ABC (Andalucía)

Koeman, morir con sus ideas o plegarse a la desesperad­a

▶ El técnico, que se sabe sentenciad­o, valora desoír al presidente e imponer su criterio

- SERGI FONT

Se sabe sentenciad­o Ronald Koeman, que prepara el partido ante el Cádiz consciente de que sube al cadalso tras sus tropiezos ante Bayern y Granada. Cansado de hablar de su futuro y de justificar todas las decisiones que toma, vive angustiado en un dilema mientras diseña la estrategia con la que intentará prolongar su vida en el banquillo azulgrana. «Está claro que no se me entiende, debe de ser culpa mía», lamentaba desde la cuerda floja en la que se tambalea, consciente de que Laporta ni le comprende ni le avala. Se carga de razones el neerlandés cuando transige a las exigencias del presidente, que le impone jugar con un 4-3-3 que rememora la época gloriosa del Dream Team y que le dé más protagonis­mo a jugadores como Riqui Puig. Ante el Granada hizo las dos cosas que le reclamaba el presidente y la grada, y no funcionó. Ni el dibujo táctico que diseñó durante toda la primera parte ni la entrada del canterano variaron la imagen plana de un equipo mediocre. «El espacio estaba en las bandas, no por dentro. Nuestro sistema básico es el 4-3-3 y así hemos jugado en la primera parte. Pero el Barça de hoy no es el Barça de hace 8 años. No es el juego que queremos, pero nos faltan jugadores con uno contra uno y profundida­d. Con Ansu y Dembélé sí los tendríamos, pero no están y hay que buscar otras formas de atacar, como jugar más por fuera y centrar», se justificab­a, cargándose de razones para acreditar la validez de las decisiones que no le dejan tomar.

Es más, durante los últimos veinte minutos se abonó al recurso agónico del cruyffismo, que colocaba a Alexanko, que era central, como delantero centro para rematar en los instantes finales de un partido. Koeman llevó este registro a su máxima expresión, colocando dentro del área a dos centrales, Piqué y Araújo, junto a Luuk de Jong. No obstante, se interpretó como la única arma ofensiva de un equipo que carece de un plan futbolísti­co y que renuncia al fútbol de asociación, santo y seña de la filosofía de Cruyff. Lo demuestran los 54 centros al área que realizó el equipo. «La gente estará descontent­a por el resultado, pero no por la actitud que ha demostrado el equipo. Si ves la lista de hoy, si ves la convocator­ia... ¿crees que hay que jugar al ‘tikitaki’?», respondió el técnico, que se abonaba una vez más al «es lo que hay» de Gerard Piqué.

Amparado en las numerosas ausencias de peso que asolan al equipo (Ansu Fati, Dembélé, Agüero, Pedri, Jordi Alba, Braithwait­e...), Koeman se desespera cada vez que gira la cabeza hacia el banquillo y ve que no tiene ni recursos para agitar el partido. Solo un puñado de jóvenes con más ilusión que experienci­a, con más futuro que presente. Demasiado poco para lo que se le exige a un club como el Barcelona. A Koeman no le ha quedado otro remedio que nutrirse de La Masía, sin tener en cuenta los tiempos. La grave crisis económica que azota al club, que ha provocado la salida de jugadores determinan­tes como Messi o Griezmann y ha impedido la llegada de los refuerzos que solicitaba el neerlandés ha maniatado al técnico desde que llegó al club catalán. Ante el Granada formó con una defensa de veinteañer­os (Dest, 20; Araújo, 22; Eric García, 20; y Balde, 18), con Yusuf Demir (18) en la delantera. Y a lo largo del partido entraron Mingueza (22), Riqui Puig (22) y Gavi (17).

Un planteamie­nto incierto

¿Debe mantener el mismo esquema y a los mismos jugadores que ante el Granada o fortalecer al equipo en defensa para no sufrir en demasía? ¿Apostar por el 4-3-3 con el que encajó un gol en el primer minuto de juego o el 3-5-2 con el que evitó la goleada ante el Bayern? ¿Dar continuida­d a Riqui Puig o confiar en los veteranos? El estadio Nuevo Mirandilla será el escenario en el que el barcelonis­mo saldrá de dudas y podrá comprobar qué hoja de ruta ha decidido mantener Koeman. Si se doblega a las exigencias de un presidente que le mira de reojo o confía en su instinto a pesar de no ser del agrado de la exigente afición culé. Da igual lo que haga. Sabe que llega a Cádiz herido de muerte y que su salida es cuestión de tiempo. El que necesita el presidente para encontrar un recambio de garantías y disipar las dudas sobre la convenienc­ia de afrontar el gasto de su despido, que rondaría los 13 millones de euros.

Ante el Granada obedeció a Laporta, jugando con un 4-3-3 y dando minutos a Riqui Puig, para cargarse de razones en sus quejas

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