Apaguen la luz cuando terminen

El Congreso está para cerrarlo con la llave por fuera, nos sale carísimo

CADA vez se me parece más Pedro Sánchez a Sam (Robert de Niro) en ‘Casino’. Siempre que levanta el micro en su escaño creo que va a recitar con su implacable rictus litúrgico la mítica frase del apostador: «Hay tres maneras de hacer las cosas: la correcta, la incorrecta y la mía». La suya es mitad telúrica, mitad ventrílocua porque funciona como la copla, lo que nos dicen sus ojos nos lo desmiente su boca. Un ejemplo calentito. Nos ha arrastrado a un retruécano tan surrealista como el de la factura de la luz, que nos aboca a desenchufar el frigorífico para ahorrar porque, total, con lo que pagamos por encenderlo no nos queda un duro para llenarlo, pero él levanta el micro y pregona: «El Gobierno va a defender siempre el interés de los ciudadanos». Así en general, sin entrar en detalles. Ole ese tío altruista que nos vacuna sin preguntarnos a quién votamos. Cuando Pablo Iglesias pedía minutos de silencio por los muertos que provocaba el crujido energético del cuatro por ciento, la culpa era de Rajoy. Pero ahora que el hachazo es del 35 por ciento la culpa es de las eléctricas, a las que hay que sablear para salvarnos de los tiritones sin tocar los impuestos. Me quito el sombrero con este liante.

En su forma de hacer las cosas, que no es la correcta ni la incorrecta, sino la peor, a la bajada de pantalones ante los sediciosos se le llama mesa de diálogo, a los homenajes a terroristas se les aplica el silencio y a la imposición sin quorum en el Poder Judicial se le denomina bloqueo de la derecha. La humillación a la dignidad en el caso etarra y a la inteligencia en el confiscatorio es su herramienta de dominación. Por eso este presidente es tan personaje de cine, porque se retirará habiendo cumplido a rajatabla el dogma de ‘Ciudadano Kane’: «en política fue siempre novio, nunca esposo». Pero puede permitírselo mientras Pablo Casado siga sin aprender el catón del tiro de pichón: si apuntas a todos, no le das a ninguno. Por eso el Congreso está para cerrarlo con la llave por fuera y gritar desde la calle: ¡apaguen la luz cuando terminen, que nos están ustedes costando un huevo!