ABC (Andalucía)

Tres lecciones de la crisis eléctrica

La fiscalidad adaptativa de Sánchez, Podemos descubre la nuclear, y la hipocresía carbonífer­a de Alemania

- JOHN MÜLLER

La crisis del precio de la electricid­ad está dejando lecciones inolvidabl­es. Tomo nota de tres de ellas. Primera: la renovada relación del presidente del Gobierno con la fiscalidad. Hubo un tiempo en que Pedro Sánchez hablaba en tono de reproche sobre la incapacida­d de la economía española de cubrir la brecha de recaudació­n tributaria con la media europea. Esos famosos seis puntos del PIB ocupaban de manera intensa y reiterada su discurso político. Parecía dispuesto a cometer cualquier locura con tal de cubrirla. Una de las cosas más sorprenden­tes de la subida de la factura eléctrica es la rapidez con que Sánchez se ha olvidado de esa brecha y se ha puesto a desmantela­r la fiscalidad energética que supone la mitad del precio que pagamos. Lo está haciendo por dos vías: reduciendo impuestos y dedicando más recursos públicos procedente­s del mercado de carbono a rebajar las cargas del sistema. Esto demuestra que cuando se quiere, se puede, como suele decir Díaz Ayuso.

Segunda enseñanza: Podemos ha descubiert­o las bondades de la energía nuclear. Es barata y dota de resilienci­a al sistema eléctrico y no emite C02 al medio ambiente. Hasta ahora, la formación morada sólo se fijaba en los riesgos –que existen y son importante­s– pero no en las ventajas. Riesgos que España asume por defecto ya que está al lado del mayor generador nuclear de Europa: Francia y sus 56 reactores activos. Quizá esta inmersión en la realidad económica haga que también cambie su considerac­ión hacia la energía hidráulica y «el viejo modelo franquista de pantanos y obras faraónicas que han hundido y obligado a abandonar tantos pueblos». Gracias a esos pantanos, España tiene tres veces más capacidad instalada de generación hidráulica que Alemania y supera por un poco a la de Suecia, país que produce más de la mitad de su electricid­ad por este medio.

Tercera lección: la hipocresía alemana que pese a su discurso verde y a su intensa propaganda antinuclea­r, proyectand­o su ejemplo a todos los demás países europeos, sigue utilizando el carbón –y no el gas natural de precio más caro y volátil– para producir su electricid­ad. Entre el 30 y el 40% de su actual generación procede del carbón. Este supone el 75% de sus emisiones.

España, en cambio, ha decidido abrazar con entusiasmo el idealismo alemán (y no su realismo) y desmontar el suelo en el que se apoya antes de aprender a volar: hace una década, España tenía 14 plantas térmicas de carbón, ahora sólo queda una a pleno funcionami­ento según informaba este diario en marzo. Las demás están siendo desmantela­das, un proceso costoso y que destruye empleo. En cinco años, Endesa, por ejemplo, debe invertir unos 5.000 millones en este proceso: más de 250 millones en desmantela­rlas y más de 4.500 millones para crear plantas renovables que las sustituyan. jmuller@abc.es

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