Documentos y papeles
Como vienen demostrando las sucesivas leyes dedicadas a la reconstrucción de la memoria –histórica o democrática, según el gobierno de turno–, el pasado admite tantas lecturas como intenciones tenga el legislador o investigador. La publicación en ABC de una información sobre la red nazi de espionaje que actuaba en el Madrid de la Segunda Guerra Mundial ha provocado ampollas y comentarios críticos. «Como discípulo del doctor Grande Covián –escribe RAFAEL CARMENA–, quiero hacer las siguientes puntualizaciones. Francisco Grande fue profesor adjunto de la cátedra del doctor Negrín. Tenía previsto iniciar una estancia de estudio en Alemania en julio de 1936 y, al estallar la Guerra Civil,
Negrín le ordenó quedarse en Madrid al frente de su cátedra y de la secretaría de la Facultad de Medicina, como así ocurrió. Como consecuencia, al terminar la guerra fue depurado y sancionado a permanecer diez años sin pasaporte y sin poder opositar a cátedra. Pudo hacerlo en 1950, obteniendo la de Fisiología en la Facultad de Medicina de Zaragoza. Lejos de ser “un gran falangista”, el doctor Grande fue perseguido y amenazado por algunos grupos de ellos, lo que le obligó a esconderse durante un año en un cortijo de Jaén, donde escribió sus libros sobre vitaminas y nutrición. Este debe de ser el período “de vacíos muy sospechosos en la biografía del Dr. Grande”, según Junqueras. Sorprende que, tras afirmar que colaboraba con la plana mayor del cuerpo diplomático alemán, Junqueras reconozca que “no se especifica su relación con los nazis”. Sin embargo, es bien sabido que el doctor Grande mantuvo estrechas relaciones con la Embajada del Reino Unido, especialmente con Walter Starkie, director del Instituto Británico de Madrid, donde dio conferencias sobre la desnutrición de la población madrileña durante la guerra. ¿Podrían los documentos del contraespionaje francés haberse equivocado de persona? Parece bastante probable y parece imprudente no haberlo confirmado antes de publicar una noticia que solo pretende sembrar dudas sobre la conducta de un gran científico y una intachable persona, fallecida hace veinticinco años». «He leído con curiosidad –apunta RICARDO VÉLEZ– el artículo “Gutiérrez Mellado, agente doble”, de cuya lectura deduzco que sería más exacto haberlo escrito entre interrogaciones, porque la fuente citada, los servicios secretos de De Gaulle, en aquella situación tan confusa, tenderían a identificar a todas las personas importantes del régimen con posibles amigos de sus enemigos.
En el párrafo que su diario dedica a Gutiérrez Mellado no se lee ningún dato que confirme la expresión “agente doble”. Un libro en el que se puede comprobar la confusión de aquellos años es ‘Papá espía’, de Jimmy Burns Marañón (Debate, 2010), en el que aparecen incluso redactores de ABC».