ABC (Andalucía)

El Atlético se atraganta con el Oporto

► La rocosa resistenci­a del conjunto portugués anula la profundida­d del Atlético, que apenas tuvo ocasiones ► La entrada de Correa y Griezmann activó a su equipo, que sufrió por un gol portugués anulado por el VAR

- JOSÉ CARLOS CARABIAS

Sale de nuevo a concurso el Atlético, un año más en la Champions, el sueño centenario de la hinchada y el sustento económico de la entidad, tan regular el equipo en su estabilida­d deportiva. Con el campeón de la Liga vuelve la libertad para soñar con lo que nunca fue, camino empedrado que empieza a recorrer la tropa del Cholo. El Atlético se atraganta con el Oporto, un grupo fornido, educado para no recibir. Empate sin goles y casi sin ocasiones. El partido amanece áspero, ruido de tibias sobre el mantel del Wanda, noche para picar en piedra, está Pepe al mando con su brazalete de capitán y su pasado irascible.

El Oporto compromete al Atlético, pues no le concede facilidad alguna, muy al contrario esparce un manto de aceite, sudor a raudales, mucha hormona suelta... Arranca el partido y se le caen las tarjetas al árbitro rumano, que amonesta a tres portuguese­s, tal es el afán del entrenador Sergio Conceiçao de impedir cualquier avance, control o similares cerca de su área. Pepe y su destacamen­to empujan hacia afuera como un cargamento de olas que entrega cualquier objeto a la playa.

Al Atlético no le favorece el curso de la noche. No circula rápido el balón, no hay imaginació­n por el centro, no enganchan por las bandas Llorente o Carrasco, no conecta con la creativida­d de Joao Félix, no llega ni por asomo a la zona Suárez. Queda el rastreo permanente de Kondogbia, quien despunta en la primera parte por su facilidad contagiosa para barrer todo lo que transita por su franja de influencia. El Atlético echa de menos la profundida­d de Lemar, a quien Simeone sustituye por algún problema físico antes del descanso.

Salvo un tímido intento de Luis Suárez en el minuto cinco, el Atlético no ha chutado a puerta. Tampoco el Oporto, a quien el empate no disgusta. Es una réplica del cholismo, ardor guerrero y defensa básica, partidos por la mínima y unocerismo. Ya llegará, si llega, la oportunida­d de morder. Aún no ha salido Griezmann, a quien le saluda una pitada en la presentaci­ón por los videomarca­dores. Nadie podía esperar otra reacción.

El Oporto se comporta con una solvencia superior. Trocea las vías de ataque del Atlético, lo anula en su presunta creativida­d. Simeone recurre a los cambios, banquillo tiene de sobra para alterar el ritmo de los partidos. Lo consigue una vez más. Griezmann (más pitos), Correa y Lodi aportan una marcha más al fútbol anodino sin ocasiones de gol. A Griezmann no le afecta la bronca, se asocia, juega bien y busca otros caminos. La tiene Correa en un gran pase del francés, pero el portero Diogo Costa justifica su salario con una parada estupenda.

Con su actitud rocosa, el Oporto justifica sus números. No ha recibido un

gol en sus últimos cinco partidos en la fase de grupo de la Champions. Y casi la arma en un contragolp­e que acaba en gol de Taremi, anulado por el VAR por mano que pareció involuntar­ia. La última, una falta con roja que genera otra buena acción de Griezmann, la tira fuera Luis Suárez.

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// IGNACIO GIL Griezmann, que fue el mejor del Atlético, se cruza con el portero Diogo Costa
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