El Gobierno intenta rescatar a Ciudadanos para los Presupuestos
▶ El precio de la luz y la ‘mesa de diálogo’ marcaron la primera sesión del curso
El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, se estrenó ayer en la sesión de control del Congreso exhibiendo públicamente uno de sus anhelos: recuperar la geometría variable con la que el Gobierno combinó el año pasado acuerdos con Ciudadanos y pactos con los independentistas. El espejismo se rompió definitivamente, tras meses tensando la cuerda, cuando el Ejecutivo amarró el respaldo de ERC y de EH Bildu para los Presupuestos Generales del Estado. Inés Arrimadas dijo basta, pero ayer Bolaños tanteó a su portavoz, Edmundo Bal, para comprobar si esa alternativa pervive.
Parece que no. Arrimadas ya enterró esa posibilidad en la entrevista que concedió a ABC a principios de septiembre, en la que situó los indultos como un punto de no retorno. Bal, con el tono empleado, evidenció que el escenario es radicalmente opuesto al del año pasado. Bolaños reclamó a Cs que volviese al «centro útil» y le advirtió
de que en la derecha, donde lo situó, «no cabe nadie más». En Cs se toman la oferta como un brindis al sol. Un imposible, habida cuenta de que el Gobierno ya negocia con ERC, opción incompatible con la presencia de Cs. «La utilidad no es apoyar los Presupuestos porque sí. Es como si nos piden que aprobemos unas cuentas en las que se nacionalizan todos los bancos», sentencian fuentes del partido de Arrimadas, en conversación con este diario.
Bal le reprochó a Bolaños que cambie las «mesas» que hacen falta, como una para rebajar la factura de la luz, por una para «trocear el Estado con ERC». El titular de Presidencia, figura clave en el frustrado acercamiento a Cs –él negociaba directamente con el entonces hombre fuerte de Arrimadas, Carlos Cuadrado, defenestrado tras la fallida moción de censura en la Región de Murcia–, insistió casi con nostalgia: «He escuchado que se niegan a negociar los Presupuestos que van a dar crecimiento económico, estabilidad y cohesión. Con un folio en blanco, se niegan a sentarse».
Del contenido de este intercambio de reproches se deducen los dos grandes temas del inicio del curso, casi monotemático en el turno de preguntas: el recibo eléctrico y la denominada mesa de diálogo con Cataluña. Ambos escenarios marcaron el primer cara a cara de Pedro Sánchez y Pablo Casado, con el mismo tono de siempre, a caballo entre la ironía, la condescendencia y la crítica, según el momento y el interlocutor.
Si bien la luz ha tocado un nuevo techo, el presidente del Gobierno presumió de su plan a corto plazo y aseguró que en su estrategia prima «el interés de los ciudadanos por encima de cualquier interés particular». No convenció al líder de la oposición, que como Santiago Abascal cargó contra el Ejecutivo por sentarse con los independentistas. «Es el presidente de un Gobierno fallido, el presidente más radical de Europa y de la historia democrática de España», espetó Casado.