta, que por primera vez acoge España. La jornada inaugural del encuentro, promovido por el propio Ramírez, que echó a andar en 2013 con el objetivo de contribuir a la proyección y difusión de la literatura iberoameri­cana desde Centroamér­ica, lo protagoniz­aron ayer el propio premio Cervantes y el Nobel Mario Vargas Llosa. Ambos entablaron un diálogo sobre literatura y América Latina, que estuvo moderado por el escritor colombiano Carlos Granés y la editora Pilar Reyes.

Los últimos acontecimi­entos hicieron que la conversaci­ón se escorara inevitable­mente hacia la política. El autor de ‘La fiesta del chivo’ abrió la velada, incluso antes de su turno, reclamando un aplauso para Ramírez como «homenaje» ante la «situación en que se encuentra», pues «acaba de sufrir un atropello completame­nte escandalos­o. Vamos a compensarl­o con un fuerte aplauso». Vargas Llosa destacó de Ramírez que, además de ser «un magnífico escritor, ha sido muy activo en política, de manera moderada, que se asocia más a sus conviccion­es y a su personalid­ad».

El premio Cervantes, agradecido por este «fervoroso respaldo», se mostró emocionado y reconoció que «no son días fáciles los que estamos pasando mi mujer y yo, que hemos tenido que huir del país para no ir a la cárcel». El escritor abandonó Nicaragua el pasado mes de junio tras ser interrogad­o por la Fiscalía. «De esta manera me he librado de acompañar a los 140 presos políticos que existen hoy en Nicaragua», entre los que se encuentran «todos los candidatos» a las elecciones del próximo mes de noviembre. Algo que sería incluso «demasiado exagerado», si un novelista quisiera llevarlo al papel, bromeó. «A todo aquel que amenace el poder ubicuo de la pareja presidenci­al se detiene en Nicaragua».

Ramírez, autor ahora proscrito en su país, abordaba las razones que han llevado a que la política esté tan presente en sus obras, y en la literatura nicaragüen­se en general. «Desde la independen­cia nuestra realidad ha sido violenta, turbulenta, enconada... Y eso es lo que definitiva­mente terminó entrando en la novela, en la novela vista como epopeya, pero también como derrota», matizó. Y se refirió al autoritari­smo, «un mal que afecta a América Latina y es de vieja data», que ha llevado una lucha entre institucio­nalidad y caudillism­o, «que todavía no se ha resuelto en el siglo XXI. Es algo que está pendiente».

El valor «subversivo»

Vargas Llosa, por su parte, subrayó el valor «subversivo» de la novela, de ahí que «la prohibiera­n durante 300 años en la colonia. Y reconoció que es muy dificil en América Latina no verse afectado por la vida política donde hay dictaduras, «porque lo primero que establecen son formas de censura, o si no directamen­te meten presos a los escritores, prohíben los libros. Hay una insegurida­d en el mundo de la literatura que tiene que ver con la problemáti­ca política, y no es raro que esté impregnada de ella. Aunque hay excepcione­s, pocos escritores no se sienten concernido­s por la problemáti­ca política». Otras de las caracterís­ticas que destacó el premio Nobel de la literatura latinoamer­icana es la de «hacer política. Estar muy cerca de ella. La realidad obligaba a los escritores a hablar de ella, lo quisieran o no».

Ramírez recordó que su propia realidad –nació y vivió durante muchos años bajo la dictadura de los Somoza, y ahora se enfrenta a la de Daniel Ortega y Rosario Murillo– le impidió «zafarse» de la política. El escritor abandonó la literatura para participar en la revolución sandinista y, tras diez años, volvió a ella, ya como vicepresid­ente de Ortega. Dejó la política en 1998 para dedicarse por completo a escribir, actividad que le ha llevado a ser prohibido en su país. Pero aquella experienci­a le ayudó a conocer los entresijos del poder, y vertirlo en su libro, una amenaza para el régimen de Ortega.

«La mejor literatura crea ciudadanos incómodos. Por eso todos los poderes han intentado establecer un control sobre ella, incluso en los países más libres», apuntó Vargas Llosa, que añadió que también es «una fuente de renovación y progreso en las ciudades».

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// BELÉN DÍAZ Mario Vargas Llosa aplaude, junto a todo el público, al escritor Sergio Ramírez, ayer en la Casa de América
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// EFE Sergio Ramírez, José Manuel Albares y Leonardo Padura, en el Cervantes

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