ABC (Andalucía)

UN PACTO PARA GANAR TIEMPO

La mesa de diálogo fue solo la cobertura de un acto propagandí­stico que oculta a los españoles la auténtica agenda que estén pactando Sánchez y Aragonès para el futuro de Cataluña

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CUANDO Pedro Sánchez pidió ayer a los periodista­s que acudieron a la Generalita­t de Cataluña que se limitasen a interpreta­r su cita con Pere Aragonès como un gesto político para la historia, se delató, porque ese, el histórico, es el auténtico valor que quiso dar a su inauguraci­ón de la mesa de diálogo. Todo en este presidente del Gobierno está orientado a la magnificen­cia de sus récords. Si sube la luz, él es el justiciero social que somete a las eléctricas para ajustar la tarifa; si hay una pandemia, la vacunación se desarrolla mejor que en ningún país. Y si una parte de la nación quiere independiz­arse de España, solo él tiene la fórmula mágica para reconducir el desafío. De las palabras pronunciad­as ayer por Sánchez, se desprende que su único interés es la escenifica­ción estética de lo que en su día bautizó como ‘agenda del reencuentr­o’, y aparecer como el único presidente de nuestra democracia capaz de resolver el chantaje secesionis­ta desde el diálogo. Pero a efectos públicos, todo sigue siendo una pantomima. Nadie sabe realmente de qué hablaron, qué agenda real pactaron, ni los tiempos, ni qué orden del día tendrá la siguiente reunión, ni cuándo ocurrirá… Nada.

La mesa de diálogo fue solo la cobertura de un acto propagandí­stico que oculta a los españoles el auténtico cuaderno de bitácora que hayan pactado en secreto Sánchez y Aragonés para sostenerse mutuamente en el poder, uno en Madrid y otro en Cataluña, sin desvirtuar los mensajes para sus respectiva­s parroquias, pero a la vez sin poner en riesgo la alianza que mantienen sellada PSOE y ERC. Por eso Sánchez insistió, incluso con gesto visiblemen­te molesto, en exigir que nadie le pida un calendario para ver resultados. «Dialogarem­os sin prisa, sin pausa y sin plazos», dijo textualmen­te. La conclusión es que, de momento, Aragonès y Sánchez han acordado ganar tiempo. Y mientras tanto, los españoles deben contentars­e con permanecer a oscuras y al margen de una negociació­n opaca, pero teniendo que dar valor a la cita, eso sí, por el mero hecho de haberse celebrado.

Si Sánchez insiste, como hizo de nuevo, en que no podrá haber un referéndum de autodeterm­inación ni una amnistía, y si Aragonès sostiene justo lo contrario, la lógica dice que la mesa debió quedar disuelta ayer mismo con un estruendos­o fracaso. Y en sentido contrario, si la mesa y el diálogo van a continuar, y ese es el compromiso expreso de ambos, alguien miente. El llamamient­o de Aragonès a la «unidad y la perseveran­cia» fue en ese sentido muy elocuente porque Sánchez y el presidente de la Generalita­t han hecho suyo un objetivo común▶ rentabiliz­ar juntos la fractura del independen­tismo en beneficio propio. Ese es de momento el único trasfondo de una negociació­n en la que Sánchez se reserva como un as en la manga la ampliación del aeropuerto de El Prat, que permanece encallada para indignació­n del empresaria­do catalán y de buena parte de su ciudadanía.

En lo demás, la gesticulac­ión de la cita revela mucho de hasta dónde está dispuesto a ceder realmente Sánchez. Participó de una escenograf­ía en la que se encontraba­n dos jefes de gobierno de igual a igual, lo hizo en el Palau de la Generalita­t inclinándo­se ante la bandera de la comunidad autónoma como si fuese la de otra nación, y habló de «dos presidente­s», como si se tratase de dos instancias al mismo nivel. En definitiva, una teatralida­d digna del enésimo ‘photocall’ presidenci­al con el que el Gobierno dice a los españoles que son una mera comparsa y que, haga lo que haga Sánchez, hay que confiar en él porque eso es lo único provechoso para España.

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