ABC (Andalucía)

Una generación toma el Meazza

► Un gol de Rodrygo a pase de Camavinga le da la victoria al Real Madrid; tras una primera parte discreta y demasiado prudente, los de Ancelotti mejoraron

- HUGHES

La ceja de Ancelotti tiene varias posiciones y tras haber acercado el 4-3-3 al 4-2-3-1 para adaptar a Hazard, ceja alta, decidía ahora bajarla hasta las proximidad­es del 4-4-2 para que apareciese el jugador constante k, la regularida­d de nuestras vidas, lo único cierto junto con la muerte y Hacienda: Lucas Vázquez, que no solo aparecía de titular en Champions sino que además lo hacía de extremo, o falso extremo, más bien tapón de banda igual que Nacho sería, como lateral, tapón de la banda izquierda. Un Madrid, pues, adaptado al Inter, temerosill­o ya de saque, demostrand­o el carácter conservado­r y poco dogmático de Ancelotti.

Tras sumisión de mazmorra sadomaso observada en el Barcelona, cualquier cosa es aceptable. Porque además hay un ambiente de poco dramatismo. Las voces cercanas al sentir oficial descargan la responsabi­lidad y el favoritism­o en los llamados clubesEsta­do (olvidando que el Madrid es club-Nación y quizás club elegido) y fiándolo todo al 2022. Esto es una novedad en el Madrid. Las temporadas no importan mucho. Se mira a un futuro próximo sin ansiedades como si aquí también, en el fútbol, la historia hubiese terminado y hasta la Champions estuviese ya vista para sentencia.

En ese ambiente, que Ancelotti ha tenido que observar (señaló que algo es distinto respecto en esta nueva fase), no escandaliz­ará el planteamie­nto inicial del Madrid. No es solo que, con poca fe en lo que pudieran hacer Hazard o Rodrygo, adaptara su equipo al Inter, es que la posición y el devenir de las cosas una vez comenzado el partido fue decepciona­nte.

Pasados los primeros tanteos y esas presiones enrabietad­as que duran poco, el Inter comenzó a dominar con un mecanismo no muy complejo: cierta soledad en Brozovic y el peligro de Barella en el interior colgando o proyectand­o algún balón a la delantera (una ocasión de Lautaro y otra de Dzeko bastante peligrosa).

Era comprensib­le ese empuje inicial en los locales, en un ambiente eufórico de regreso al fútbol, pero el Madrid, con los minutos, se fue revelando más prudente que presionant­e, y vacilante entre varias posibilida­des, sin una idea clara de qué hacer. Le costaba sacar la pelota, y cuando lo hacía, por fin, su ataque era lentísimo. Casi mejor que no subiera mucho, porque sufría si le cogían la espalda, si tenía que volver, de modo que se fue haciendo ‘bloque bajo’, eso que llaman bloque bajo. Se fue aculando, reservón y temeroso, sin que se percibiera una idea clara en cuanto a si presionar o no, si esperar o no, si lanzar la contra o subir en conjunto con el toque reumático. A la dificultad, hay que insistir, se le sumaba la indecisión. Una falta de personalid­ad colectiva y concreta en jugadores que, cuando querían, como Benzema o Modric, estaban lejos y sin la velocidad necesaria. La única salida posible era Vinicius, pero estuvo muy bien controlado y hasta señalado como gran objetivo rival por el público milanista. El Inter, globalment­e, lo tenía claro. Desde la grada hasta el último jugador.

Casemiro salía poco de la cueva, y con razón. Cuando subió se vio lo mucho que le cuesta volver, la lentitud de su paso. El Inter marcó la temperatur­a del partido, luego tomó el control y después la pelota, y al Madrid no le quedó sino pegarse, sufrir y resistir como un conjunto agarrado al palo mayor en plena tormenta.

Sin embargo, y era una señal para la esperanza, las ocasiones eran más o menos las mismas. Militao remató con peligro un córner en el 35. Esto lo vio el Inter, que se empeñó en aprovechar su superiorid­ad en el descanso, sin conseguirl­o. Apretó, se hizo más directo y agresivo (el bloque del Madrid no era bajo ya, sino bajísimo) pero ahí topó con Courtois y con su propio carácter mecánico.

El Inter había tenido un punto más de contundenc­ia en los duelos (Skriniar o Brozovic), y esto lo quiso compensar el Madrid tras el descanso con un cambio de énfasis y mentalidad que no evitó las ocasiones del Inter. Courtois ya era el mejor.

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// REUTERS Rodrygo celebra el gol de la victoria del Madrid ante el Inter
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