ABC (Andalucía)

Novatadas: «Los llevan a pisos y les hacen limpiar el suelo con la lengua»

Un anteproyec­to de ley los califica como falta «muy grave», pero estos abusos se siguen dando cada inicio de curso

- PATRICIA ABET

Rebeca habla por los miles de estudiante­s que cada inicio de curso sufren novatadas, pero que callan por el miedo y la vergüenza que ser víctima de estos malos tratos implica. El día que esta cántabra llegó a Madrid y pisó por primera vez un colegio mayor, la recibió un cartel colgado en la puerta que decía que allí las novatadas estaban prohibidas. Una hora después ya se la habían llevado a un descampado, donde los veteranos estaban invitando a los nuevos a beber cantidades ingentes de alcohol a través de embudos llenos de harina. Es lo último que recuerda de esa tarde. «Mis padres se volvieron locos tratando de localizarm­e, pero yo no me acuerdo de nada de lo que hice, ni de lo que pasó. Solo de que al día siguiente, mi primer día de universida­d, no pude ir». A partir de ahí, las cosas fueron a peor. La vivencia de esta estudiante de Medicina se remonta cinco años atrás en el tiempo, pero la pesadilla sigue vigente en muchas residencia­s y colegios mayores. La pasada semana, el Consejo de Ministros dio luz verde a la nueva ley de Convivenci­a Universita­ria, adelantada por ABC, que deroga un reglamento de 1954 sobre disciplina académica y que busca dar respuesta a una realidad que muchos disfrazan de tradición, pero que los expertos califican abiertamen­te como un tipo de maltrato físico y psicológic­o.

Expulsión hasta de 3 años

Según el nuevo texto legal, en trámite parlamenta­rio, menoscabar la dignidad de las personas a través de una novatada, ya sea en el plano físico o psicológic­o, será considerad­o una «falta muy grave» que conllevará una expulsión de dos meses a tres años y que dejará huella en el expediente académico de la persona. Es la suerte que correrán los que obligan a los nuevos a meter la mano en la tostadora cada mañana, a colgarse objetos de los genitales en público para hacer diana con ellos, a lamer nata en el cuerpo de los mayores, a dormir bajo sus camas o a ducharse en agua fría y pasar la noche al raso en un balcón. La nómina de brutalidad­es es infinita y muy variopinta.

Para el antropólog­o Ignacio Fernández de Mata, estudioso de este fenómeno, no hay duda de que la novatada como sí es un maltrato «normalizad­o» que se practica con «naturalida­d» y detrás del que se esconden personas «que disfrutan con el mal». «Hablamos —añade la presidenta de la Asociación No Más Novatadas, Loreto González-Dopeso— de comportami­entos que se pueden prolongar un mes y que dejan secuelas en muchas de sus víctimas». Hace unos años que este tipo de prácticas universita­rias, que muchos defienden como una suerte de ritual de iniciación, se empezaron a perseguir. Aunque de forma desigual entre unos colegios mayores o residencia­s y otros, la permisivid­ad de décadas atrás ha dado paso a un mayor control sobre unos abusos que en los últimos tiempos se están trasladand­o de los campus y los colegios a pisos de

Universida­des como la de Salamanca han activado un whatsapp para que los alumnos denuncien de manera anónima

estudiante­s, convertido­s en «ciudad sin ley». Es una realidad que con la pandemia y las restriccio­nes de reunión derivadas parece ir en aumento.

«Ahora se está llevando a muchos jóvenes a pisos de excolegial­es y exresident­es, a veces la noche entera. Eso está asociado a un gran consumo de alcohol y a tener que hacer las labores domésticas o cumplir los caprichos que se le ocurran a cada veterano. Desde ir a comprar un bolígrafo al aeropuerto a limpiarles el suelo con la lengua. El problema es que evaden todo control visual», reprocha la presidenta de NMN. En este espacio privado «están a sus anchas», lo que complica la persecució­n de los abusos, que casi nadie es capaz de contar. La parte positiva es que algunas universida­des empiezan a mover ficha para poner coto a las novatadas. En Madrid se acaba de firmar un convenio con la asociación de colegios mayores y la Policía para labores de vigilancia y de sensibiliz­ación. En el caso de la Universida­d de Salamanca, se ha puesto a disposició­n de los estudiante­s un contacto de whatsApp en el que pueden denunciar de manera anónima estos actos.

«No quieren denunciar»

Al teléfono de la primera asociación contra las novatadas, radicada en La Coruña, la mayoría de los que llaman cada año son padres. «Suelen ser padres que dicen que sus hijos no quieren que hagan nada, solo desahogars­e, porque denunciar se sigue consideran­do una deslealtad. Casi nadie quiere dar un paso posterior y llegar a denunciar», indica su presidenta a ABC. Testimonio­s como el de Rebeca, ahora volcada en el MIR, son difíciles de conseguir. «Yo aguanté hasta diciembre, pero tuve compañeros que dejaron la carrera porque no lo soportaron. Lo más difícil de esto es explicar a los de fuera que no te puedes negar. Eso tiene consecuenc­ias que duran años», confiesa. «Cuando llegas te dan dos opciones▶ renunciar a las novatas o hacerlas. Pero una renuncia supone el aislamient­o total, porque te dicen que vas a estar sola el resto de la carrera, y es cierto», anota sobre un maltrato más sutil, la invisibili­zación. Plantar cara a los veteranos le costó a Rebeca la expulsión del colegio en el que estaba en su primer año, después de que denunciase públicamen­te lo que pasaba de puertas para dentro. «En una ocasión llamé a la Policía porque estaban obligando a beber al chico de la habitación de arriba seis litros de agua caliente y yo lo estaba oyendo vomitar. Pero no dejaron entrar a los agentes». Ella se negó, y empezó a reclutar a otra gente que pensaba como ella, pese a que la insistenci­a era diaria. «Fue una lucha constante porque todos los días me tenían que enfrentar a alguien o ver barbaridad­es. Gente a la que le decían que se tenía que depilar las cejas. Es un proceso gradual, porque el primer día te dicen que te comas una manzana porque yo te lo digo, al siguiente tienes que hacerle la compra y al tercero te rapan la cabeza» relata Rebeca, que concluye su testimonio con un helador «yo me iba a morir allí... ojalá esto sirva para que otros que lo estén viviendo denuncien».

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// ABC Universita­rios cubiertos de pintura durante uno de los primeros días de curso
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// ABC Imagen de una red social

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