El futuro ya está aquí
Años anunciando la primacía de China y cuando esta empieza a producir efectos, nos toman por sorpresa
El orgullo de Francia está herido y el europeo también. La ruptura del contrato entre Australia y Naval Group (el equivalente a la española Navantia), que suponía unos 56.000 millones de euros, supone un palo considerable para la economía del área de Cherburgo, donde se encuentra la base del programa. De hecho, allí ya hay 500 personas trabajando en los planes para fabricar los 12 submarinos convencionales comprometidos que no saben qué pasará con ellos. La primera reacción de las autoridades ha sido afirmar que blindará a la región y a la empresa de los efectos de la ruptura, pero esto es casi imposible de garantizar. Naval Group fue seleccionada en abril de 2016 por Australia para este programa y desde entonces el proyecto ha atraído cientos de proveedores que han formado un clúster que se ha quedado sin su razón de ser.
La espantada australiana también ha puesto en el disparadero a uno de los gestores más distinguidos de la industria militar francesa Pierre Eric Pommellet, presidente de Naval Group (450.000 euros al año). Conocido en los medios especializados como PEP, se trata de un técnico muy acreditado, con posgrado en el MIT, y que procede de una familia de Brest ligada al sector naval desde hace tres generaciones. El Gobierno de Emmanuel Macron, que posee el 65% de las acciones de Naval Group, lo designó en enero de 2020. En ese momento, el puesto parecía un premio colosal porque Hervé Guillou, el hasta entonces presidente, había hecho un trabajo excelente, creándole un futuro a la empresa al ganar, contra todo pronóstico, el concurso de los submarinos australianos, el de las fragatas rumanas y cerrando una alianza con la italiana Fincantieri para echar las bases de unos futuros astilleros militares europeos. El favoritismo de Macron se notó en más cosas Pommellet fue designado con 55 años con la esperanza de que ocupara el puesto durante dos periodos. Sus dos últimos antecesores habían sido nombrados con 60 años y a los 65 los estatutos los obligaron a jubilar por muy buena gestión que hicieran. Gillou, por ejemplo, pidió sin éxito que ampliaran su mandato.
Parecía que la gestión de Pommellet sería coser y cantar hasta que en marzo la prensa australiana empezó a hablar de la posible ruptura del contrato. En ese momento, la cuestión crítica era la exigencia australiana de que el 60% del contrato se gastara en proveedores de esa nacionalidad.
Pero en el fondo había consideraciones de tipo estratégico, evidentes en los últimos años, que pesaron más. El Gobierno francés y la UE afirman que no sabían nada de lo que se cocinaba en las antípodas. Las élites europeas están en Babia. Durante décadas, los mejores analistas del continente han estado augurando el advenimiento de un nuevo escenario geopolítico global y cuando por fin éste se ha hecho realidad no han sido capaces de darse cuenta de que el futuro ya está aquí. jmuller@abc.es